Y como mirando dentro de su conciencia, atormentada por sus locos pensamientos miraba al vacío con los ojos inundados en un mar de culpas, sentimientos, pasados, recuerdos y momentos e incluso satisfacciones y felicidades. Algo aturdida y desorientada, estaba parada allí, casi sin poder mantener el equilibrio con las piernas débiles y el cuerpo sin fuerza alguna, reflejaba el agotamiento inmenso que llevaba no sólo físicamente sino que tomando por indicio la desdicha que brillaba con esplendor en su mirar, era notorio el cansancio que su agobiada alma tenía.
Tambaleante y al borde de hundirse en un interminable desato de lágrimas dió dos o tres pasos para acercarse a ver cuan profundo era aquel despiadado despeñadero en el que ya hace mucho tiempo había estado esperando encontrarse inconscientemente.
Hace unos meses o quizás años estaba haciendo un recuento acerca de cada paso de su vida y el recorrido que había transcurrido durante los 18 años que se le habían regalado para vivir hasta el momento teniendo en cuenta cada detalle y adentrándose minuciosamente en las partes más profundas de su conciencia, de su ser no sólo como mujer, como humano como hija y como hermana, como un familiar o una amiga; su auto análisis iba mucho más allá de cualquier perspectiva limitada. Ella miraba su propia alma, traba de mirarse, en ocasiones como alguien más la miraba a ella, salía por momentos de su cuerpo para pararse frente a el y contemplarse. Miraba dentro de sus oscuros y vacíos ojos, miraba sus turbios y retorcidos pensamientos que involuntariamente la enloquecían literalmente, sino que por instantes la demencia parecía apoderarse de su ser, nublando cualquier pensamiento o sentimiento que intentase salvarla de ese mal momento, envolviendola con una fuerza indescriptible que nadie llegaba a entender.