Letter from a dead love.

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“A quien amas dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse en tu vida”

A veces me pongo a pensar que es exactamente lo que me hace escribir esta carta. Lo único que podría saber es que cuando encuentren esta carta, yo ya no estaré, estoy casi seguro que mis padres se preocuparan y se culparan por no haber tomado las suficientes precauciones con su único hijo varón. Pero por otro lado no deja de saltarme la culpa de no agregar el motivo por el cual tome mi decisión, todo aquel que lea esta carta sabrá el motivo bello y conciso: Ella. 

Ella siempre se sentaba en el último puesto de la sala de clases, exactamente al lado de la ventana, ausente de todo aquel que osaba desconcentrarla en lo que hacía, yo solía contemplarla cuando escribía y escuchaba música, mis amigos solían no darse cuenta.

Me parece que entre su grupo de amigos, ella era la más callada, la única que se mantenía ausente de toda actividad extracurricular o de gritos alarmantes de felicidad. Quizá eso era lo que me gustaba de ella, su misterio. No le hablaba, no la conocía, pero aun así tenía la sensación de que la conocerla totalmente, como si nos conociéramos de alguna “vida pasada” aunque no creo mucho en eso, pero por ella creería.

Recuerdo haber leído una de las historias que le presto a su amiga, yo estaba a su lado, aquella historia representaba claramente lo que ella era, representaba sus miedos y sus adicciones, representaba todo de ella y por primera vez sentí que había un lazo que nos unía a ambos, su vida parecía todo lo que yo nunca viví pero sin duda pensé. Luego de que su amiga le devolviera su escrito, yo me encamine hasta su puesto y por primera vez en años le hable. Le pregunte si ella había escrito esa hermosa historia, ella me miro directo a los ojos con ceño fruncido, yo aparte la mirada, Me dijo que no, que lo había copiado de internet y que le pareció totalmente hermoso, yo le dije que ella mentía, finalmente se rindió y me dijo que no se lo contara a nadie, que no le gustaba para nada que otras personas, que no fueran sus amigas, lo leyeran. Recuerdo que me senté a su lado pese a lo que pensaran mis amigos. Por primera vez mantuve una conversación con ella, y era la primera vez que sentía, en una persona, que lo que salía de sus labios en forma de palabra eran flechas que clavaban en mi interior. Cuando me despedí de ella fue como si me separara de algo demasiado importante, que el lazo que nos unía al separarnos se desataba. Esa tarde la mire, sentí que las personas que estaban en la sala de clases se desvanecían, la bese, si, la bese, pese a que las miradas de mis compañeros fueron más allá de sus trabajos, pero yo no hice nada por interponer que ella encajara sus manos perfectamente en mi cuello.

Cuando nos separamos, ella tenía un tenue rubor en sus mejillas.

Al día siguiente de esa tarde preciosa, no le hable ni la tome en cuenta, quizá el mayor error que he cometido, creí que me importaban más mis amigos, lo que pensaran ellos de mí.

Semanas más tarde, ella se acercó a mi puesto, estuvo a punto de gritarme, dijo que ella había visto en mi algo más que una marioneta, pero en eso era lo que me había convertido, que me había convertido en una marioneta insensible adicta a la fama, me dijo  que esperaba que alguna vez algo llegara para no ser más mi compañera. Todas esas palabras me dolieron pero jamás las dije a alguien.

Ahora me dan ganas de gritarlas desde un edificio.

Dos días más tardes, mi dolor se había extendido, ya no hablaba mucho con mis llamados amigos, aunque aquel día parecía sombrío, algo llego a empeorar las cosas. Un temblor demasiado fuerte llego a la pequeña ciudad en donde vivíamos y como muchas personas en el colegio yo sobreviví, creía haber tenido suerte de que me encontrara en el patio con la mayoría de los alumnos del colegio.

Entre todas las personas que se encontraban en aquel patio, para mí,monótono ninguna era ella. Entre los gritos desesperantes de algunas chicas pude ver a un bombero acarreando el cuerpo de una chica al centro del patio. Estaba muerta, todos lo sabían. Me abrí paso entre el gentío y por primera vez vi su cara durmiendo placenteramente, quizá para siempre. Tenía varios cortes en su cara, la sangre que había emanado de aquellos cortes se había secado y sus brazos sostenían un cuaderno de tapa negra. Recuerdo que mis amigos me tomaron de los brazos para impedir que me acercara a ella. Llore con desesperación la pérdida. Grité con desesperación su nombre.

La historia relatada por algunos testigos era lo mismo, ella había estado adentro de la sala con sus amigas, cuando había empezado el temblor sus amigas escaparon y ella hubiera salido junto a ellas pero corrió en busca de su cuaderno de historias para ponerlas a salvo. La puerta se cerró con el ajetreo impidiendo así que saliera, finalmente murió ante los vidrios estallando.

En el velorio y el funeral siempre me mantuve presente, lloraba cuando veía el ataúd de marfil en el que sería sepultada. Cuando sería su despedida oficial, sus amigas me regalaron su cuaderno de historias y aún recuerdo cuando una de ellas me dijo “ella mantenía demasiados secretos que nunca dijo pero que siempre escribió, creo que tú lo deberías tener, es lo que hemos acordado pero por favor cuida de él”.

Algunos meses pasaron y las cosas no se ponían felices. Sabía que el llanto no la regresaría pero llore su muerte cada mes que paso cuando estaba en la oscuridad penetrante de mi habitación con su cuaderno entre mis brazos.

Ahora he decidido escribir esta carta, por distintos motivos, pero todos se unen en una misma cosa, ella y la manera en que me hizo sentir.

Les diré algo, en estos momentos siento que no valore suficiente lo que es la vida y las cosas que me da, por esa razón y muchas más he decidido que otro ocupe mi lugar en la tierra.

Durante todos los meses que permanecí en una depresión, según el punto de vista médico, vi que estaba reflejando mi yo interior, todo lo que jamás exprese, lo exprese en esos momentos.

También me gustaría decirles a mi familia y amigos que yo no me suicide para dar pena, me suicide por la clase de problemas que empezaron a rondarme en la cabeza en aquellos momentos de desesperación. Los quise demasiado, no quiero que nadie llore por mí ni por la carta que escribí, pero si alguien lo hace le daré las gracias de dondequiera que me encuentre ya que una de las cosas que aprendí con las historias de mi alguien  especial es que: sufrir es amar.

Que nadie se preocupe por donde llegare a parar, lo único que sé en estos momentos es que estaré en el lugar donde siempre quise estar, con ella, y si tengo suerte: en sus brazos.

Atte. Un chico desesperado.

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