Cap. I El Sueño De Merced

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Era una mañana en Welen's Prelf, el sol se asomaba
en la infinidad del mar, después de la tormenta anterior al
día presente, como acostumbra ser el ambiente de la isla. Esa
mañana en especial, en un hotel de quinta que se localizaba
por la calle principal Lanis Consig, un par de hombres de
entre 30 y 36 años, se estremecían por la luz del sol que
tocaba sus parpados, aun durmiendo y casi inconscientes, en
la habitación de hotel número 234, que parecía más un
basurero, con las paredes desprendiéndose a gajos,
manchadas y llenas de humedad, el suelo que tenía un forro
de alfombra, estaba desgastado y más sucio de lo normal,
casi era una esponja de tierra y polvo, las esquinas estaban
llenas de moho y habían cuadros y figuras colgando en las
paredes, la puerta parecía un laberinto echo por las termitas
y el techo tenia manchas negras de humedad. Connor Henk
se retorcía sobre las sabanas percudidas y estiraba el cuerpo
saboreando su amargo paladar, mientras intentaba abrir uno
de sus parpados que parecía aberrarse herméticamente,
pegado por las lagañas, en su nariz sentía la transpiración del
alcohol curtido y vomito que manchaban sus prendas. Entre
su adormecimiento sintió una mano fría y rígida que tocaba
su hombro y tiraba de él, dando pequeños empujones y
jalones, su compañero de habitación Richard Howard ya
despierto y puesto en pie, con una sonrisa pálida, jugueteaba
con el hombro de Connor,-¡pss hey!, Connor- susurro
sonriendo alegremente, Connor abrió uno de sus ojos y al
instante un pinchazo de dolor toco su cabeza con una
jaqueca y múltiples gemidos emitió disgustado por su estado,
se dio la vuelta y restregó su cara en la cama mientras
inhalaba profundamente para calmar el dolor de cabeza.
Richard acariciaba su cabeza con un cariño descomunal, que
por un momento parecía amor, podrías pensar que tenía algún tipo de interés por él, pero en sus caricias había algo de burla y pena por su compañero,
enredaba los dedos en su cabello y jugaba con él, lo observaba con tanto desprecio y su sonrisa pálida se mantenía plasmada en su rostro.
Después de unos minutos Connor sintió el olor húmedo del colchón, se preguntaba en donde se encontraba y por qué había pasado la noche ahí, no
recordaba ni como llego y por qué Richard estaba con él, de un instante a otro unas nauseas lo inundaron hasta la garganta, con hábil destreza puso
las manos entre las fisuras de su boca y corrió hacia el baño, tropezando con las almohadas que estaban en el tapete color gris que recubría el suelo,
estirando la mano para dar vuelta a la perilla color oxido, el vómito se fugaba entre su boca y sus dedos, la puerta del baño se abrió con una rapidez
que creo un viento que recubrió su rostro, y solo se vomito sin resentimiento, dejo salir todo embarrando el tapete gris y salpicando sus pies, un grito
sofoco el fluido que salía por su boca y se vio obligado a salir por los orificios de la nariz, avanzando a tientas de reversa, se tropezó con la almohada
y cayó de espaldas en el suelo-¡Mierda, mierda... qué coño es eso!- grito escupiendo restos de comida triturada por todas partes, su compañero solo
sonrió mientras lo veía, con el rostro serio, la mirada afligida y las manos extendidas hacia la parte trasera de su espalda. - ¿Qué sucede Connor, por
qué gritas?- dijo con tal tranquilidad que parecía arrogante. -hay un maldito desastre en el baño, hay sangre por todos lados...parece un matadero-
exclamo Connor con desesperación. -Mira asómate-. Con paso encalmado y sin prisa Richard camino hacia la puerta entre cerrada del baño sin decir
nada, volteo la mirada hacia su compañero, quien le hizo una seña con las manos, como si lo empujase a entrar. Tomo la perilla y la jalo para abrir del
todo la puerta, la soltó y dejo que se balanceara sobre su eje hasta el límite, se quedó inmóvil viendo las paredes del baño, losas color carne que tenían
suciedad verdosa en los espacios, donde el yeso que sobresale marcando líneas que solían ser blancas, la pared estaba totalmente salpicada de sangre,
manchones coagulados que habían perdido el color carmesí y era más morado y oscuro que un moretón, en la bañera un cuerpo echo rompecabezas casi identificable se encontraba colocado en una pose relajada, con moscas entre la piel resonando con aleteos, las cuales ni se alborotaron por ver a
Richard, la cabellera pelirroja de lo que parecía una mujer sobresalía de una de las horillas de la bañera, un mechón goteaba pequeñas y minúsculas
lágrimas de color rojizo que tenían salpicado el suelo, donde había un camino de tripas y órganos regados hacia donde fuera, era casi imposible notar
si era más asqueroso que el retrete que aun tenia mierda fresca en él, flotando como un salvavidas a la deriva. Richard sin pena alguna se introdujo al
inmundo desastre, aproximándose al cuerpo hinchado y cutre, observando su rostro sin carnosidad, y sin ojos, los cuales deberían estar en las cuencas
oscuras y vacías, entre su sonrisa deforme y sus dientes estropeados se notaba una tarjeta de presentación colocada entre sus dientes, parecía que alguien
la puso ahí, con delicadeza Richard abrió su quijada que provoco un estruendo forzado de los huesos moviéndose, saco la tarjeta y la apretó en su
puño, echo una última mirada hacia la cortina blanca de la bañera, que no era más que una pintura abstracta, con cucarachas pegadas moviendo sus
antenas de un lado a otro, sin más que ver o averiguar, salió del baño mientras bajaba la palanca del retrete. Connor lo vio salir con el sonido del agua
llevándose la mierda, se veía tan normal, tan calmado - ¿qué pasa contigo?- Pregunto, viendo sus zapatos de charol que arrastraban un trozo de carne
flácida y en descomposición. -Encontré esto- contesto viéndolo desde la altura de su postura, con la sonrisa enfermiza en su rostro, entregándole la
carta de presentación.
Connor tomo la tarjeta de presentación y especulo sobre los bordes rojizos que había dejado el cuerpo sobre la tarjeta color manila, en letra cursiva
resaltaba el nombre "DR. Cuper Cheis", por un momento le pareció familiar el nombre pero, -¿quién coño es el Dr. Cuper Cheis?-. Su compañero
sonrió burlonamente, -¿qué aremos con eso?, ¿qué paso ayer? y ¿Cómo demonios termine aquí?-, Richard guardo silencio y camino hacia la puerta de
la salida, se paró a un lado de la chapa y la miro,-salgamos de aquí, deja el cuerpo, olvida esto, solo vámonos- Connor asintió con duda, poniéndose de
pie mientras se limpiaba los mocos, camino hacia la entrada de tal perturbador escenario, echando una mirada, dio vuelta sobre sí mismo y camino con
el estómago echo puré hacia la salida de la habitación, miro a su querido amigo y extendió la mano, como si fuera a saludar a alguien, tomo la chapa y
abrió la puerta. Richard salió tintineante y burlón, como si lo que hubieran visto no significara nada malo, como algo que sucede a diario en la vida
diaria.
Connor salió de la habitación, deslumbrado por la alfombra roja que se extendía por todo el pasillo del hotel Red Eyes, al menos eso es lo que decía
un cartel que colgaba de la pared, que estaba posteriormente enfrente de la habitación 234, un tanto colorido con bordes aflorados hechos de madera
y pintura vinil, las paredes tenían un aspecto bello e inmaculado, parecían de pastel color morado sabor uva, daban ganas de comerse, más aun con el
olor a lavanda que emanaba de las cubiertas de la pared. Richard lo llamo desde el otro lado del pasillo para que se diera prisa, al parecer había
encontrado las escaleras, Connor no le tomo tanta importancia, siguió observado el pasillo del hotel Red Eyes, girando sobre sí mismo hasta toparse
con la puerta de su habitación, se veía vieja y desgastada, en ella colgaba una hoja con un sello del condado de Welen's Prelf, al parecer era un
documento de clausura por un asesinato que fue ocasionado en la habitación, estaba firmado por el jefe de policías Ted Pichee, Connor se estremeció
y le pareció totalmente enfermiza la idea, de que el fuera el asesino y no lo recordara, como no recordaba como llego ahí y por qué Richard estaba con
él, de echo... -¿y Richard?- pensó vagamente lanzando la mirada hacia el final del pasillo, y al no ver a Richard, se estremeció por lo extraño que era su ausencia.
corrió hacia la salida y se asomó por las escaleras, no vio más que escalones y un declive hacia la planta baja, decidió bajar y buscar a Richard, pero
tampoco lo vio en la planta inferior, no vio absolutamente a nadie ni a nada, intento buscar al portero o algún trabajador del hotel Red Eyes, pero no
había nadie, solo le quedaba la salida principal del hotel que tenía un cartel de metal con la palabra "salida de emergencia", sin pensarlo más tomo la
puerta corrediza y abrió. Una tonelada de viento y rallos de bochorno lo golpearon en la cara, a tientas empezó a caminar hacia enfrente, buscando con
la mirada a su compañero, viendo hacia todos lados, pero no tuvo más que una calle solitaria y desértica, de pronto un recuerdo de la tarjeta de
presentación se le vino a la mente, la saco de uno de sus bolsillos e intento encontrar algún numero o una dirección para poder contactarlo pero no
encontró nada más que el nombre simpático del Dr. Cuper Cheis, (-pero pensándolo bien, ¿para qué querría la dirección?, muchas cosas aun no tienen
sentido, diría yo-)
Durante más de una hora o dos vago por todas las calles de Welen's Prelf, buscando a alguien para poder pedir información, se asomó por un par de
ventanas para averiguar si alguien estaba en casa, pero solo logro ver las cortinas serradas. Al cabo de las 3 horas se sintió exhausto de correr de un lado
al otro, así que decidió sentarse y respirar, con la carta de presentación en las manos leyendo una y otra vez ese nombre tan burlón; de pronto una vos sobre salto
sus sentidos, no entendía lo que trataba de decirle, ni siquiera sabía de donde venía e intento ignorarla, pero el aullido persistía en la profundidad de
su mente, al menos ya sabía de donde venía la vos.
Por un momento creía que estaba volviéndose loco, pero sus dudas se aclararon cuando en lo profundo de su conciencia, se escuchó la vos gruesa y
tenue, que le dijo -se, lo que hiciste Connor, se lo que ocultas- Connor intento ponerse de pie pero no pudo más que tambalear al intentarlo, lo que
lo hizo caer y derribarse de nalgas hacia el suelo, -¿quién eres?- grito al viento, pero no hubo respuesta. Después de ponerse de pie y sacudirse el polvo
del trasero, la vos le repitió: -recuerda, tu vienes de arriba, de ahí eres, recuerda... recuérdalo muy bien Connor, que nadie ha olvidado lo que has hecho,
Richard lo sabe y tú lo sabes-. No se escuchó nada más, ni siquiera él fue capaz de gritarle al viento, trataba de entender lo que la vos en su mente le
dijo, -¿arriba, donde arriba?-, entre la desesperación se le vino el recuerdo de la colina, que había visto al pasar por la calle Olwors, miro por ultima ves
la tarjeta de presentación y emprendió el camino hacia la colina, corrió como si no tuviera a donde ir, con el corazón que daba saltos dentro de su
pecho, como si fuera a salirse mientras corría, algo atrajo su atención al ver una cafetería llamada Merced, con arbustos en los dos costados de la entrada, cortinas color rosa y ventanas cuadradas grandes con bordes de madera. Le hizo sentir la sensación de paz, y de recuerdos, pero no veía los
recuerdos, solo los sentía... como si fueran propios de él, y entre su sueño y delirio le pareció ver el rostro de Richard Howard en una de las ventanas,
eso lo hiso detenerse de golpe y gritar con su aliento que le restaba -Richard...- y no se escuchó más que su balbuceo, tratando de recuperar el aire,
pero él podría jurar que lo vio, con su sonrisa pálida, pegada a uno de los vidrios transparentes de la cafetería. Connor decidió investigar, así que se
acercó a la pequeña cafetería, regocijando sus sentidos con el olor a miel de los arbustos que se encontraban en metamorfosis y la cálida bruma que
salía de ese lugar.
Por un instante olvido la tarjeta de presentación, la habitación 234 del hotel Red Eyes y hasta el cuerpo hecho añicos en la bañera. Entre el resplandor
que cubría el interior del lugar, logro ver un retrato que estaba detrás de la caja registradora, aun lado de las cafeteras, por lo visto era una familia, lo
que le hizo sentirse tan bien, físicamente y hasta espiritualmente, calmo su corazón y recupero el aliento que había perdido hace unos instantes. Lo
extraño era que no alcanzaba a ver el rostro de las personas en el retrato, no veía más que un manchón, se acercó un poco más al vidrio para lograr ver,
aun así no logro conseguir nada, de pronto sintió que esa vos le dijo que viera la carta de presentación o al menos eso creía el, de un momento a otro
tenía la carta de presentación color manila, sin ningún manchón rojo, totalmente firme e integra, con el nombre del Dr. Cuper Cheis, y más abajo una
frase entre comillas "la solución a su problema, está en dilema", todo esto en letra cursiva, le pareció extraño que la tarjeta estuviera totalmente en
condiciones óptimas, no sabía lo que sucedía, otra cosa Mayúsculamente extraña, era que el sol seguía en la misma pose, desde que toco sus parpados.
Al reversó de la tarjeta decía "que esperas para subir". Al instante Connor sintió como su cuerpo se erizaba y se endurecía de terror, pero sabía que la
respuesta podría encontrarla en la sima de la colina, por lo que decidió continuar el recorrido, olvido a Richard y corrió y corrió hasta llegar a la
entrada, echa de herrería y pintada de color negro, una rejilla entre cerrada le daba la bienvenida a lo que parecía una mansión. Por un segundo le
pareció oír miles de gritos y gemidos provenir del patio de aquella gran casa, el patio estaba totalmente muerto, no vio ni escucho un insecto, ni siquiera
algún color vivo, recorrió el camino echo de piedras labradas, hasta llegar a una gran puerta de roble tallada con figuras de ciervos y animales, no había
timbre ni campanillas, a lo que decidió endurecer los nudillos y golpear. Pero antes de tocar esa madera tan refinada, podría haber asegurado que
escucho que alguien toco la puerta del otro lado, pensó en poner el oído en la puerta pero decidió tocar con aun más vigor, las manos le sudaban y le
temblaban las piernas, escucho más gritos quejumbrosos en la infinidad del patio, el miedo le empezó a recorrer las venas y exploto, en desesperación
azoto una y otra vez sus nudillos contra la puerta, hasta que escucho una vos profunda y muerta, decir -¿Quién es?-.
Connor sintió que su corazón se pulverizo y de su boca no logro salir ni una palabra, pensó en su nombre como si lo digiera en vos alta, y la vos muerta
le contesto -por favor pasa, te he estado esperando-. La puerta se abrió por sí sola, resonando como un gruñido entre las sombras, Connor entro
titubeando, con sudor en la frente y casi orinando sus pantalones, la puerta se cerró sin gruñir y un golpe tosco la sello herméticamente. En la oscuridad
se veía el resplandor de una fogata en todo vigor dentro de una biblioteca, Connor decidió entrar y ver quien era su anfitrión. -Richard toma asiento-
dijo la vos, que ahora era más viva, Connor busco a Richard en la habitación y se sintió confundido de a quien se refería. En un sofá grande su anfitrión
estaba tomando el calor de la fogata, con una copa de vino tinto en la mano izquierda. -Connor, Richard, es lo mismo, toma haciendo ahora, por
favor- resonó un eco rotundo, con enojo. Connor corrió y se tumbó en una silla de madera de roble tallado, muy fino y elegante, a espaldas del gran
sofá. Connor no comprendió lo que esa persona había dicho, por lo que decidió preguntar - quien so...- sin terminar la frase, el hombre con la copa
de vino tinto le contesto -yo soy ¿el doctor Cuper Cheis?, y se a lo que has venido, y no es por Richard, porque Richard eres tú-. Afirmo con certeza,
Connor no sostuvo más las ganas de hablar y balbuceo. - ¿qué hago aquí y por qué afirma que soy Richard?, él era mi compañero del hotel- la vos
sonrió y pregunto -en realidad no recuerdas, escucha, ¿realmente quieres saber quién eres?, crees que esa es la pregunta indicada- Connor no dudo dos
veces y dijo que si, quería saber quién era, a lo que el hombre frente a la fogata respondió: -tu eres Richard Connor Howard Henk, hace 10 años
perdiste a tu hija Merced, murió a causa de un cáncer que se expandió por su cerebro, solías atender una cafetería, es más... era tu cafetería, le pusiste
el nombre de tu hija, y atendías junto con tu linda mujer, durante un par de años hasta que tu hija falleció y decidiste cerrar la cafetería, caíste en los
vicios y olvidaste a tu mujer, era una linda chica pelirroja llamada Samantha, ella te busco y quiso ayudarte pero tú, maldito cobarde, la asesinaste en el
cuarto de un hotel-. La vos guardo silencio mientras bebía su vino y Richard Connor solo negó todo, exigió saber la verdad, saber lo que pasaba y
quien era, no creía, intento huir de la casa pero no pudo, golpeo la puerta con pies y manos pero no logro hacerle ni un solo rasguño, la depresión e
impotencia se apoderaron de él y solo pudo arrodillarse a llorar. De entre las sombras, el hombre sentado en aquel sofá ahora estaba frente a él, alto y
flaco, con las manos huesudas, totalmente de negro, Richard intentó ver su rostro pero solo vio sombras, -Richard, tu esta mañana cometiste suicidio,
acaso no te das cuenta que tú ya no eres nadie, perdiste a tu hija, mataste a tu esposa y después te inundaste en alcohol y moriste de una congestión
alcohólica- dijo la vos firme y muerta de un principio, Richard pudo recordar a su hija en el café, recordó la inauguración de aquel entonces y la vos
en su mente exclamo - te lo dije, tú sabes lo que has hecho y quien eres- , Richard saco la carta de presentación y la miro, sus ojos se llenaron de horror
al ver una carta totalmente oscura que decía en letras blancas cursiva, "La luz de tu vida, se ha apagado". El hombre alto y delgado, se paró sobre una
puerta y abrió diciendo con exclamación -Richard, la pregunta que debiste hacer era ¿Quién soy yo, y a que he venido?, ahora hazme el pequeño favor
de ponerte de pie y entrar, que tienes una linda familia esperándote, pequeño Richard- . Y el sol callo al final del día, dejando ver la luz de la luna caer
sobre la calle Lanis Consig, enfrente del hotel Red Eyes.

La Musa Escarlata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora