Fue el 28 de julio de 1999 cuando mi madre me dio a luz, (no tengo mucho que decir al respecto, ni siquiera lo recuerdo) Era la primera hija del matrimonio de apenas 5 años, mi padre había tenido un hijo antes a los quince años pero apenas y lo veía, mis padres estaban contentos, sobre todo mi mamá que pensó que jamás podría concebir un hijo.
Pasaron lo nueve meses hasta que por fin me tuvieron en sus brazos, esperarme por cinco años y nueve meses para que obtén por llamarme América Nayely, pero bueno, ¿qué más se puede hacer?
Tal vez los primeros años de mi vida fueron los únicos de los que no tengo un mal recuerdo por parte de mi familia paterna, tal vez porque simplemente no existen, no tenía conciencia.
Caminé al año y medio, según las anécdotas de mi mamá tarde tanto por culpa de mis primos, quienes decidieron sentarse sobre mi andadera, que obviamente se rompió con el peso de tremendos animales; y caminé solo porque se me antojo seguir un pastel de cumpleaños.
Tengo fotos muy lindas de esos primeros años, pero no recuerdo absolutamente nada, solo recuerdo a partir de la edad en la que comencé a crear conciencia, y eso fue a la edad de los 4 años.
"Unos dos años y medio antes de crear conciencia mi papá "convencio" a mi mamá de traspasar su hogar (un lindo departamento en corales) por dos locales en una plaza al aire libre en la zona hotelera..."
NOTA AQUÍ, este lugar marca todo sobre mí.
Tenía cuatro años cuando entre a preescolar, el hermoso "Nuevos Horizontes" no lo disfrute para nada, me recuerdo a mí observando a todos los niños y deseando saber el porque eran tan crueles con otros, así como intentando averiguar la razón de mi presencia en ese lugar, ¡madre mía como detestaba estar ahí!
Lloraba todos los días durante el primer año, si no es que más, hasta que hablaron conmigo y me hicieron prometer le a mi mamá ya no llorar, al día siguiente no hubo más lagrimas.
Mi recuerdo favorito, ignorando los bailables en los que me vestían de un ridículo elote, león, flor, entre otros 80 mil disfraces que llegue a usar, fue cuando aprendí a leer, no fue muy difícil, tenia demasiado curiosidad que no lo sentí como obligación, para cuando salí de preescolar ya sabía leer y escribir, seguía leyendo para practicar, pero ya no leía por silabas, leía las oraciones completas y eso tal vez es un orgullo.
Siempre o las mayorías de las veces me la pasaba en casa de mi abuela, ese punto de reunión en el que podía ver a todos mis primos, aunque había un hermoso problema, parecía como si yo solo fuera un estorbo, a mi antiguo yo le encantaba expresar todo lo que sentía, le encantaba abrazar y repartir besos, y es que no aprendía, ellos no querían tenerme cerca, un día a la semana eran buenos conmigo, me hablaban lindo y podía jugar con ellos, pero el resto de la misma siempre me mandaban al rincón.
Ya que mis padres cambiaron la que era nuestra casa por los locales nos mudamos frente a la casa de mi abuela, y ese era mi escondite, cada vez que mi papá le gritaba a mi mamá reclamándole por cualquier cosa yo solo abrazaba a mi almohada floreada y le decía que pronto pasaría, pero cuando no sucedía gritaba que me llevaran con ella, gritaba tan fuerte que no les quedaba remedio más que llevarme con ella, la recuerdo abrazándome y defendiéndome, la recuerdo pidiéndoles que discutieran lejos de mi, la recuerdo haciéndome sentir de su familia.
Mi abuelo y mi abuela eran lo mejor, ambos hacían viajes a Belice de compras, y siempre nos traían algo, ya sea comida o algún juguete nuevo.
Las navidades eran lo mejor, todos juntos, las tres pequeñas disfrutábamos de los cuatro regalos que nos tocaba a cada una, y aunque yo seguía siendo menor me recuerdo siendo la fuerte para protegerlas de sus padres y sus estúpidas peleas.
Siempre he sido delicada, demasiado delicada, mi mamá y mi papá dicen que soy inteligente, y tal vez lo sea, tengo recuerdo de una pequeña yo analizando a las personas, preguntándome que harán después del trabajo, como serán cuando están asolas, o si tal vez están fingiendo su forma tan extrovertida de ser.
Entré a la primaria, el bello Colegio Boston, solo me tuvo como alumna 4 años, me gustaba la escuela, me agradaban los compañeros, algunos maestros no, como aquel maestro de música al que le pedí permiso para beber agua y me golpeo en la boca con la boquilla de su botella de agua, en fin, estoy por tocar un momento que cambio el 80% de mi persona.
Mi papá le era infiel a mi mamá y sí, tal vez para muchos eso es algo tan jodidamente insignificante, realmente desearía que por el bien de esa dulce niña de 8 años hubiese sido igual, pero no lo fue, apenas y veía a mi padre, porque su "trabajo" en mahahual era muy importante, esa niña de ocho años comenzó a analizar a un nuevo desconocido, su propio padre, intentaba en listar las cosas que sabía de él, pero no sabía nada, se comenzó a alejar de mi cuando tenía 6, venía dos veces por semana y lo único que hacía era ver televisión, estuvo cuatro años engañándome, porque yo lo esperaba todos los malditos días, todos, para jugar, para platicarle mis nuevas ideas, lo que fuera, pero el tenía demasiadas prioridades, obviamente yo no era importante.
Pero esto no me deprimió, al contrario, me enfurecí, recuerdo haberle gritado que lo odiaba, y realmente lo que odia era vivir así, odiaba las peleas, odiaba escuchar los gritos, odiaba llegar a mi refugio y escuchar los gritos de mis tíos peleándose, lo odiaba tanto por dejarme sola en ese jodido lugar, lo odiaba por preferirla a ella, lo odiaba porque yo estaba sufriendo en esa casa, en la que yo no era nadie, y a pesar de que dolía que mis primos y de vez en cuando mis tíos me tratasen así no dolió tanto cuando descubrí que al que había llamado héroe había acabado con la última llamita de esperanza en mí.
Mi mamá vendió todo, junto lo suficiente para llevarnos lejos, nos fuimos a la ciudad de México, y para resumir, no sé en donde sufrí más.
Lo único bueno eran esas hermosas caminatas mañaneras tomadas de la mano cantando alabanzas que nos habíamos memorizado, algo en mí explotó, mi burbuja se rompió, maduré, deje de lado que tenía 8 años y comencé a crecer.
Regresé a Cancún un año y medio después, mi papá nos conveció de volver, estaba contenta, realmente extrañaba mi hogar.
Al parecer todo el mundo me había extrañado, llegue unos días después de cumplir los diez, por lo que me celebraron con un bonito pastel, todo parecían haberme extrañado, me sentía feliz, todos me querían.
Ja, que estupidez.
Al entrar a quinto grado ese cosquilleo en mi interior comenzó a crecer, desde muy pequeña creaba pequeñas historias mientras veía el paisaje de la zona hotelera, pero jamás los había escrito, hasta que un día cuando mi abuela me regalo una pequeña laptop (ya que a mis primas las menores les había dado unos regalos costos y a mi no, aunque sinceramente en ese año y medio aprendí que no podía llorar por cosas que no se podían tener) decidí escribir, ahí conocí a mi primer amor. Mi lado creativo.
Los primeros escritos fueron en secreto, me daba pena enseñarlos, pero poco a poco me fui soltando, los leían personas adultas y todos me decían que simplemente escribía hermoso, se sorprendían que alguien tan inexperta como yo hablara sobre el amor y las cosas de la vida.
A los doce años ya en secundaria conocí a alguien que me tomo durante dos años, me tuvo cautiva y en soledad, Señora anorexia.
No solo me deprimía todos los días, sino ahora estaba lidiando con esas estúpidas voces en mi cabeza, y vaya que dolían, dolían porque soy una chica inteligente, sabía que estaba mal, sabía que saltarme comidas estaba mal, sabía que hacerme la dormida y luego desaparecer entre libros solo para hacer que mi tía (hermana mayor de mi mamá) olvidará que no me había dado de comer, le hice creer que comía en el desayuno, pero de un plato pase a todo el día, y lo que más duele es que hasta el día de hoy me cuesta comer sin escuchar las voces gritar en mi cabeza.
Mi mamá me descubrió, en realidad, fue mi tía, mi mamá apenas y tiempo tenía para verme.
....
Tal vez continué.