X
Después de su discusión con Cecil, Luke había decidido encerrarse en su habitación y no volver a salir hasta que el revuelo que tenían sus emociones dentro de su pecho se aplacara. Porque, a pesar de su actitud fría y sin corazón, Luke era una buena persona, que lo único que deseaba en la vida era ser aceptado… y querido.
Él no había nacido con el Don de la aceptación bajo el brazo; por el contrario. Sus padres lo habían abandonado a los pocos días de haber nacido, quizás, por la misma razón por la que la gente siempre lo rechazaba. La única persona que había querido hacerse cargo de él había sido Edna, y sólo porque el Oráculo le había mencionado que estaba en su destino hacerlo.
Luke estaba seguro de que si Edna lo hubiese encontrado por casualidad, abandonado en la cabaña en la que Nadhia lo había visto, no hubiese decidido hacerse cargo de él. Pero, a pesar de eso, él la quería; mucho. Edna era la única madre que había conocido.
Ella, en los primeros años de su vida, cuando era inocente y había creído que todo el mundo era bueno y justo, había sido su todo. Adoraba estar con ella, escuchar sus historias y escucharle decir que le quería. Pero cuando descubrió la razón por la cual había terminado haciéndose cargo de él, sintió como las pocas esperanzas que le quedaban se rompían en mil pedazos, clavándose por todo su corazón; hiriéndolo, provocándole heridas que jamás sanarían.
Si sus padres no lo habían querido, ¿por qué iba a hacerlo una mujer que no tenía su sangre? ¿Por qué iba a quererlo y apreciarlo alguien cuando las personas más cercanas a él nunca lo habían hecho? Y esa era una de las razones por las que había decidido cerrar su corazón y alejarse de todo el mundo. Y lo había hecho como una medida para protegerse, para no volver a sufrir más. Pero eso no le impedía, en esos momentos, sentirse como la peor persona en todo el mundo.
Cecil, con sus palabras, había tocado una fibra débil en él. Le había recordado eso que él con tanto esmero trataba de olvidar. Y por eso estaba encerrado en su habitación, el único lugar en el que podía darse el lujo de sentir pena por sí mismo; el único lugar en el que podía cerrar los ojos y desear cambiar su futuro. El único lugar en el que podía dejar caer sus barreras y máscaras y simplemente ser él: el joven atormentado por su pasado.
Cuando la puerta se abrió lentamente y el delicioso olor a caramelo se filtró por todos lados, sintió como volvía a la realidad de golpe. Por estar tan concentrado en sus problemas se había olvidado del pequeño y molesto problema con patas que rondaba por su casa.
Se sentó en el borde de la cama segundos antes de que la pequeña mano de Anne, que había estado tanteando la pared, encontrara el interruptor de la luz. Cuando ella lo vio sentado en la cama, mirándola tranquilamente, no pudo hacer nada más que gritar por el susto que se llevó y llevarse las manos al pecho en busca de calmar los erráticos latidos de su corazón.
— ¿Se puede saber qué haces aquí? —Le preguntó con tanta calma que a Anne se le heló la sangre en las venas.
Pero no fue sólo eso lo que la dejó congelada en su lugar en la puerta. El joven estaba descalzo, sentado sobre la cama con las piernas cruzadas en una pose desenfadada. Su largo y rubio cabello estaba más alborotado de lo normal dándole un aspecto de niño travieso. Era hermoso, demasiado, y a pesar de que ella seguía enfadada con él por todo lo que le había hecho y dicho desde el instante en el que se conocieron, no pudo evitar quedar deslumbrada por su brillante belleza.
— ¿Piensas responderme algún día, o piensas seguir mirándome con esa tonta expresión en el rostro?
— ¿Siempre tiene que ser tan grosero? —No pudo evitar preguntar y cuando se dio cuenta del error que había cometido, se llevó una mano a la boca para evitar que un gritito de horror saliera de sus labios.

ESTÁS LEYENDO
La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...