especial

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Cuando te hacen daño, levantas muros. No es una elección, es un reflejo. Es un instinto.

El problema es que, los muros no dejan a los demás fuera, sino a ti dentro.

Y a veces es cansado estar dentro.

La vida es definitivamente más peligrosa sin esos muros, pero la muerte y la soledad se parecen demasiado así que ¿Qué es más peligroso al fin y al cabo? 


Sostuviste aquel ramo de rosas blancas entre tus manos con nerviosismo, mientras observabas a los pasajeros bajar del tren para encontrarse con sus familiares, parejas y seres queridos, entre abrazos y frases medio hechas medio improvisadas.

Un niño corría a los brazos de su padre haciendo que éste se tambaleara hacia atrás y tú sonreíste ante la escena.

— ¿Has venido? —La voz de Hae Soo te hizo girar la cabeza de la escena de padre-hijo para observar a tu hermosa amiga, ahora ligeramente más morena después de sus vacaciones en Hawaii.

Te encogiste de hombros.

—Ya ves que sí.

Los ojos se Hae se llenaron de lágrimas y sus manos soltaron las valijas de color rosa (que no te sorprendían nada viniendo de ella) para abrazarte con fuerza, sin poder evitar que un sollozo se escapase de sus labios.

—Gracias...—Dijo, con la voz ahogada y sin soltarte. Podías sentir sus dedos aferrando tu suéter por la espalda. Correspondiste al abrazo, con cuidado de no aplastar las flores y le diste unas suaves palmadas en el hombro para reconfortarla.—Pensé que te había perdido...

No dijiste nada. Tú también lo pensabas. Pero al final, decidiste que no te servía de nada el odio, no te servía de nada el rencor, ni los muros.

—Está bien, Hae.

Finalmente, cuando se separó de ti, tenía máscara de pestañas bajando por su mejilla arrastrada por las lágrimas.

—¿Son para mi? —Señaló el ramo de flores.

—Oh...esto, no. Lo siento. Es que iba de camino para otro sitio cuando recordé que llegabas a esta hora a Seúl.

Hae asintió, secándose las lágrimas con la manga de su suéter beige y te sonrió.

—¿Quieres que te acompañe a entregarlas?

Sonreíste un poco, sintiendo como Hae había olido tu inseguridad.

—Sí...












La tienda seguía siendo como la recordabas. Antigua, extrañamente acogedora y con olor a madera vieja. Abriste la puerta, seguida por Hae y una campanilla sonó.

—Buenos dí...—Naomi paró en seco al reconocerte y sus ojos viajaron hacia la figura detrás de ti—¿Qué necesitais?

—Lo siento. —Dijiste, pero Naomi no se movió. Recopilaste toda la valentía que te quedaba en el cuerpo y te acercaste para dejar las rosas sobre el mostrador— Sé que es un mal momento para esto pero no podía esperar más. Siento haber sido tan horrible contigo, Naomi. Jamás me lo perdonaré, pero espero que tú sí.

Naomi seguía de pie, tras el mostrador, mirándote fijamente. Sus ojos claros, del color del azul de las piscinas era algo que no podías enfrentar, así que tu mirada estaba clavada en tus convers. Que por cierto, comenzaban a desgastarse por los lados y en el borde blanco alguien había dibujado las iniciales "P. J." con un rotulador.

love & karma ;; pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora