Narra Kagome:
Podía sentir aún su mano sobre mi piel. Cualquiera que nos hubiese visto entrar en la casa diría que él me estaba obligando, que no estaba siendo nada caballero conmigo, pero la realidad era que yo estaba agradecida por aquel contacto físico. Aunque fuese violento, aunque doliera; más me dolía que no me tocase a que lo hiciera con aquella fuerza. Ilógico.
Luego de que me dijera cosas horribles, de que me mandara a bañarme, me tiré en mi cama y abracé la almohada. No lloré otra vez, aunque me sentía vacía y desdichada… Vacía, porque una vez que se me pasó el efecto del alcohol me di cuenta de que aquel encuentro en el baño había sido algo hueco y sin sentido. Más allá de lo placentero del momento del orgasmo mi cuerpo volvía a tener necesidad, pero no era cualquier necesidad… En la penumbra de mi cuarto evocaba aquellos tantos actos sexuales en los que Inuyasha y yo habíamos sido protagonistas, en los que yo fingía disgusto, en los que él se empeñan en demostrar cuánto me odiaba. Y la desdicha nacía porque, aunque no me gustara mucho reconocerlo, necesitaba esa parte de él.
Era muy bueno en la cama, podía controlar mi cuerpo a su antojo, abriéndole camino para reaccionar justo como él quería. Podía detener mi placer y también encenderlo en menos de un segundo. Y así, en medio de esos recuerdos que me atacaban, comencé a fantasear. Él y yo no nos habíamos besado, y obviamente nunca habíamos hecho el amor… ¿Cómo se vería su cara al hacerlo? ¿Cómo serían sus caricias, cómo serían sus gruñidos? ¿Inuyasha sabría amar?
Entonces empecé a imaginarlo besándome, entrando con su lengua en mi boca, clavando sus colmillos en mis labios, bajando por la línea de mis pechos para lamerme y continuar descendiendo hasta llegar a mi entrepierna. Su respiración sería acelerada, sus labios recorrerían cada parte de mi sexo, sonreiría complacido al notar cuán húmeda estaba… Cuando reaccioné de mi fantasía, mis dedos estaban justo sobre mi clítoris, estaba mojada y tenía muchas ganas de sentirlo dentro. No estaba pensando bien cuando salí de mi habitación para entrar en la suya, me metí en su cama dispuesta a rebajarme con tal de que me hiciera suya. Aunque Inuyasha no me amara, aunque él no me besara ni me dijera cosas bonitas, sólo quería tenerlo.
Pero mis fantasías no podían estar tan lejos de la realidad: él ya no quería nada de mí. Sentí su rechazo, su asco por mí, sus palabras hirientes se clavaron en cada parte de mi alma.
Intenté explicarle, intenté decirle que nosotros dos no éramos tan distintos, que si me lo permitía podía mostrarle qué teníamos en común… Pero él no quiso oír, no me dejó romper la barrera que existía entre el presente y el pasado. Entonces, resignada, supe que, tristemente, no había futuro para los dos.
Volví a mi cuarto tan vacía como había salido, o tal vez más. Pero mi corazón se aceleró cuando oí que la puerta de su habitación se abría… Casi desesperada corrí, con la ilusión de que Inuyasha había recapacitado, con la esperanza de que me tomaría en sus brazos una vez más, pero la puerta se cerró en cuanto llegué al pasillo. Me quedé allí, en silencio, desilusionada, oyendo únicamente el sonido latente de mi estúpido corazón. Entonces ví que la luz de su cuarto se encendió, lo supe porque la misma se colaba por debajo de la puerta. También oí su voz susurrando, y luego un siseo más suave, femenino… Inuyasha no estaba solo. ¿Cómo podía ser posible…? Mis latidos eran cada segundo más dolorosos, tenía miedo de saber qué estaba pasando ahí adentro, pero la curiosidad me dominó.
Lentamente y cuidando de no ser ruidosa me aproximé a la puerta, me incliné para espiar por la mirilla de la cerradura… Entonces la vi: una joven de largos cabellos negros, piel pálida y silueta espectacular. Ella era hermosa, ¿qué digo hermosa? Era preciosa, su belleza me superaba por mucho. Pero la incógnita que me surgía era saber quién era ella. Como una fuerte ráfaga de viento azota las ramas de un árbol fue que una idea se me cruzó por la mente… ¿Era esa chica la nueva novia de Sesshômaru? Y en caso de serlo, ¿qué hacía ella con Inuyasha? Pero, lo más importante, ¿por qué él tenía esa cara…? ¿Por qué la miraba así? Jamás le había visto una expresión como esa; era como si la vida le hubiese vuelto en un instante, sus ojos brillaban y, aunque no lo conocía muy bien, podía jurar que estaba emocionado.
Ella estaba de pie, él sentado en la cama. Sus labios se movían, no podía saber qué decían ya que hablaban mediante susurros, pero ambos se veían a los ojos desnudándose el alma… No existía barrera entre ellos, no había muro que los distanciara, se notaba con sólo mirarlos.
Pasó muy poco tiempo hasta que por fin se abrazaron, un abrazo pecho con pecho, piel con piel, alma con alma. Y luego… labios con labios.
Retrocedí, con mis manos cubriendo mi boca, no quería seguir mirando, no quería ser espectadora de un momento que Inuyasha y yo jamás tendríamos. Ella había llegado para tomar todo lo que yo más anhelaba, ella tenía el poder de desenmascarar al verdadero Inuyasha, a través de ella yo veía todo lo que él ocultaba de sí mismo.
Volví a espiar, era una fuerza superior a mi dolor, quería seguir descubriendo a ese Inuyasha que desconocía. Sus bocas se devoraban, sus manos se recorrían, mi pecho dolía. Él se quitó la parte superior del pijama dejando al descubierto su esplendoroso cuerpo, su abdomen firme, sus brazos definidos y la enjauló entre ellos… Seguramente ella podía sentir su perfume. Juntos cayeron suavemente sobre el colchón sin dejar de compartir un beso que derretía… Ellos iban a entregarse, iban a hacer el amor.
Di un par de pasos hacia atrás, no podía seguir viendo… Choqué con una mesita y el sonido se escuchó por toda la casa. Corrí a mi cuarto y me metí a la cama con velocidad, me cubrí hasta la cabeza rezando que mi descuido los hubiese detenido.