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Se me hacía tarde para la escuela, mi padre estaba impaciente dentro del coche, pitando cada tres segundos, salí con la mochila colgando de mi mano izquierda mientras hacía estrategia para acomodarme el chaleco.
Subí al asiento de copiloto con rapidez, los ojos verdes de papá me observaron serios y le ofrecí una sonrisa de disculpas, encendió el coche y empezó la trayectoria de veinte minutos para mí escuela, me acomode la corbata azul marino y me limpie el sudor con una toalla de papel, me miré rápido en el espejo y me acomodé el cabello hacía un lado, de manera que me viera presentable.
No era sorpresa decir que llegue tarde, al momento en el que baje, la campana ya estaba sonando entre corriendo a la escuela, tropezando casi con mis propios pies, corrí a mi casillero por mis libros de Matemáticas y avance con rapidez, llegue cansado al salón, la maestra no había llegado lo cual agradecí.
Me senté a lado de Wesley, mi mejor amigo, me miró con una ceja arriba.

—No me sorprende —fue lo que salió de su boca

—Cállate —bufé

Una sonrisa egocéntrica se expandió en su rostro y yo rodé los ojos, ganas no me faltaban de golpearlo, pero en el momento que había tenido las fuerzas, la señorita McCkenly interrumpió mis planes de romperle la sonrisa a mi mejor amigo, pero con amor, claro.

—Buenos días, jóvenes —saludó la profesora

Nos pusimos de pie.

—Buenos días, señorita McCkenly —dijo todo el salón al unísono

Ella asintió, esa era la señal para que pudiéramos sentarnos, era molesto tener que pararse cada clase a saludar. No podíamos hacer mucho, sin embargo.

Saque mis libros y mis cuadernos, tome un bolígrafo y un lápiz, miraba atentamente la pizarra cuando de repente, el estornudo de Wes me sobresaltó.

Lo mire de reojo y tenía su rostro escondido en el interior de su antebrazo.

—Salud —susurré

—Gracias —murmuró, consternado

Asentí, la profesora anotó unas ecuaciones y raíces cuadradas por resolver en problemas, los anote y empecé a analizar, no pasaron ni cinco minutos cuando Wes volvió a estornudar.

Esta vez le miré con el ceño fruncido, apretó el puente de su nariz, tallándose el ojo derecho con la su mano libre (la derecha)

—Wes, si estabas resfriado, no debiste haber venido amigo —susurré

—Señor White, ¿acaso no deje trabajo o quiere salirse de mi clase? —bufo mi profesora

—Lo siento, señorita —respondí, volviendo a concentrarme.

Llevaba cinco ecuaciones y cinco raíces cuadradas resueltas cuando Wes empezó a toser y estornudar, lo mire de nuevo, su rostro estaba sonrojado y sudaba un poco. Él me miró, cansado y con los labios resecos.

—Me siento muy mal —jadeo

—Te llevaré a enfermería —susurré

Sacudió su cabeza.

Levante mi mano, ignorando sus reproches, la profesora me vio y me hizo ademán de que podía hablar.

—Señorita McCkenly, ¿puedo llevar a mi compañero Wesley a enfermería? Está muy mal —hable ante la mirada de todos.

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