Quisiera ver cómo eras en tu Sonora lejana,
saber de tu adolescencia entre cerros y montañas.
No siendo ya una niña, ni una mujer consumada,
acaso en tu mejilla algún grano te inquietaba.
¿Con tu cabello cubrías una mitad de tu cara
para ocultar lo que hacía que te sintieras extraña?
Si así te viera diría que me descubras tu alma
y tu pudor no me impida verte completa y clara
y que no hay en Sonora quien tenga más elegancia
y que es preciosa tu piel, y atrae con tal fantasía
que de esa tierra de miel, de cerros y de montañas,
se fue uno de sus cerros a vivir a tu mejilla.