Contesté una llamada telefónica spam

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Contesté una llamada telefónica spam el otro día. Ya sabes, ¿esas en las que fingen que son una organización legítima, como la Oficina de Impuestos? Mantengo una línea telefónica como señuelo y solo les doy mi número de celular a las personas en quienes confío, así que los vendedores telefónicos y programas computarizados utilizan aquella. Había estado limpiando mi apartamento cuando el teléfono timbró, y al ver que la identificación de la persona que llamaba mostraba un número descuidadamente fabricado, tomé un receso de mis labores. Supuse que joder al estafador sería una buena distracción de estar fregando la tina. El sujeto, luego de un giro refrescante, no sonó como alguien de la India pretendiendo que tenía un acento estadounidense. El sujeto tenía un acento del medio oeste que nunca aminoraba, así que probablemente era genuino.

—Hola, este es [murmullo], llamando en nombre de la Hacienda. Nuestros registros indican una discrepancia con su cuenta, y necesita resolver el pago tan pronto como sea posible —Prácticamente podía ver el guion del que este sujeto estaba leyendo—. Necesitaré una tarjeta de crédito en funcionamiento y su número del seguro social.

—Lo siento, ¿no escuché la última parte? —Ya me encontraba sonriendo, anticipando la carrera de obstáculos a la que iba a someter a este tipo.

Él suspiró, como si yo estuviese siendo problemática. Ni siquiera había empezado a verme siendo problemática.

—Nuestros registros muestran…

—No —lo interrumpí—. Su nombre. ¿No lo pude oír del todo?

—Señora, mi nombre no es importante. Necesita corregir su deuda. Tengo a las autoridades en la otra línea y será arrestada por incumplimiento de pago.

Vaya, estos cabroncitos eran atrevidos, ¿no? Intensifiqué mi acto.

—Oh Dios, ¿pero qué es lo que podría estar mal con mi declaración de impuestos? Solo he estado chantajeando a mis empleados por sexo. Eso no se considera malversación, ¿o sí?

—Señora, va a ser considerada como una parte hostil durante el arresto si no coopera.

—Ay, por favor, no se lleven mi vasta fortuna. ¡Está ligada por completo a tarjetas de regalo! —me lamenté.

El sujeto en el teléfono dejó escapar otro suspiro aquejado.

—Señora, no puede tratar a la Hacienda como un chiste. ¿Qué año cree que es?

—El año de Nuestro Señor, 2017 —dije tan dramáticamente como pude.

Su lado de la línea se quedó en silencio.

—Eso no es gracioso —dijo finalmente.

—Ah, espera. ¿Tu sistema operativo olvidó estirar la pata durante el Y2K? —pregunté—. El software pirateado puede hacer eso a veces. Hazme un favor y elimina tu archivo win32; eso debería arreglar las cosas.

—Señora, es 1985 y tiene una deuda fiscal con el gobierno de los Estados Unidos. Llamaré a la policía si no coopera.

Eso me hizo detenerme. ¿A qué mierda de juego quería jugar este sujeto?

Decidí que quería oír más.

—Odio informártelo, amiguito, pero acabamos de llegar al 2017 hace solo un mes. Tengo el contador de muertes de celebridades que lo prueba.

Su lado de la línea guardó silencio de nuevo.

—Eso no… no es posible. No, no; solo me estás jugando una broma, lo cual es un deli…

—¿Así que estás en 1985? —Me desplomé horizontalmente sobre mi sillón—. ¿Puedes encontrar a Regan por mí? ¿Abofetearlo?

—¡Demuéstramelo! —ladró—. Demuestra que es el 2017.

Rodé los ojos.

—Mira, cariño, no tengo que probarte una mierda. Estás tratando de sacarme mi maldito dinero.

Pude escucharlo respirando erráticamente.

—Me prometieron que podría volver enseguida. Me dijeron que si trabajaba… ¡tengo un préstamo de diez años, por el amor de Dios!

—¿En dónde estás, en una prisión de Corea del Norte?

—No, en el Infierno —dijo esto muy casualmente, como si estuviera diciendo que estaba en la oficina o una cuadra abajo.

—¿Estás en el Infierno? —le repetí.

—Ah, sí. Fui engañado para venir aquí hace un tiempo. Dijeron que si trabajaba un poco, me mandarían de regreso enseguida. —Comenzó a murmurar lejos del receptor. Solo pude captar unas cuantas palabras aquí y allá, pero eran insultos en su mayoría.

—Y qué, ¿estás haciendo llamadas en frío en medio de un inferno?

—Ah, no. De hecho, es más como una oficina. Todo es gris. Incluso la pantalla de la computadora. Tengo que entrecerrar los ojos exageradamente para poder leer algo. Al principio, estaba contento, pero, ya sabes, siento que las llamas infernales serían una mejora para este punto. Nunca veo a nadie ni hablo con nadie. Solo consigo los números y cuelgo la llamada.

Estaba balbuceando y simplemente sonaba feliz de estar teniendo una conversación con alguien. Se sintió genuino. Esto se estaba tornando inquietante rápidamente.

—¿Así que el Infierno quiere que le quites el dinero a las personas por medio de estafas? —Me levanté y comencé a rondar por la casa—. ¿Acaso Satán se declaró en bancarrota?

—No. Es para hacer que estén desesperados. Las personas sin dinero tienden a hacer cosas que las meten en el Infierno. Como el sujeto antes que mí. Alguien lo estafó con la Ley del Soldado. Él obtuvo mi información de crédito, y, para que me pudiera regresar ese dinero, tuve que acceder a cumplir con el resto de su tiempo. Dije que sí y, pues, aquí estoy.

La cantidad de detalles era desconcertante. No se detuvo ni tropezó en todo ese discurso.

—No es tan malo. Digo, no recibo mucho amor desde el otro lado de la llamada —continuó—, pero todo es tan… gris, ¿sabes? No sé cuánto tiempo he estado aquí, pero el aburrimiento solo hace que todo se sienta más largo. No he comido o ido al baño desde que llegué aquí; no he necesitado hacerlo. Fue eso lo que me hizo creer que no había estado aquí por mucho tiempo. Pero, ahora que lo mencionas…

Para este punto, me había quedado sin contraargumentos ingeniosos. ¿Cuál carajos era el problema de este sujeto? La mayoría de los estafadores habrían colgado desde el momento que fueron descubiertos. ¿Por qué me estaba tratando de vender esta historia?

—Me dijeron que no sería por mucho tiempo. Que el tiempo pasaría volando, eso me dijeron. Que regresaría enseguida. No mentirían acerca de eso, ¿verdad?

—¿Qué? —solté abruptamente—. ¿El Infierno? Sí, el Infierno es reconocido por ser sincero.

—Pero no he hecho nada, ¡no me pueden mantener aquí! Les estoy haciendo un favor con trabajar aquí; están en deuda conmigo.

—¿Sí? Pues, no parece que sea así.

El sujeto solo divagó como si ni siquiera me hubiera escuchado.

—Dios, debí haberlo conseguido por escrito. No sé cuánto tiempo me queda en mi contrato. A menos que…

Contuve mi respiración.

—Tú podrías reclamar mi tiempo restante, ¿no? —Su tono sonó optimista—. Nada está sucediendo en tu vida, ¡estás contestando el teléfono a la mitad de un sábado! Tú podrías ayudar…

Azoté el teléfono tan rápido que pude haber jurado que mi brazo tenía un resorte. Luego arranqué el cable.

Probablemente voy a desconectar la línea. Claro, eso significa que tendré que ser mucho más cuidadosa con mi número personal, pero al menos se puede instalar aplicaciones para bloquear llamadas en tu celular. Ya no volveré a contestar más números desconocidos, eso es malditamente seguro.

No sé qué es más perturbador, el hecho de que el sujeto pudo haber inflado una mentira a tal extremo…

…o la posibilidad de que no fuera una mentira.

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