Prólogo:
A veces no tenemos valor suficiente para afrontar los hechos. A veces sentimos demasiado cerca el juego del azar. Entonces lanzamos la moneda al aire, y la atrapamos agarrándola con todas nuestras fuerzas. Cerramos los ojos, y con la angustia en el corazón y el temor a saber que ha salido, miramos.
Ahí todo se para. El tiempo te parece que se detiene, que las cosas transcurren a otra velocidad, que te mueves más despacio que el resto, y que no te logras orientar. Miras al cielo, y ves nubes grises. Miras al suelo, y una enorme grieta se abre bajo tus pies. Tratas de correr, pero el miedo te ha paralizado. Buscas ayuda, pero ya nadie está. Nadie está. Te sientes desfallecer, desapareces, como las esperanzas que tuviste un día de que todo fuera bien. Y te caes.
Ya no hay mano que te salve ni soga a la que agarrarte. Ya no.
Te abruma el enorme vacío en el que te ves, y la espesa niebla que se cierne a tu alrededor. Comienzas a respirar entrecortadamente, la vista se te nubla, y las lágrimas quieren ahogar tu silencio. Entonces sucede, tal y como te lo habías imaginado...
El brillo de tus ojos comienza a desvanecerse, pero las cosas se empiezan a aclarar. Y lloras. Callas, y sigues de manera autómata viviendo. Sabes que no es lo que querías, pero es todo lo que tienes, todo lo que eres. Y lo que crees que serás. Pasan los días y no hablas con nadie. Prefieres encerrarte en casa y no comer nada. Nada, hasta que te llaman la atención.
Al principio te niegas a ingerir nada, pero tu estómago te tortura, y ya no puedes hacer nada para ignorarlo. No tienes elección. Echas mano de todos los dulces, chocolates, y productos de bollería que hace tiempo decidiste aparcar al fondo de la despensa. Decides vengarte de la crueldad de la situación volcando tus altibajos en las calorías.
Y comes, deprisa al principio, esas tarrinas enormes de helado de chocolate. Las de las películas. Luego decreces el ritmo, estando en pijama, mirando la tele y con el pensamiento perdido lejos de donde estás, comienzas a sentir algo salado en tu boca.
Te levantas a duras penas. Vas al baño, y te miras en el espejo. Ves a una chica adolescente, con el pelo recogido malamente en una coleta deshecha, la cara llena de maquillaje (que a causa de las lágrimas había emborronado todo), una bata, y varias toneladas de pañuelos a su alrededor.
Abres el grifo y comienza a correr el agua. Pones el tapón en el lavabo y dejas que se llene casi hasta el borde. Entonces te quitas la bata, y simplemente en ropa interior, en el baño, decides cambiar.
Así es como siempre es todo. Como comienzas a vivir la segunda etapa de tu vida. Esa en la cual tratas de actuar como una persona de mayor edad de la que realmente tienes, al principio, pero que en la que mas tarde te has dado cuenta de que maduraste, demasiado rápido en tan poco tiempo.
Todo comenzó así exactamente. Sin cambiar nada. Y ahora os contaré el por qué de mi reacción pasada.
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Justo detrás de ti
Teen FictionLena es una adolescente que se va a vivir a Valladolid. Tiene que cargar con su pasado, pero el presente de esta nueva ciudad van a traerla nuevas cosas en las que pensar.