Sacrificio

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Tenía que hacer algo. Estaba recordando todas las experiencias que había vivido hasta ese momento para reafirmar mi decisión, decisión que cambiaría mi destino, mi vida, mi futuro... pero estaba congelado, paralizado.

Contemplaba el paisaje a mi alrededor, observaba los colores que iluminaban los objetos que hacían de compañeros en el cuadro, los árboles que jugaban con el viento que a su vez toqueteaba mi rostro, sabía que un paso en falso determinaría un caos irreparable así que, temeroso, dejaba pasar los segundos.

El sollozo de mi compañera era tenue, pero sabía que sufría igual, sin embargo, ella ya había tomado la decisión, el que hacía mas grande la tortura era yo. Ella ya había decidido dejar atrás su tesoro, su vida, la razón por la cual ella respiraba, solo esperaba el desenlace, desenlace que yo egoistamente alargaba.

Fue ahí cuando una imagen cruzó por mis ojos, humedeciéndolos. Una mirada hacía algo distante, algo siniestro, un futuro donde no había nada, ni antes, ni después, ni la risa, ni el llanto, ni la luz, ni sonido, era la nada y el miedo a habitar allá. No dudé más y empecé a gritar.

Grité con todas mis fuerzas, como si estuviese dándome valor, valor para avanzar, para proseguir, para enfrentar el dolor que yacía en mi, para drenar el dolor que habitaba en mi corazón, con un grito, todo empezó.

Alcé mi mano para preparar el arma, ya estaba cargada, esperando para ser disparada, cerré mis ojos, no quería ver nada, quería distanciarme de ahí al acto, no saber más de ello y... cuando estaba a punto de disparar, mi compañera gritó.

-¡No dispares!-

Abrí los ojos abrúptamente y bajé el arma, solo noté que ella se lanzaba corriendo, llorando, arrepentida, destruida, hacia la imagen triste que yo insistentemente evitaba.

Corrió tan fuerte como pudo y se abalanzó en sollozos hacia el cuerpo agonizante de su mejor amiga, bramando con furia y tristeza, culpando a la vida, a Dios, a todo aquel que determinó aquel fin.

-¡Perdóname, perdóname por favor! ¡Discúlpame, te quiero, te quiero mucho, nunca te dejaré de querer, eres mi tesoro, eres todo para mí, discúlpame!- gritaba entre lágrimas mientras la abrazaba con vehemencia. 

Era  una imagen tan desgarradora que decidí solo ser espectador, no podía hacer nada, ni decir nada, ni sentir tristeza, ni llorar puesto que, enfrente mió, había alguien más devastada que yo, si yo caía ¿quién levantaría a la mujer que yace llorando al abrazar el cuerpo de su mejor amiga en agonía?

Le acarició la cabeza, le dió un beso en el frente, cerró los ojos e inhaló con todas sus fuerzas, se paró, volteó y empezó a caminar hacía mi, sin mirar atrás y sin mirarme a los ojos me dijo.

-Por favor, hazlo.-

Alcé el arma, esta vez, decidido a hacerlo, a parar esta tortura, contemplé de frente el objetivo, sin cerrar los ojos como la otra vez y sin gritar, solo susurré con dolor mientras hacía accionar el arma 

-Por fin descansarás-.

Una bola de energía salía del arma, haciéndose cada vez más y más grande, calcinando todo a su alrededor, desde el aire, los insectos, el piso, el agua, la sangre, los objetos de ella, sus fotos, su ropa, su comida favorita... sus zapatos, sus pies, sus piernas, su cintura, su torso, sus manos, cada parte poco a poco se desintegraba ante mis ojos... y fue ahí, cuando vi sus ojos.

Unos ojos que por un instante me miraron, calmados, aliviados, como diciendo algo, como suspirando, anhelando algo que en todo este tiempo se le había negado. ¿será paz, tranquilidad? Y fue entonces cuando desapareció.

Unos momentos después, todo era humo, todo lo que estaba enfrente mio había sido destruido, no quedaba nada de lo que yacía ahí minutos antes, solo estaba las consecuencias, mi compañera y mi dolor, pero algo más nos hacía compañía.

Unos gritos terribles sonaban atrás mio, sentí en mi pecho un dolor indescriptible, nada comparado a lo que había sentido antes, ese terror de sufrimiento envolvía todo ese eco. Cuando volteé, lo supe... y lloré.

Mi compañera yacía de rodillas, con el rostro hacía arriba y los ojos cerrados, llorando como nunca antes había llorando, quebrándose aún más que antes, un llanto que cubría todo mi alrededor, un llanto que ponía fin a todo su dolor.

-¡Mi vida! ¿por qué, por qué? ¡Mi tesoro... mi tesoro se ha ido!- Apenas ella podía articular entre lágrimas.

Corrí a abrazarla, ella ni lo notó, solo quería cobijarla, decirle que ahí estaba yo, que no estaba sola, que ya había pasado todo, pero ni mirarla pude, su dolor era ya mio y esa decisión nos había ya hecho libres. Que forma de hacernos libres.

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2017 ⏰

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