Nora: Sí, bueno, eso también.
Rank: (En voz baja a Helmer) No la contradigas…
Helmer: (Abrazando a Nora por la cintura) Se va a hacer lo que quiere mi chiquita…
Pero mañana a la noche, cuando ya hayas bailado...
Nora: Quedás en libertad. (Lo besa, se desprende y corre hasta una puerta. Grita)
Elena, llevá champagne a la mesa.
Helmer: ¿Y ahora tenemos fiesta?
Nora: Sí, fiesta y champagne hasta que amanezca. Y unos dulces, (a la puerta,
gritando) Elena… mejor dicho, muchos dulces, ¡por una vez! (Va a gritar de nuevo;
Helmer la toma del brazo)
Helmer: ¡Basta de locuras! ¿Dónde quedó mi pajarito de siempre… el que no se porta
así?
Nora: Acá, Torvald; bueno, me porto bien. Pero ahora salí un minuto, y usted
también, doctor. Cristina, ¿me ayudás a arreglarme el pelo?
Rank: (Por lo bajo, mientras salen) Decime, ¿ella no estará, ejem, embarazada…?
Helmer: No; para nada. Es ese miedo infantil que te contaba; se porta como una nena
cuando se pone nerviosa.
(Salen por la derecha al interior de la casa)
Nora: (a Cristina) ¿Y?
Sra. Linde: Se fue al campo y vuelve mañana a la noche. Le dejé un mensaje.
Nora: Mejor no lo hubieras hecho. No tendríamos que evitar nada. En el fondo, es una
alegría tan grande estar esperando un milagro…
Sra. Linde: ¿Me decís de una vez qué es ese milagro que esperás?
Nora: Oh, vos no lo podés entender. Andá con ellos; la cena está servida. Yo ya voy.
(La Sra. Linde pasa al comedor.
Nora hace un esfuerzo para dominarse y mira su reloj. Queda en silencio, tensa.
Helmer aparece en la puerta a la derecha.)
Helmer: ¿No viene mi pajarito?
Nora: (Corriendo hacia él) ¡Acá lo tenés!
Tercera Parte
1.
Linde, Krogstad
Sra. Linde: Bueno, Krogstad; hablemos.
Krogstad: ¿Tenemos algo de qué hablar nosotros?
Sra. Linde: Mucho.
Krogstad: Quién lo hubiera dicho…
Sra. Linde: Nunca me entendiste.
Krogstad: ¿Y qué tenía que entender? Es la historia más vieja del mundo. Una mujer se
saca de encima un hombre cuando aparece otro con más plata.
Sra. Linde: ¿Creés que te dejé sin pensar lo que hacía?
Krogstad: ¿Por qué me escribiste esa carta?
Sra. Linde: No tenía alternativa; tenía que dejarte. Así que la escribí para que pudieras
olvidar mejor tus sentimientos.
Krogstad: (Apretando los puños) Qué considerada… Y todo por la plata.
Sra. Linde: Y por una madre inválida y dos hermanos que cuidar. No podíamos
esperarte, Krogstad, con esos proyectos tuyos tan lejanos…
Krogstad: ¿Mis proyectos…? Puede ser. Pero no tenías derecho a dejarme por otro.
Sra. Linde: No sé. Me pregunté muchas veces si tenía derecho o no.
Krogstad: Cuando me dejaste, fue como si desapareciera la tierra bajo mis pies.
Sra. Linde: A lo mejor la salvación está cerca.
Krogstad: Estaba cerca, pero viniste y te metiste en el medio.
Sra. Linde: Yo no sabía nada, Krogstad. Recién hoy me enteré que eras vos al que
reemplazaba. Yo dejaría ese puesto en el banco, pero no creo que te convenga ahora.
Krogstad: ¿Que me convenga? Yo lo dejaría de todos modos.
Sra. Linde: La vida me enseñó a ser cautelosa, y sensata.
Krogstad: Y a mí me enseñó a no creer en frases huecas.
Sra. Linde: Entonces te enseñó bien. Pero todavía creés en los hechos, ¿no?
Krogstad: ¿Qué querés decir?
Sra. Linde: Yo también me quedé sin tierra bajo los pies. No tengo a nadie por quien
sufrir; a nadie a quien dedicarme. En fin. Creo que todo indica que deberíamos
juntarnos.
Krogstad: ¿Cómo?
Sra. Linde: Tendríamos más posibilidades.
Krogstad: Cristina…
Sra. Linde: ¿Por qué pensás que vine a la ciudad?
Krogstad: No podés haber pensado en mí.
Sra. Linde: Yo tengo que trabajar para soportar la vida. Desde que tengo uso de razón,
trabajé siempre, y el trabajo fue mi única alegría. Pero ahora estoy sola en el mundo,
abandonada. Trabajar para una misma no da satisfacción, Krogstad. Y vos podrías
darme alguien por quien trabajar.
Krogstad: No te creo. Este es uno de esos arrebatos románticos, femeninos; sacrificarse
y esas cosas…
Sra. Linde: ¿Te parezco arrebatada y romántica?
Krogstad: Pero no puede ser, Cristina… ¿Conocés mi pasado?
Sra. Linde: Sí.
Krogstad: Mi reputación…
Sra. Linde: Pensé que insinuabas que conmigo habrías sido diferente.
Krogstad: Claro que sí.
Sra. Linde: Bueno; todavía hay tiempo.
Krogstad: Cristina... Tenés todo muy pensado, ¿no? Sí, se te nota. ¿Pero estás segura
de tener valor para…?
Sra. Linde: Yo sólo necesito alguien para cuidar, y tus hijos necesitan una madre.
(Pausa) Vos y yo nos necesitamos, uno al otro. Y además creo en vos, Krogstad. Sí. Me
pienso arriesgar y afrontar lo que pase.
Krogstad: (Tomándole las manos) Gracias, Cristina, gracias. Ahora sí puedo encontrar
la forma de recuperarme. Ah, me olvidaba de...
Sra. Linde: (Escuchando) Sh. Es la tarantela. Tenés que irte.
Krogstad: ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Sra. Linde: ¿Oís la música? Cuando termine, regresan.
Krogstad: Bueno, me voy; igual ya es inútil. Vos no sabés, claro, el paso que di contra
los Helmer.
Sra. Linde: Sí, Krogstad, estoy al tanto.
Krogstad: ¿Y aún así tenés valor pa…?
Sra. Linde: Comprendo perfectamente hasta dónde puede llevar la desesperación a
un hombre como vos.
Krogstad: Si pudiera deshacer lo que lo hice…
Sra. Linde: Podés; tu carta todavía está en el buzón.
Krogstad: ¿Estás segura?
Sra. Linde: Completamente; pero…
Krogstad: Ah, de eso se trata, entonces. Querés rescatar a tu amiga a cualquier precio.
Decímelo directamente, ¿es eso?
Sra. Linde: Krogstad, una persona que se vendió una vez para salvar a alguien no
comete el mismo error de nuevo.
Krogstad: Le voy a pedir a Helmer que me devuelva la carta.
Sra. Linde: ¡No! No.
Krogstad: ¿Por qué no? Lo espero acá hasta que baje y le pido que me la devuelva.
Le digo… que es acerca de mi despido, y que es mejor que no la lea.
Sra. Linde: Krogstad; no pidas esa carta.
Krogstad: Vamos, Cristina. ¿No fue por eso que me citaste en realidad?
Sra. Linde: Sí, en un primer momento. Pero ya pasó un día entero, y vi cosas increíbles
en esta casa. Helmer tiene que enterarse de todo.
Krogstad: Bueno, si vos querés cargar con esa responsabilidad… Pero hay algo que sí
puedo hacer por ellos; y lo voy a hacer ya mismo.
Sra. Linde: (Escuchando) ¡Apurate; tenés que irte! Terminó el baile.
Krogstad: Te espero afuera.
Sra. Linde: Sí. Me gustaría que me acompañaras a casa.
2.
Helmer, Linde, Nora
(Llegan del baile; se oye música del piso de arriba)
Helmer: (pasando al interior de la casa) Sra. Linde…
Linde: Disculpe. Pasé un momento a ver cómo le quedó el traje a Nora…
Helmer: Bien, bien. (Sale)
Nora: (Sofocada cuchicheando) ¿Qué hay?
Sra. Linde: Ya hablé con él.
Nora: ¿Y?
Sra. Linde: Nora, te insisto: tenés que contarle todo a tu marido.
Nora: (Sin fuerzas) Lo sabía.
Sra. Linde: Nora, Nora; ya no tenés nada que temer de Krogstad. Pero igual tenés
que hablarlo todo.
Nora: No voy a hablar.
Sra. Linde: En ese caso, la carta va a hablar por vos.
Nora: Gracias, Cristina. Ahora sé lo que tengo que hacer. Sh.
Helmer: (De vuelta) ¿Y, señora, la admiró como quería? Sra.
Linde: Sí, y ya me despido.
3.
Helmer, Nora, al final entra Rank
Helmer: ¡Ah, por fin! ¡Qué mujer más fastidiosa! (algo vacilante, va hacia ella) ¡Pero
qué buen champagne que había en la fiesta!
Nora: (alejándose) ¿No estás muy cansado, Torvald?
Helmer: No, para nada.
Nora: ¿No tenés sueño?
Helmer: No, al contrario. Estoy muy… animado. ¿Y vos? Vos sí tenés cara de sueño.
Nora: Sí, estoy cansadísima. Me voy a dormir enseguida.
Helmer: ¿Ves que tenía razón en no quedarnos más tiempo en el baile?
Nora: Vos siempre tenés razón.
Helmer: Ésa es mi alondrita. ¿Y no viste lo alegre que estaba Rank?
Nora: ¿Sí? No hable con él.
Helmer: Hace mucho que no lo veía tan contento. (La mira un rato y se acerca) Ah,
qué maravilla estar en casa solos. ¡Mi cosita hermosa!
Nora: No me mires así, Torvald.
Helmer: ¿Por qué? ¿No puedo mirar mi tesoro? Y pensar que toda esta belleza es
mía, solamente mía, completamente mía.
Nora: (Corriéndose hacia otro lado) No me digas cosas así esta noche.
Helmer: (Siguiéndola) Ja, todavía tenés la tarantela en la sangre, mi amor; y eso
me atrae mucho más. Escuchá; los invitados se están yendo. (En voz baja) Pronto
va a quedar toda la casa en silencio.
Nora: Eso espero.
Helmer: Sí, claro que esperás eso. Nora, ¿sabés…? Cuando voy con vos a una fiesta…
¿Sabés por qué no te hablo, por qué me quedo lejos y te miro de vez en cuando, así,
disimulado? Porque me imagino que somos amantes secretos, que estamos
comprometidos pero que nadie sabe lo que pasa entre nosotros.
Nora: Sí, ya sé que estás pensando en mí todo el tiempo.
Helmer: Y cuando llega la hora de irnos, y te pongo el chal en estos hombros tan
delicados, y te envuelvo esta nuca perfecta, me imagino que estamos recién casados,
que llegamos de la boda a casa, y que nos quedamos solos, por primera vez… con vos, muy jovencita y temblorosa y hermosa. Tuve ese único deseo, toda la noche. Cuando te vi seducir y provocar con la tarantela, no aguanté más y te traje rápido.
Nora: Dejame, Torvald. No seas así.
Helmer: ¿Qué te pasa? Estás jugando, ¿no? Así que no querés. ¿Acaso no soy tu marido?
Rank: ¿Puedo entrar un momento?
4.
Helmer, Rank, Nora
Helmer: (Molesto) Rank, adelante. Es una especie de halago esto de que no pases por
nuestra puerta sin entrar.
Rank: Los escuché y me dieron ganas. ¡Ah…! Realmente disfruto estando con ustedes.
Helmer: Parecías disfrutar arriba también.
Rank: Muchísimo. ¿Y por qué no? ¿Por qué la gente no tendría que tomar todo lo que
el mundo le ofrece? Todo lo que se pueda, todo el tiempo que se pueda. El vino era
excelente. Es increíble todo lo que tomé.
Nora: Torvald también tomó mucho hoy.
Rank: Lo bien que hizo. Hoy me dije: voy a pasar una velada agradable después de un
muy buen día de trabajo. ¿Ya les conté?
Nora: ¿Alguna investigación científica?
Rank: Exactamente.
Helmer: Pero mirá vos; ¡Norita hablando de investigaciones científicas!
Nora: ¿Buenos resultados?
Rank: El mejor posible: la verdad.
Nora: (Rápidamente) ¿La verdad?
Rank: Absoluta. Así que, después de todo, ¿por qué no iba a permitirme una noche
alegre?
Nora: Hizo muy bien, doctor.
Helmer: Lo mismo digo, siempre que no pagues las consecuencias mañana.
Rank: En esta vida todo se paga.
Nora: A usted le gustan los bailes de disfraces, ¿no?
Rank: Sí, cuando hay trajes graciosos.
Nora: ¿Y de qué vamos a disfrazarnos usted y yo en el próximo?
Helmer: ¿Ya estás pensando en el próximo? Qué
insaciable. Rank: ¿Usted y yo…? Ya sé. Usted será una
mascota. Helmer: ¿Y cómo es el disfraz de mascota?
Rank: Tu mujer sólo tiene que verse como todos los días.
Helmer: ¡Ja, muy bueno! ¿Y vos de qué te vas a disfrazar?
Rank: Ah, sí: yo, en el próximo baile, voy a ser invisible.
Helmer: ¡Genial! ¿Y cómo vas a hacer?
Rank: Hay un sombrero negro… ¿No escuchaste la leyenda del sombrero que te hace
invisible? Te lo ponés y nadie más te ve, nunca más.
Helmer: (Disimulando una sonrisa) Sí, claro, claro.
Rank: Pero me estaba olvidando para qué vine. Helmer, dame un cigarro, uno de
tus habanos negros.
Helmer: Con mucho gusto. (Le ofrece la tabaquera)
Rank:(Tomando un habano y cortándole la punta.) Muy amable.
Nora: (Prendiendo un fósforo) Permítame que se lo encienda.
Rank: Gracias.(Nora acerca el fósforo para encenderlo) Y ahora... ¡Adiós!
Helmer: Adiós, amigo mío.
Nora: Descanse bien, Dr. Rank.
Rank: ¡Qué amable deseo! Gracias.
Nora: Deséeme usted lo mismo.
Rank: ¿A usted? Está bien, si usted quiere… Descanse bien. Y gracias por el fuego.
(Saluda y sale; al pasar por el buzón, arroja un sobre)
5.
Nora, Helmer
Nora: (Ausente. Helmer saca sus llaves del bolsillo y se dirige al buzón) Torvald... ¿qué
vas a hacer?
Helmer: A vaciar el buzón. No queda lugar para los diarios de mañana.
Nora: ¿Vas a trabajar esta noche?
Helmer: Sabés que no… ¿pero qué es esto? ¿Alguien forzó la cerradura?
Nora: ¿La cerradura?
Helmer: Alguien lo intentó. No puedo creer que las sirvientas… acá hay una hebilla,
Nora. Es tuya…
Nora: (Precipitadamente) Habrán sido los chicos…
Helmer: Tenés que ponerle límite a estas cosas. Bueno, ya lo abrí. (Saca las cartas) Mirá
cómo se amontonó correspondencia. (Examinando los sobres) ¿Qué es esto?
Nora: (Junto a la ventana, ahogada.) ¡La carta…!
Helmer: Dos tarjetas de Rank.
Nora: ¿Del Dr. Rank?
Helmer: Sí. Estaban arriba de todo. Las debe haber metido cuando se fue.
Nora: ¿Escribió algo?
Helmer: Una cruz negra encima del nombre. Qué siniestro… Es casi como si
anunciara su muerte.
Nora: Es lo que hace.
Helmer: ¿Qué? ¿Te dijo algo?
Nora: Sí. Esas tarjetas son su manera de despedirse. Quiere encerrarse a morir.
Helmer: ¡Pobre! Pensé que iba a faltarme dentro de poco. Pero tan pronto… Y va
a esconderse, como un animal herido.
Nora: Cuando tiene que suceder, mejor que suceda sin palabras, ¿no?
Helmer: (Caminando) ¡Estaba tan apegado a nosotros! No me puedo imaginar que lo
vayamos a perder. Su sufrimiento, su soledad… eran el fondo negro que resaltaba
nuestra felicidad. Y bueno, por ahí es mejor para él. Y para nosotros también; ahora nos
tenemos solamente el uno al otro. (La abraza) Ah, mi mujercita adorada. ¿Sabés?
Muchas veces desearía que te amenazara un peligro terrible para arriesgar mi vida, mi
sangre y todo vos.
Nora: (Desasiéndose, firme y decidida.) Leé las cartas ahora, Torvald.
Helmer: No, esta noche no. Esta noche quiero que estemos juntos, mi amor.
Nora: Tu amigo se está muriendo. ¿Cómo podés pensar en otra cosa?
Helmer: Cierto; nos afectó a los dos. Esa cosa horrible: la muerte, la disolución.
Tenemos que sacarnos eso de adentro, primero.
Nora: (Abrazándose) ¡Buenas noches, Torvald!
Helmer: Buenas noches, pajarito. Que descanses.
(Pasa a su despacho con la correspondencia, cerrando la puerta.)
6.
Nora, luego Helmer
Nora: (Ojos desorbitados, tantea, toma el saco de Helmer) ¡Adiós, Torvald! No te voy a
ver nunca más. (Se pone el chal) Y a los chicos tampoco… ¡Ah!, el agua helada…
negra… horrible… Que pase, que pase pronto. (Se detiene) Torvald, ¿estás abriendo la
carta? ¿La estás leyendo? Entonces adiós, mi amor; hijitos míos… (avanza hacia la
puerta)
(Se detiene. Espera un tiempo largo hasta que escucha un ruido;
recién entonces corre hacia el vestíbulo.
No sale.
Espera, inmóvil, como en una secuencia detenida,
hasta que Helmer abre con violencia la puerta de su despacho y aparece con la carta en
la mano)
Helmer: ¡Nora!
Nora: (Grita) ¡Ah...!
Helmer: ¿Qué es esto? ¿Sabés lo que dice esta carta?
Nora: Sí, sí. ¡Dejame ir!
Helmer: (la retiene) ¿Adónde?
Nora: (Intenta desprenderse) ¡No tenés que salvarme, Torvald!
Helmer: (Retrocede tambaleándose) ¡Entonces es verdad lo que dice! ¡Dios mío! No
puede ser; es imposible.
Nora: Sí, es verdad. Te amé más que a nada en el mundo.
Helmer: No quiero tus excusas idiotas.
Nora: (Dando un paso hacia él) Torvald…
Helmer: Desgraciada. Mujer estúpida. ¿Tenés la más remota idea de lo que hiciste?