Capítulo 16: Sensación de encierro

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-¡¿Papá?! -Exclamo y no puedo evitar dejar de manipular mi arma.
-¡¿Íngrid?! -Dice a la vez que hace lo mismo.
Ambos nos acercamos rápidamente el uno al otro y, como ya se ha vuelto habitual en estos días, un mar de lágrimas nace de mis ojos. Nos abrazamos fuertemente.
-Papá, estás vivo...
-Dios mío, hija... Esto es casi imposible de creer. De tantos lugares en el mundo.. ¡Gracias al cielo, volvimos a encontrarnos! -Mi padre me mira a los ojos y me dedica una sonrisa pero, casi al instante, su expresión se vuelve más triste -Por favor, no pienses que no intentamos buscarte, es que...
-No tienes que explicarme nada, papá. Sea lo que sea, lo entiendo
Mi padre comienza a acariciarme el cabello.
-¿Cómo has... Sobrevivido? ¿Estás sola?
-Es una historia muy larga... Pero no, no estoy sola. En realidad... Catorce chicos vienen conmigo
La expresión de la cara de mi padre es algo que realmente no había visto nunca: Una extraña mezcla de confusión, horror y furia.
-¿Tú... Sola con catorce hombres?
-Realmente no es lo que crees, papá. Son amigos del Instituto y... Nacho y Lucho. Nacho y Lucho están conmigo
Mi padre vuelve a sonreír.
-¿Ignacio y Luciano, mis sobrinos, están bien?
-Perfectamente -Me tranquilizo al ver que no hace preguntas sobre Florencia o mis tíos porque no tendría ánimos para responder. Conozco a mi padre... Simplemente supondrá lo peor.
-Ven
Mi padre me sujeta del hombro y me conduce por una serie de pasillos hasta que, finalmente, entramos en una habitación.
En una cama matrimonial se encuentran sentadas mi madre, mi abuela y mi hermana mayor, Victoria.
-¡Íngrid! -Mi abuela grita de felicidad y las tres se acercan corriendo para abrazarme.
Nuevamente mis lágrimas emergen. Parece un sueño... Mi familia... De entre todas las personas que podíamos encontrar...
-¡Oh, hija! ¿Cómo has podido..?
-Antes del interrogatorio, dejen entrar a las catorce personas que vienen conmigo. Y chicas, entre ellas están Lucho y Nacho
Las tres mujeres esbozan una sonrisa aún más grande, si es que eso era posible, y vuelven a corretear hacia la salida del hotel.
Otra vez estoy sola con mi padre.
-Gracias por cuidar de los chicos
-¿Y cómo sabes que soy yo quien los cuidó a ellos?
Mi padre ríe sutilmente.
-Eres mi hija. Sé que no eres precisamente una damisela en apuros

Todos nos reunimos en la habitación ya que, debido a su gran tamaño, entramos en ella cómodamente. Yo me siento en el borde de la cama, junto con mi abuela y mi madre, y el resto del grupo se mantiene en diferentes zonas del cuarto.
-Bien, chicos, ésta es mi familia -Explico orgullosa -El hombre es mi padre, Fabián. La mujer pelirroja es mi madre Vanesa y la rubia mi abuela Mariana. La chica es mi hermana Victoria
-Sí... Yo conozco a algunos de estos chicos
Mi madre señala, intentando no parecer brusca, a Julián, Fausto, Javier y Franco. En fin, los más allegados a mí
-En realidad, las caras de todos se me hacen familiares, siento que alguna vez los habré visto contigo en el Instituto. A excepción de...
-Ellos dos, ¿Verdad? -Hago referencia a Nahuel y Arian.
-Sí, exactamente
Me ocupo de explicarle rápidamente a mi madre cómo nos encontramos con ellos y luego mi padre procede a narrar la historia de su salvación.
-Partimos de forma fugaz en el coche cuando vimos que esas cosas se acercaban masivamente a nuestro vecindario. Conseguimos, arriesgándonos mucho en realidad, saquear negocios y cazar animales. Entre idas y vueltas, nisiquiera yo recuerdo exactamente cómo se nos ocurrió venir a este hotel, pero parece que era cosa del destino...
Luego yo continúo compartiendo nuestras experiencias: Cómo es que soy la única superviviente femenina del Instituto, el encuentro con mis primos, el campamento, la casa de Nahuel y Arian, cómo es que Fausto está aquí, la cueva, etcétera...
Omito ciertas partes para el bien de mi familia como, por ejemplo, el asunto con Mirage y las chicas.
-... Hemos sobrevivido porque trabajamos juntos. Aprendimos rápidamente a utilizar las armas y a mejorar nuestros estilos de combate. Nahuel es un excelente tirador, Javier maneja de forma impecable los cuchillos, todos nos complementamos.»
-¡Realmente me pone muy feliz tenerte aquí con nosotros, hija!
-Nosotras nos ocuparemos de limpiar unos cuantos cuartos para ustedes y Fabián podrá ayudarlos a bajar las cosas -Dice mi abuela dulcemente.
Mis amigos se sienten felices, agradecidos, y se dirigen hacia el exterior con mi padre detrás suyo. Mi madre y mi hermana también se marchan, supongo que en busca de algo para quitarle el polvo a las habitaciones.
Esta vez me quedo a solas con mi abuela y vuelvo a darle un abrazo.
-Te extrañé, abu
-Yo también pequeña, pero no me gusta para nada eso de que lleves una pistola en los pantalones
Pongo los ojos en blanco pero no puedo dejar de sonreír.
-Tienes que entender que es algo necesario... Es por nuestra seguridad
-Está bien, pero yo paso, ¡Puedo darles con la escoba a los bicharracos esos!
Río ante el comentario de mi abuela y, cuando intento ir a ayudar a los otros, noto que ella me sostiene del brazo indicándome que le haga compañía un rato más: No puedo negarme. Yo también la he extrañado mucho.
-Estoy muy orgullosa de ti, cariño. Sé que sobrevivir en estas circunstancias no fue fácil para ustedes
-Intentamos que nadie se sintiera solo. Javier, Nahuel y Julián, por ejemplo, fueron un gran apoyo para mí
-¿Y qué hay de ese chico..? ¿Cómo dijo tu madre que se llamaba..? ¡Ah, sí, Franco!
Siento que estoy a punto de caerme de la cama pero intento parecer firme.
-¿Qué... qué es lo que tiene Franco?
-¿Es tu novio?
-¡Abuela! -Ahora es ella quien ríe mientras yo percibo el calor en mis mejillas -¡¿Qué dices?!
-Sólo fue una pregunta...Sé que en estos tiempos las cosas son diferentes para ustedes, los jóvenes, pero...
-No te preocupes, abuela. En serio, en realidad no... No somos nada -Me duele un poco mi propia respuesta, pero por el momento parece ser lo más cercano a la verdad -Pero.. ¿Por qué lo preguntaste?
-No lo sé... Él no parecía observarte como el resto de los muchachitos. Parecía... Parecía ser que tú eras lo único que le importaba en toda la habitación
-Qué observadora, abuelita
-Los años dan mucha experiencia, pequeñita
Ambas reímos y yo intento borrar mi estúpida sonrisa debido al comentario sobre Franco de mi cara.
-¿Quieres descansar un poco? Los chicos dijeron que hoy hacías guardia con... Mmm...
-Lautaro. No, está bien, descansé lo suficiente en el auto. Sólo quiero cambiarme la ropa... Tengo muchísimo calor
-Claro, cierra y cámbiate. Yo iré a ayudar con la limpieza
Mi abuela se retira con una última sonrisa y yo le devuelvo gesto. Luego, me acerco hacia la puerta de la habitación y la cierro con llave. Busco alguna prenda de mi hermana mayor o mi madre, ya que me habían dicho que podía tomar cosas suyas de aquí antes de marcharse.
Finalmente encuentro una prenda que, donde sea que la hayan conseguido, parece estar hecha para mí: Unos pantalones de estampado militar, de una tela muy fina, muy mi estilo; También reemplazo mi calzado por unas zapatillas más cómodas. Le añado a mi outfit un cinturón de los uniformes P.A.C.E., que carga con mi lanzagarfios, una pistola y munición.
Cuando utilizo la llave para abrir la puerta y estoy a punto de girar el pomo, comienzo a verlo todo nublado y tengo que sujetarme de las paredes. Arrastro mi cuerpo pegada a ellas pero, finalmente, termino cayendo inconsciente al suelo.

Cuando El Apocalipsis Empieza (Masacre Mundial 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora