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Veía cómo unas pequeñas y finas gotas se deslizan de arriba hacia abajo sin cesar por todo el reflejo de mi ventana. Eran las cinco de la tarde y me encontraba ahí, mirando a través del cristal, sentado en un sillón, con el té en la mano. Cada vez que intentaba mirar por allí, un esperado empaño impedía mi visión. Aun así, pude divisar debajo de la lluvia a una persona acercándose al zócalo de mi casa, pero no pude deducir bien de quien se trataba. Me quedé en silencio y pude percatarme que alguien tocaba la puerta entre todo el sonido de la lluvia cayendo afuera. A decir verdad, estaba en espera de un individuo. Dejé el té en la mesa que se encontraba a un costado del sillón del cual me levanté. Me dispuse a abrir la puerta.
No era él.
El cartero llegó con una carta que tenía mi dirección grabada en ella. Volví a sentarme en el sillón con la esperanza de que en los escritos no se encontrara algo cómo las facturas de la luz. Era peor que eso. No iba dirigida a mí, sino a mi compañero de casa, Alfred.
Él y yo llevábamos varios años de una relación a distancia debido que al terminar la secundaria nos mudamos junto a mi familia a Inglaterra. Nunca dejamos de hablar.
Me dispuse a rasgar el sobre y así poder deducir quien lo enviaba. Venía de los Estados Unidos; comencé a preocuparme.
Hace unos meses atrás, Alfred, comenzó a vivir conmigo. No estaba seguro al principio, pero logró convencerme. Cada día agradezco más la decisión que tomé.
Continúe con la abertura del sobre, hasta que se podía presenciar con claridad el remitente: Matthew Williams, el hermano menor de Alfred. Los nervios que traía conmigo se fueron desvaneciendo poco a poco; aunque en cuanto seguí con la lectura, el sentimiento comenzó a cambiar. Me invadió la ira. A corde seguía con la lectura mi cabeza se llenó de pensamientos irracionales que no me dejaban ver con claridad. "Ya tengo pago tu boleto de vuelta a casa...".
Desde que a él se le ocurrió la idea descabellada de vivir conmigo, suplicó; suplicó hasta el cansancio. No me quedó otra opción, y cedí a cumplir su petición. Continuamos con el plan acordado. Todo estuvo bien, mejor de lo que esperaba. Me sentía completo, eran sentimiento nuevo para mí, solamente me bastaba con su mera presencia para no sentirme solo. Pero ahora, ¿Volveré a vivir en soledad? ¿Solo porque a él le dio la jodida gana? ¿A caso no pensó en mí, en mis sentimientos? En lo absoluto. Ni siquiera tuvo el valor de revelármelo a la cara.
En ese momento volvió a escucharse la puerta. Volví a levantarme, pero ahora con más brusquedad que antes y sin soltar la carta de mi mano. Tomé el picaporte y abrí. Era él. Se encontraba empapado de pies a cabeza, pero aun así sonriendo cómo si nada estuviese pasando. En otros momentos me hubiese encantado verlo sonreír de esa manera, pero no era la ocasión; debía cortar su felicidad. Ojalá aclare todas mis dudas, fue lo que pensé. Empecé a mirarlo fijamente, con esperanza de que leyera mi estado de ánimo lo antes posible.
El hecho de volver a estar en mi situación anterior, Solo, sentado en mi sillón con el té en la mano todas las tardes, esperando simplemente a que caiga la noche, era algo que me temía repetir cómo rutina diaria en mi vida. Tenía que contárselo. Debía decírselo. Quería que lo supiera, cómo verdaderamente me siento. —Alfred, hablemos. — Comencé a expresarme por primera vez, quería quejarme, pero qué al mismo tiempo no se sienta atacado y huya del lugar. No quería que me deje, no podría soportarlo. Comencé a acusarlo, culparlo por hacerme sentir de esta manera.
Cómo era de esperarse, al estar frente a esta situación; lo negó.
Negó todo rotundamente.
Simplemente lo negó.
El sentimiento comenzó a crecer más y más dentro de mí. Ya no pensaba bien las cosas, esto es malo. Él simplemente comenzó a reír, diciendo que yo estaba exagerando. No tuve más elección que mostrarle la prueba, la única que tenía, que demostraba su engaño. Su sonrisa fue borrándose al paso de que yo desvelaba la carta que aún se encontraba fuertemente sujetada por mi mano. Ya no tenía una escapatoria, no había más excusas que poner. Estaba perdido. —El vuelo es en dos semanas. —Soltó de una buena vez mirando hacia el suelo, con una expresión nunca presenciada por mis ojos. ¿Ahora qué? ¿Qué buscaba desde un principio luego de escuchar su veredicto? Después de todo ya sabía cuál debería ser la repuesta obvia. ¿A que quería llegar con esto? Me gustaría que se quedara.
Por mí.
Que cancelase ese maldito pasaje y se quede aquí.
Conmigo.
Luché preguntándole su razón, no podía aceptarlo. Él no contestaba. No decía ni una palabra, solo miraba al suelo. Haciendo extraños gestos en el rostro, no podía leer sus sentimientos, no estaba acostumbrado a verlo de esta forma. Lo vi pensativo. Sin importar mi insistencia, no lograba obtener ninguna respuesta a cambio. Tal vez esté avergonzado, de no haberme dicho esto antes. ¿Acaso se cansó de mí y por eso quiere alejarse? No lo entiendo. Observando la situación me di cuenta de que él siempre consigue lo qué quiere. Cuando quiso venir, suplicó hasta no poder más, y lo consiguió. Ahora que yo estoy haciéndole simples preguntas no oigo una respuesta. El sentimiento aumentó, Comenzó a ser insoportable, no resistía más. —Arthur... —Dejó salir de su boca en un suspiro y con una mirada llena de sentimientos. Quería trasmitirme algo, lo sé, pero no funcionó. Ya no estaba con la condición de pensar con claridad, es peligroso. Veía cómo intentaba soltar unas pequeñas palabras, pero tan significantes para mí en ese momento. Hasta que cerró los labios. No dijo nada más. Se lo veía frustrado, fue lo único que pude leer en su rostro. Comenzaba a impacientarme, algo dentro de mí no quería esperar más por esas palabras. No sé que estaba pensando en ese momento, pero ya estaba en mi límite. Los sentimientos que estaba tratando de ocultar por todo este rato gritaban. Gritaban cada vez con más potencia en mi interior. No pude resistirlo, ya no podía más con la ardua espera. Me invadieron por completo. —Quiero que te vayas ahora mismo...

sɪᴍᴘʟᴇs ᴘᴀʟᴀʙʀᴀs. [one-ѕнoт] (USUK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora