Parte 3

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Lorena abrió la puerta arrastrando bollos de papel higiénico empapados en agua y sangre

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Lorena abrió la puerta arrastrando bollos de papel higiénico empapados en agua y sangre. El piso estaba salpicado de los rastros de una mujer que estaba en sus días de período. El jabón, las toallas y algunos elementos del botiquín se amontonaban en el lavabo que con la canilla abierta no dejaba de rebalsar agua. Retrocedió dos pasos, se estiró para abrir la pequeña ventana que oxigenaba el baño divisando entre toda la suciedad una pequeña tijera en el suelo. La recogió sin asco y se la guardó en el bolsillo. Como otorgándole un espacio en su burbuja comenzó a oír los gemidos de Tatiana que se hallaba a su lado contra la pared, acurrucada con la cabeza gacha entre sus piernas. Sin poder contener una respiración estable, largaba respingos de su boca haciendo temblar a su cuerpo. Quizás ella no habría notado la presencia de Lorena que la miraba casi con empatía sin ningún tipo de resentimiento. Se agachó para acariciarle el cabello y luego de unos segundos de compasión se levantó con una fuerza diabólica que la estrelló contra el espejo despedazándolo a trizas y sin dejar pasar un segundo más clavó la tijera que guardaba en su ojo derecho.


¡¡¡¡Aaahhhhjjjjj!!!!


Con la visión casi nula y un pensamiento en blanco, Lorena atravesó el portal del baño y caminó el pasillo que separaba la Gerencia de las demás mesas. No se inmutó del Gerente encima de Sofía con sus lentes puestos a pedido de él, gimiendo de placer apoyada sobre el escritorio principal. Quizás Sofía podría ser su segunda víctima por haber seducido a su padre. Lorena fue directo en busca de Jimena para aplicarle un castigo divino, un castigo que equipare las condiciones de cada una. Olvidada y quizás inconsciente de su lesión en su rostro, manchada ya toda su remera de sangre, también despedía por su boca entreabierta saliva ensangrentada que llegaba hasta el suelo a cada paso. Sin distinguir entre su imaginación y la realidad, pudo ver a Jimena dándoles golpes al cuerpo de Nito que se hallaba muy cerca de la puerta de ingreso de la oficina, inmóvil, sobre un gran charco de sangre. Confusa de pensamientos totalmente inconexos entre sí, sintió ganas de descansar un poco su vista y al cerrar por dos segundos el ojo que aún tenía sano, cayó al suelo golpeándose la nuca contra el piso y dejó de respirar para siempre.

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