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Ya todo estaba planeado.

Hice un gran círculo en medio de mi habitación con sal, con una estrella de seis puntas dentro. Las velas alrededor eran muy importantes, según el libro.

Me preparé mentalmente para hacer todo esto. Quizás sea una mala idea...pero yo sólo quiero despedirme de mi abuelo correctamente. Suspiré profundamente y abrí el libro con sumo cuidado. Cité las palabras que estaban escritas.

O daimónios érchetai se me.

Cuatro veces, para ser exactos. Ahora sólo tenía que pensar en aquella persona con todas mis fuerzas.

Mi abuelo sonriendo.

Mi abuelo regañandome.

Mi abuelo diciéndome que me quería.

Esperé algo anormal, pero absolutamente nada ocurría. Abrí un ojo inspeccionando algo fuera de lo común. Todo se mantenía normal.

Hasta que sucedió.

La tierra tembló bajo mis pies. Todos los cuadros de mi cuarto cayeron y yo junto con ellos. Parecía un terremoto. Se sentía como si la casa estuviera a punto de derrumbarse. Cubrí mi cabeza y cerré los ojos.

Una punzada de dolor me atravesó el pecho. El dolor era inminente. Mis ojos se dirigieron a mi muñeca. Grité de horror en cuanto vi como se formaba una especie de tatuaje en esa zona. ¿Qué mierda era eso? ¡Nada de esto decía en el libro!

La tierra dejó de temblar y reinó la paz, solo unos segundos antes de desatarse el caos.

Muchas... Muchas sombras salían de la estrella que formé en el piso. Salían y se escapaban por todas partes. Seguía en el piso sin saber que hacer.  Las sombras salían por las ventanas, las puertas, como quien huye de algo o alguien... Pasaron los minutos y las sombras dejaron de salir.

Hasta que una luz iluminó la habitación.

La estrella brilló de un rojo carmesí y cuatro figuras salieron de cada punto. No podía creer lo que estaba viendo. Era fuego lo que los rodeaba. Las siluetas tomaron forma y me di cuenta que eran personas. Personas como yo, como los que están afuera, como los...

Eran cuatro chicos y sus ojos eran...rojos.

El fuego dejó de fluir y los cuatro veían expectantes a su alrededor con expresión neutra. Uno de ellos, el más alto, dirigió sus ojos hacia mí. El pánico se apoderó de mí cuando el desconocido empezó a acercarse a mí. Se puso en cuclillas y me tomó con brusquedad del mentón.

— ¿Quién eres tú? — sus profundos ojos, miraron los míos buscando hasta el interior de mi alma.

Me quedé muda. No sabía que responder. En ese momento se me había olvidado hasta el nombre.

Al ver que no respondía, me soltó con fiereza y me dejó caer al piso.

— Será mejor matarla— dijo el mismo chico.

¡¿QUÉ?!

Todas mis sentidos volvieron a la normalidad y me puse de pie rápidamente.

— ¡No!— grité. Todos me miraron serios — Yo los invoqué por error. ¡Les ordeno volver a donde quiera que estaban!

Una risa agria se escuchó del rubio.

— ¿Disculpa? ¿Nos estás ordenando? — preguntó incrédulo.

— ¡Sí! — tomé el libro del piso y leí las palabras en donde decían como devolver a los espíritus — ¡Han sido invocados por las fuerzas del bien, ahora les ordeno regresar, ya han sido perdonados!— alcé mi brazo.

Invocados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora