Capítulo 6

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  Esa melodía.

  Tu padre, tú y una casa casi en ruinas, la cual llamaban "casa de verano". Claro que tu mamá no los acompañaría, siempre ocupada, siempre lejana.

  Un verano tú y él.

  Acostados sobre la arena, tibia por el constante acoso que recibió toda la mañana del sol, hablaban de cosas sin sentido, triviales, pero de gran repercusión para ti.

-¿Esos pájaros de allí son gaviotas?- Preguntaste con una inocente voz de 8 años.

-Si, hija, son aves marinas.

-¿Vuelan bajo el agua? Eso debe ser muy difícil.

  Tu padre soltó una carcajada.

-¿Te gustaría volar, (T/N)?- Se sentó observándote de reojo.

-¡A quien lo le gustaría volar, papi!

  Otra vez, el se reía de tu inocencia infantil. Su risa sonaba fatigada, cansada del perseverante esfuerzo que daba todos los días por algún puñado de dinero.

  En realidad no tenían problemas de dinero, tenían lo que necesitaban, todo lo justo. Tu madre ganaba más que él, pero lo desequilibraba con su ausencia. Aún así, nunca oíste a tu padre quejarse, de nada.

  Más tarde esa noche, luego de una persecución para obligarte a darte un baño, él se sentó en su sillón junto a la ventana. Sobre su regazo descansaba un violín de abeto, algo desgastado, decorado con una mano de pintura blanca.

-¿Papi?- Vestida con un pijama de estrellas y el cabello revuelto, apareciste bajo el umbral de la sala.

-Aquí estoy, (T/N)- Sonreíste y te sentaste junto a él, sobre la alfombra- ¿Ya tienes hambre?

-Sí, mucha- Notaste el violín sobre sus piernas- ¿Vas a tocar algo?

-¿Quieres que toque?, ¿No tienes hambre?- Interrogó el hombre esbozando media sonrisa.

-Puedo esperar un poco, el espagueti no saldrá caminando de la heladera.

  No, no sabías cómo se hacían los espaguetis.

  Tu padre sonrió y comenzó a tocar. Te encantaba verlo y escucharlo tocar, querías hacerlo como él. Eras pequeña para entender muchas cosas, pero te dabas cuenta como tu papá se relajaba tocando ese instrumento, ponía su alma en esas notas y así, día tras día, lograba guardar sus problemas.

  Al terminar, el inhaló profundo y se volvió para mirarte.

-¿Crees que me puedas enseñar a tocar esa canción?

-Es algo difícil para ti, hija, pero puedo enseñarte otra más fácil - Se levantó de su sillón, para sentarse junto a ti y dejar el violín sobre tus piernas.

-¡Yo quiero tocar esa!- Hiciste un puchero. Él llevó una mano a tu cabello, para hacerte un mimo.

-Está bien, esta bien, te enseñaré.

  Casi dos años de práctica te bastaron para lograr tocar esa canción, te costo mucho, pero era igual a como tu padre lo hacía.

  Lo extrañabas.

La inadaptada y el funcional (Sherlock x reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora