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CAPÍTULO
DIECISIETE

— Así que, como este es nuestro último momento juntos, yo quisiera llevarte a aquel lugar —Tobirama le tomó de la mano y con sutileza y cariño, besó el dorso de esta.

La Uzumaki apretó sus labios para evitar romper a llorar y asintió. Con sinceridad, se sentía bastante sensible. El saber que en solo horas ellos estarían separados y que sería por toda la eternidad, le destrozaba y le quitaba la ganas de vivir.

En el pasado, ambos tuvieron que despedirse a la fuerza de muchos seres queridos. No obstante, esta vez era diferente y por razones más que obvias para los dos, dolía a una escala mayor. Casi superaba su tolerancia ante el dolor.

Él no podía irse.

Ella no podía quedarse.

Estaban condenados a amar a una persona prohibida por el tiempo y las mismas leyes de la vida. Sin saberlo, al aceptar sus sentimientos ellos estaban aceptando el terrible desenlace que ansioso les aguardaba, solo para verles destruidos. La vida es cruel y despiadada. Ella siente placer a causa de tu desesperación. Ella disfruta verte sufrir.

Y ahora, ellos conocerían el verdadero sufrimiento. ¿Lo peor? Nada más que sus sentimientos y recuerdos en peligro, les unirían. Pues incluso la muerte les separaría. No, ya les había separado. Estaban solos, sin aliados. Solo ellos. Amándose y deseando una segunda oportunidad para estar juntos.

Como si se tratara de una princesa, Tobirama cargó en sus brazos a su amada y en cuestión de segundos llegaron a su sitio especial, aquel lugar en el cual se unieron en cuerpo, mente y alma.

La brisa era cálida y el sol ardía sobre ellos. Era un paisaje hermoso; los colores primaverales, el cielo totalmente despejado y el viento casi cítrico que se colaba por sus fosas nasales.

Ojalá esto hubiera podido calmar la feroz tormenta que se desataba en sus almas.

En silencio, ambos se observaron. Bebieron de sus miradas: escarlata y azul, y como si ambos pudieran leer sus miradas, tal y como si hablaran su propio idioma, acortaron la distancia que los separaba y unieron sus bocas con el acostumbrado afán.

— Mi padre ya se ha recuperado —ella rompió el silencio, sin su animado tono de voz. Por primera vez, Tobirama no vio brillar esos ojos azules—. Con mi chakra fusionado al de él... podremos volver.

— Es bastante irónico que un jutsu de mi creación sea el mismo que te aleje de mí —con su delicadeza acostumbrada, dirigió su mano a la mejilla de ella alcanzando luego un par de mechones rubios. Ahora ella no se amarraba el cabello.

— Deja de crear jutsus problemáticos, por favor —reprochó, cerrando sus ojos ante las caricias de él que ahora fueron por su sien—. Eres demasiado... creativo.

— No prometo nada —musitó, formando unos sellos con su mano libre.

Si no podría hacer nada para mantenerla a su lado, se aseguraría de que al menos conservara sus recuerdos junto a él.

— Pero, te prometo que no voy a olvidarte —continuó, repitiendo el mismo procedimiento con sus propios recuerdos.

Los bloqueó.

Se aseguró de que nadie pudiera borrarlos o siquiera observarlos. Solo ella y él.

— Mi padre se encargará de borrar nuestros recuerdos —le recordó, abriendo los ojos.

— Ya no pienses en eso, por favor.

Sin embargo, Tobirama no contaba con que alguien más además de ellos, bloquearía sus recuerdos. Y eso definitivamente significaría un problema. Un gran problema.

Minato solicitó reunir a cada una de las personas con las que su hija tuvo contacto. Tal cosa podría tardar demasiado. Así que, en vista del poco tiempo que quedaba para la boda de Tobirama con Sora, se enfocaron en los más importantes.

— Señor —antes de entrar al salón en donde todos estaban reunidos, Kagami se detuvo.

— ¿Sí, Kagami?

— ¿Se encuentra bien?

— ¿Tengo otra opción?

— Aún puede...

— Ella debe volver con su familia.

— Aún así...

— Por favor, Kagami —aproximándose al Uchiha, Tobirama formó un par de sellos y tocó la sien de su subordinado—. Necesito tus recuerdos intactos. Sin embargo, espero que des tu mejor actuación.

Y sin más, entraron.

— ¿Cuál es el plan? —preguntó Kagami, mientras se aproximaban a los visitantes del futuro.

— El Cuarto borrará los recuerdos de las personas en el salón, para así revertir todos los cambios posibles realizados en el futuro por la presencia de ella.

— ¿No puedo despedirme de nadie? —cuestionó la muchacha, mirando a su padre. Se preguntaba si estaría bien echar de menos a personas que tenía en su día a día del futuro.

— Ellos no van a recordarte —soltó Minato, torciendo el gesto. Amaba a su hija y sabía que ella estaba sufriendo un infierno. No obstante, llevarla a casa era su prioridad. Y, con suerte, borrando sus recuerdos en el pasado, todo volvería a ser como antes.

La rubia dijo que sí con la cabeza y observó a Tobirama. Cuando sus miradas se cruzaron, él le guiñó.

— Cuarto, ¿me das unos minutos a solas con ella?

Minato asintió y junto a Kagami, se alejó.

— Llegó el momento —musitó él.

— Sí —sin poder soportarlo más, ella rompió a llorar.

— Por favor, no llores. Si lloras, querré asesinarle por alejarte de mí.

— No puedo evitarlo.

— ¿Están listos? —y una vez más, Minato les interrumpió.

— Vuelve a casa, cabeza hueca —le animó Tobirama—. Disfruta a tus seres queridos y sobre todo, se feliz. Por favor.

Llorando como niña pequeña, asintió y sin ser capaz de decir ni una sola palabra, fue con Minato quien entró en Modo Sabio. Seguidamente, una fuerte pigmentación roja rodeó los ojos de la Uzumaki y al igual que su padre, sus pupilas se transformaron y las marcas en su rostro tomaron un color similar al de Tobirama: escarlata.

Ella no lo sabía, pero el colgante en su cuello, ese que Tobirama le obsequió, hacía algo más que atesorar recuerdos. Ahora, ellos estarían unidos para siempre.

Siempre.

¿Qué es siempre cuando estás a minutos de perder a la persona que amas?

Tobirama solo quería asegurarse de que ella estuviera a salvo, aún cuando él no pudiera protegerla. Pero, fue ella quien lo sorprendió. Nunca se imaginó que ella guardaba bajo la manga una habilidad que hasta ahora solo había visto en su hermano mayor. Le había subestimado. Su chica estaría bien.

— ¿Estás bien, hija? —Minato le tomó de la mano—. Te amo, lo sabes. Yo solo quiero... —ella le interrumpió de una manera tosca.

— Solo hazlo, papá —negándose a mirar a Tobirama, bajó la mirada a sus manos—. ¡Hazlo ya!

Entonces, sucedió muy rápido y antes de que todos cayeran desmayados debido al jutsu de eliminación de recuerdos y su visión se nublara, una fuerte presión en la cabeza y el pecho le cortó la respiración. Luego, solo hubo silencio y frente a ella todo se oscureció.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora