Verónica era una chica de 15 que vivía en Vallecas, en Madrid. Era una chica que le gustaba mucho los héroes del silencio, un grupo de música muy popular en los 90, pero tenía un gusto más raro, las cosas relacionadas con los espíritus y con el demonio, a pesar de ir a un colegio de monjas. Siempre estaba viendo películas de miedo, de posesiones. Era su pasión. Le gustaba leer sobre invocaciones, pero no le gustaba hacerlas, pues tenía miedo de que pudiera pasar algo. Verónica tenía una vida algo complicada. Tenía tres hermanos, Irene y Lucía, mellizas, y su hermano pequeño, Antoñito. Cuando el pequeño nació, al poco tiempo su padre murió. Su madre se quedaba a trabajar hasta muy tarde en un bar, y ella se tenía que encargar de sus tres hermanos durante todo el día. Tenía que lavarlos, darles de desayunar, llevarlos al colegio y arroparlos. A sus 15 años tenía muchas responsabilidades. Su mejor amiga Rosa era la única que la entendía, tanto en sus responsabilidades como en lo espiritual. Aunque Rosa no creía en los fantasmas ni en los espíritus. Una noche, Verónica leyó en una revista un juego: la ouija. El juego constaba de un tablero y un vaso. Consistía en poner el dedo índice en el vaso, poner el vaso en el centro del tablero y hacer preguntas, preguntas como: ¿Hay alguien aquí? Pero para que funcione es recomendable ser tres personas. Verónica busco una ouija por todos lados, pero no encontró ninguna. Tuvo que esperar dos meses a comprar una. Salió con una oferta de El País. En cuanto al vio, se lo dijo a su amiga Rosa. Quería jugar con ella, pero Rosa, a pesar de no creer en esas cosas no estaba segura de jugar. Al final Verónica la convenció para, en el día del eclipse, jugar con ella mientras todos estuvieran en el patio. Pero para eso faltaba una semana entera. Verónica no podía aguantar tanto. Guardo la ouija en la mochila, y se fue a casa. Cuando llegó, lo primero que hizo no fue ni poner la comida, ni limpiar la casa. Fue esconder la ouija donde nadie pudiera verla.
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Verónica
HorrorVallecas, Madrid, 1991. Una niña, una niña cualquiera, normal como todas. Pero con una peculiaridad, el gusto por los espíritus. Ella no sabe los problemas que puede traer eso...