Constantemente, día a día veo parejas sosteniéndose de la mano. Algo muy común, pensarás. Pues para mí, no. Cada vez que veo una pareja, pienso en todo lo que han podido hacer para estar como están ahora; unidos. Las peleas, inseguridades, el dolor, la alegría, la pasión. Han pasado por toda esa etapa descomunal y llena de baches emocionales, y siguen unidos. A pesar de la gente, a pesar del miedo. Y, me pregunto: ¿Seré capaz de conseguir lo que todos llaman amor? ¿Seré capaz de darme cuenta de si estoy hecha para eso? ¿Y si nunca consigo llegar a estar enamorada? Puede que sea una gilipollez, pero realmente me acojona el hecho de no saber si pasaré por lo que todo el mundo quiere. Pero otra pequeña parte de mí se alegra que sea ajena a todo lo relacionado con el amor y sus consecuencias. Porque no quiero pensar en nadie que, probablemente, ni siquiera piensa en mí. No quiero que mi corazón se acelere cuando pase delante de mí, y su perfume atrape todos mis sentidos. No quiero sentir cómo despedazan mi corazón, al darme cuenta de que no podré sentir sus ojos mirándome como quisiera, no podré sentir sus labios rozando los míos mientras mi corazón explota y mis mejillas siente la bomba de color carmesí. No quiero sentir cómo mis lágrimas abarcan todo. y mi mente se colapsa. Así que no se si quiero poder decir que sé lo que es el amor, o decir que por suerte este nunca me encontró.