Descancen en Paz, abuelos

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“Descansen en Paz, Abuelos”

Recuerdo ese día, estaba a punto de quedarme dormida cuando el timbre de cambio de hora resonó por toda el aula. El profesor de historia europea explicaba que París había sido una de las ciudades más afectadas durante los inicios de la época contemporánea, luego de que Napoleón recibiera el golpe de estado. Pero dejando atrás la revolución francesa y volviendo a la cruel realidad de entonces, les explicaré mi falta de sueño. Era un invierno más frío de lo normal. Mi abuela había fallecido, tenía cáncer cerebral y la había estado visitando a diario al hospital. Creo que fui la única  de la familia que realmente se preocupó por ella, los otros solo pensaban en la herencia que obtendrían tras su muerte. Mis padres nunca demostraron demasiada preocupación por su bienestar, al parecer ya habían perdido las esperanzas de que se mejorase y ganado las de una mejor posición económica. Mi hermano Marcos, un joven escritor que, sin respetar los 9 días de la abuela,  ya había mencionado que invertiría su herencia en viajes para obtener inspiración. Es casi tan egoísta como Alicia, su novia, una joven de 20 años a quien se le nota a lo lejos que está con él por su dinero y encima es modelo. No se como Marcos justifica que una chica como ella, esté con él.

Esa noche fui al bar “La Rosa Blanca”, fue el lugar en el que mi abuelo conoció a la abuela. Me encantaba escuchar la historia de cómo un hombre complejo y millonario caía a los pies de una simple y humilde mesera. La decoración del bar era bastante antigua, tenía cuadros y fotografías en blanco y negro colgadas en las paredes. Un mapa llamó mi atención,  no tenía nada de especial, su enmarcación incluso estaba rota pero aún así me acerqué más a el. Cuando lo tuve enfrente y justo antes de leer lo que decía en la parte superior, la voz del dueño del bar, me sorprendió.  Me dijo que era un mapa que su padre había encontrado en el bar hace muchos años, que al parecer pertenecía a un hombre muy enamorado, pues en la parte delantera decía “El mapa con el que encontrarás mi mayor tesoro” y detrás tenía escrita una carta bastante comprometedora. Le pregunté si podría leerla, él no pudo decirle no a mi curiosidad. Algo me atraía demasiado de ese papel y debía descubrir qué era. Luego de terminar de leer la carta, mi cara de asombro motivó a Pedro, así se llamaba, a preguntar qué era lo que había descubierto. Acababa de leer una declaración de amor firmada por Mario Montés, mi abuelo, hacia Isabel Pimentel, mi abuela. El dueño del bar y nuevo amigo, luego de explicarle la historia y hablarle de mi reciente pérdida, me ofreció el mapa de regalo.

Al llegar a mi edificio, tuve que llamar a mi vecino, Edgar, para que me abriera las puertas de la entrada. No quería molestarlo por su edad pero al parecer había perdido mis llaves. Me dijo en forma de broma que siempre que necesitará de alguien para hacer el papel de viejo mayordomo, lo llamara. Era un buen vecino, siempre con buen humor. Recuerdo que luego de abrir la puerta del departamento, mi perro Pulgas, vino corriendo hacia mí. Me sorprendió ver a Milagros, el ama de llaves, sentada en uno de los sillones. No sabía que estaría en casa. Le pregunté si todo estaba en orden cuando la escuche llorar, me dijo que a ella también le había afectado la partida de la abuela. Luego de que se calmara, me comentó que le parecía una extraña causalidad que la abuela muriera un año exacto después de la muerte del abuelo. No me había fijado en eso pero tampoco le di suficiente importancia, quería descifrar el mapa. A solas en mi habitación, comencé a analizar el papel. La ruta era demasiado larga, involucraba todo el continente Americano. Pensé que el abuelo había enloquecido. Sé que a la abuela le gustaba viajar pero no exploraría todo un continente por un tesoro material.  Tenía que haber algo más. Justo cuando me iba a dar por vencida, levante el enmarcado despreocupadamente. Un pequeño pedazo del mapa, que al parecer había sido rasgado a propósito cayó sobre mis pies, sin pensarlo lo tomé y lo leí.  El papel contenía un poema:


“Podrías viajar todo el continente Americano,
eso no sería pecado,
desde Argentina hasta Canadá,
se que nadie te podrá parar,
pero un tesoro material,
nunca podrías encontrar,
vida mía eres audaz,
eres mi debilidad,
ante las riquezas me prefieres a mí,
por eso me haces tan feliz,
aunque un año exacto pueda durar sin verte,
volveré por tí sin detenerme,
porque me amas tanto como yo te amo,
tu eres mi tesoro adorado”.

Ese día me fui a la cama  con una sonrisa,  cerré los ojos  e imaginé que algún día encontraría al indicado. Alguien con quien compartir un amor tan puro y desinteresado como el de mis abuelos. “Descansen en paz, abuelos, que su amor siga siendo para siempre”, dije y me dormí.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2017 ⏰

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