En una mesa estaba Sofía, con trenzas en el cabello y grandes anteojos de marco blanco, reduciéndose considerablemente la edad casi hasta 25. Sus ojos azules y sus prolijos labios la hacían una de las chicas más bonitas del piso. A la par se sentaban Macarena y Lorena. Ambas eran morochas de pelos largos pero muy diferentes entre ellas. Lorena portaba un rostro un poco porfiado, contrario a Macarena que lucía una hermosa sonrisa y unas pestañas que la destacaban a distancia. Cada una pasaba los 35 años pero aparentaban un poco menos.
La oficina estaba inmersa en un silencio incómodo. Flotaban en el aire burbujas microscópicas de envidia, rencor, desazón, melancolía, odio, repugnancia. Se filtraban por los poros de la piel de todos y se acumulaban día a día. Se oían presionar las teclas de las computadoras y algunas pisadas del encargado de los mensajes y cadetería. Cada tanto la impresora despertaba quejosa escupiendo algunas hojas, alguien arrojaba torpemente un lápiz contra el suelo y raspaban las ruedas de las sillas giratorias. Ruidos en el silencio.
Lucas tosió tras un sorbo de café frío que hacía más de una hora posaba muy cerca del monitor, y tras limpiarse la boca con la manga del sweater continuó cargando las planillas que se apilaban casi sobre el teclado. Cumplía su tarea mientras miraba de reojo la blusa de Macarena. Sabía que tarde o temprano se desprendería un botón dejando a la vista el perfil de sus senos. El corpiño de lencería refinada encendía en Lucas la lujuria que había comenzado hacía más de un año, habiéndola complacido en reiteradas ocasiones engañando a su novia Carla, que estaba en el escritorio continuo que a su vez compartía con Tatiana y Edgardo.
Sobre la pared había dos grandes pizarrones con cuadros marcados señalando las fechas de entrega de algunos informes y otros trabajos a controlar. La presión tenía tinta roja y negra.
Luisina se sentaba sola en un escritorio sobre un lateral de la oficina con una enorme pila de papeles a sus costados y hasta en el suelo. De grandes mejillas y unos ciento veintinueve kilos (según lo que la balanza de su baño le había indicado esa mañana), caminaba constantemente cerca del sitio de Tatiana irritándola con un sonido desagradable. Ella contraía su nariz una y otra vez. Se oía cómo subían y bajaban los mocos de Luisina cuando en vez de ello LA GORDA MOCUDA podría limpiárselos de un sólo intento con un pañuelo y dejar de molestar.
Carla, Tatiana y Edgardo pasaban desapercibidos frente a los demás. Ninguno era demasiado bello ni lo contrario. No se compartían bebidas y cada uno frente a su monitor escribía y dibujaba su tarea. Pasaban invisibles para el resto pero no entre ellos. Carla era observada por su compañera que no desaprovechaba ni un segundo a mirarle las piernas cuando a menudo se levantaba. Pensaba que al pisar se les marcaban de una forma cuasi deportista, diferenciándose los distintos músculos lo que la hacía desear echársela encima suyo, poder besarlas. Sabía que Lucas nunca se opondría a verlas juntas. Lucas no se opondría a nada. Él se veía periódicamente con Macarena y Tatiana lo sabía. Y podría ser ese el recurso de extorsión para obligar a Lucas que convenza a su novia para que una noche le entregue su cuerpo. CONVÉNCELA O SE ENTERARÁ DE TU INFIDELIDAD.
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La Oficina
Mystery / ThrillerUna guerra entre colegas que se desarrolla en el ambiente de trabajo por los demonios que todos llevan dentro, con los que se enfrentan día a día.