Dos semanas más tarde, Rose voló a Oahu. Después de aterrizar en Honolulú, conectó con un vuelo interno hacia el aeropuerto de Keaho-le, situado en la costa occidental de la gran isla, Hawai. Allí recogió un pequeño descapotable que Chang le había reservado en la agencia de alquiler de coches. Se dirigió al sur a lo largo de la costa de Kona hacia Kailua-Kona, asombrada por el paisaje llano y los afloramientos de roca negra. Pero al llegar a Kailua-Kona, la ciudad le resultó pintoresca y a rebosar de turistas que iban de una tienda a otra. Encontró Alii Drive y continuó al sur, siguiendo las indicaciones de Chang. El paisaje se tornó más verde y exuberante, más como imaginaba que era Hawai. En el interior de la isla había colinas. Al final llegó a los modernos pisos con vistas hacia el mar.
Aparcó en el lugar reservado al número del piso de los Kim. Subió en el ascensor hasta el ático y abrió con la llave que le había dado Chang. Reinaba la oscuridad debido a las cortinas cerradas. Las abrió. Unos ventanales ofrecían una vista arrebatadora del océano, con unas olas que rompían en una playa pedregosa y unas palmeras mecidas por la brisa. Abrió los ventanales, aspiró el glorioso aire fresco y salió a la terraza. Había una mesa pequeña y dos sillas, como si esperaran ser usadas, junto con unas tumbonas para tomar el sol. Rose sonrió y pensó que podría pasarse las dos semanas allí mismo, disfrutando del sol mientras se ponía al día en sus lecturas, al tiempo que contemplaba el apacible océano.
Al rato entró y exploró el cómodo salón, el dormitorio con su cama grande y la cocina. Había visto un supermercado cerca del edificio, de modo que bajó y compró unas galletitas, cereales para el desayuno, pan, zumo, huevos y leche. Por la tarde fue a la ciudad, hizo algunas compras, descubrió un restaurante pequeño y acogedor donde cenar y luego regresó al piso. Eran las ocho de la tarde, hora local, pero su cuerpo aún seguía con el horario de Chicago, donde era la una de la mañana. Terminó de deshacer las maletas, se puso el camisón corto y se fue a la cama. Relajada, en seguida se quedó dormida.
A regañadientes, Heechul conducía su Porsche en dirección al piso de su padre. Había decidido que era mejor dormir allí que en un hotel lleno de turistas. Todo el día trataba con ellos. Ned lo había invitado a quedarse en su casa, pero no quiso molestar a toda la familia. Años atrás, Chang le había dado la llave del piso, diciéndole que podía ir siempre que necesitara un sitio donde estar. Sospechaba que Chang lo había comprado sólo con ese propósito poco después de que Heechul se estableciera en Kailua-Kona. No había querido aceptar la llave, diciéndole a su padre que podía cuidar de sí mismo, pero éste había insistido. Esa noche era la primera vez que había necesitado usar el ático. No pensaba contárselo a su padre.
Ned había terminado de arreglar el yate, de modo que Heechul le dijo que se pusiera a acuchillar los suelos de la casa. Su amigo tenía razón... no podía seguir retrasándolo.
Al salir de su casa con algunas cosas que había recogido, por el retrovisor notó que un coche blanco parecía seguirlo. La situación lo puso nervioso, de modo que realizó varios giros por algunos caminos secundarios hasta lograr despistarlo. Cuando al fin llegó al piso de su padre, lo irritó encontrar un descapotable en el aparcamiento de Chang. Alguien no debía haberse dado cuenta de que eran sitios reservados. Aparcó en otro y subió en el ascensor hasta la última planta. Al entrar en el ático lo sorprendió un poco ver que las cortinas estaban abiertas. La luna llena que flotaba sobre el océano iluminaba bastante el salón, así que no se molestó en encender la luz.
La puerta del dormitorio se hallaba entreabierta, pero Heechul no entró. Dejó el bolso en el salón, abrió los ventanales y salió a la terraza. Como de costumbre, hacía una noche magnífica. La brisa era refrescante. Probó la tumbona y le resultó cómoda. En vez de ensuciar las sábanas, decidió que dormiría allí mismo. Le gustaba quedarse dormido con el sonido de las olas. Se sentía casi como en casa. Casi. Esperó que Ned terminara los suelos con la misma rapidez que había acabado el barco.
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I Will Never Marry You (Con Heechul)
FanficRose no podía creer que su suerte había cambiado. El millonario Kim Chang Min le prestaba su piso en Hawái, le regalaba el billete de avión y ponía un coche a su disposición. Todo era demasiado perfecto. Pero... había una condición: debía ir a visit...