Un nuevo caballero (REESCRIBIENDO)

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Rhaegar despertó como nuevo. El descanso le había sentado muy bien, pero cuando trató de moverse, su pierna se lo impidió. Le dolía mucho el tobillo y no podía moverlo demasiado. Su padre fue a visitarle esa misma mañana, y le felicitó por su gran actuación. Le seguía notando raro, algo distante. Rhaegar estaba contento por su resultado, pero realmente las justas no le habían aportado demasiado, ahora necesitaba relajarse leyendo o tocando su arpa. Consideró varias veces la idea de escaparse al Refugio Estival, pero olvidaba su pie, y despues recordaba los días que tenía que pasar ahí. Barristan le visitó también, al igual que Arthur. Todos estaban preocupados por él, pero Rhaegar los calmaba a todos. El resto del tiempo estaba solo, a excepción de la sirvienta Dysha que se encargaba del cuidado de la habitación y del príncipe. A Rhaegar le hacía gracia estar con la joven, se trataba de una mujer morena, de ojos esmeralda y un rostro hermoso que se ponía colorado cada vez que el joven la hablaba. Debía rondar la quincena de edad y tenía un cuerpo con curvas hermosas. Cada vez que ella entraba, Rhaegar la miraba, y ambas miradas siempre se cruzaban. El príncipe se incorporaba y hacía como que se entretenía con algún libro, pues sabía que ella tornaba muchas veces la vista para mirar sus ojos. Estaba acostumbrado a ello, no todo el mundo podía ver en su vida unos ojos como los que poseían los miembros Targaryen. Después de un rato Rhaegar la miraba, ella se sonrojaba, apartaba la vista, y éste sonreía. Le parecía curiosa aquella reacción. Uno de esos días Rhaella subió a ver a su hijo. Y le trajo a Rhaegar unas noticias que lo dejaron sorprendido.

-Tenemos que hablar hijo.

-¿Ocurre algo madre?

-Es sobre tu padre.

-¿Qué ha pasado?

-Anoche en la cena bebió más de la cuenta. Ya conoces lo que piensa de Tywin.

Rhaegar asintió.

-Pues anoche comenzó a despotricar sobre él delante de toda la corte. Fue incómodo y fuera de lugar, y Tywin se ofendió.

-Pero...

-A ti te escucha Rhaegar. Debes hablar con él.

-Padre lo está pasando mal. La gente habla más de la cuenta.

-Pero la gente tiene razón, hijo. Aerys está cambiando. Y como siga así, la gente lo odiará.

-Es el rey.

-Hijo, no atiende los consejos. Tywin solo se sienta en el Trono porque tu padre no está y no tiene la culpa de ello.

Rhaegar estaba perdido, no sabía cómo actuar. Achacaba la actitud de su padre al miedo de que el pueblo no le quisiera, pero si llegó al punto de humillar a Tywin era muy diferente.

-Intentaré hablar con él, pero tal vez deberíamos dejarle un poco. Piensa que pudo ser por el vino.

-Lo que consideres Rhaegar, eres el príncipe heredero.

Rhaegar asintió y su madre cambió de tema. Rhaegar pasó el resto de la tarde dandole vueltas, y tras pensarlo bien, hizo llamar a Tywin. Éste se presentó ante él sorprendido.

-Su alteza.

-Lord Tywin. Siéntese.

Tywin Lannister tomó asiento junto a la cama de Rhaegar, y éste le ofreció una copa, que el hombre aceptó.

-Ante todo, debo disculparme por el comportamiento de mi padre anoche, me he sentido avergonzado ante esa situación.

-No os preocupeis príncipe.

-Si, lo hago. Y se que vos no os merecéis esto.

-Su majestad había bebido.

-No puedo formar parte de vuestros consejos, y no se lo que mi padre hace en ellos, pero se que vos tenéis gran parte del mando, y el rey os guarda recelo por ello.

Rhaegar, el último dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora