Miel.

Mi chico.

"No les ha ocurrido que miran a sus novio y se pregunta "¿Como demonios pudo llegar a gustarme este chico tan extraño?, ¿Que es lo que le vi para querer estar con él?, ¿Que fue lo que me empezó a gustar de él en primer lugar?, ¿En serio me sigo viendo en el futuro con el?".

Tal vez no se lo hayan preguntado y no las culpo por ello, pero para ser sincera yo si me lo he cuestionado en muchas ocasiones. En primer lugar, ¿Como es que, de los hermosos chicos dulces y caballerosos, pasan a ser los brutos y trogloditas de los que nos enamoramos? La verdad no lo comprendo.

Para ser sincera, en muchas momentos he llegado a pensar que seria de mi vida si no estuviera con él, si mi vida seria tan diferente a la que llevamos juntos. Y aun cuando he imaginado infinitas escenas en las que me podría encontrar fuera de su vida, ninguna se ve tan real como la que vivo junto a él y que quiero seguir viviendo.

Es cierto que en muchas ocasiones aparece con ocurrencias un tanto absurdas y bastante estúpidas, sumando el hecho que no tienen ningun sentido. ¿Pero quien soy yo para juzgar a un chico que yo misma escogí? Simplemente lo acepto por quien es y como es, aunque me saque de quicio la mayor parte del tiempo.

Debo admitir que en varias oportunidades, las ganas y el deseo de asesinarlo me han superado, porque, ¿quien demonios le dice a su novia que parece un payaso con maquillaje?, ¿o que la ropa que lleva puesta quizás se le vería mejor a una niña de 6 años un tanto mas delgada? ¡Joder! Que eso frustra a cualquiera. Quizás si lo dijera con un poco mas de delicadeza no sonaría tan horroroso.

Recuerdo que la primera vez que lo vi estaba sentado junto a la ventana de una cafetería, justo al costado de las deliciosas donas del mostrador de ese gran lugar. Mi mirada estaba sobre esas exquisitas y sabrosas donas del mostrador, y podría jurarles que estaba babeando con solo observarlas a través del cristal. Cuando se me ocurrió mirar hacia un costado dentro del lugar, me encontré con unos hermosos ojos color miel, que me observaban con diversión. Creo que no hay que ser un genio para saber que me morí de la vergüenza en ese mismo instante, el solo saber que alguien me estaba observando justo en mi momento mas vergonzoso, hizo que infinitas ganas de que me tragara la tierra se hicieran presentes. Por supuesto que con total valentía y con todo el orgullo que poseo, huí de ese mismo lugar corriendo de la manera mas torpe del mundo mientras tropezaba con todo que se me atravesara.

Me tomo dos semanas volver a pasar por aquel lugar nuevamente, por supuesto que no quiera volver a experimentar aquella vergonzosa escena y aun mayor era sabiendo que podría volver a encontrarme con aquel chico, aun cuando eso implicaba que debía tomar el camino mas largo para volver a casa. Cuando volvía pasar por aquel lugar, pero en esta ocasión observando con total disimulo y ocultando mi fascinación por las donas. Solo podía admirar desde el cristal aquellas maravillosas delicias pecaminosas que con solo una mordida podía mandar al carajo mi tan rigurosa dieta, sumando al hecho de que cuando eres un estudiante universitario tienes que limitarte a ciertas cosas y abstenerte de tener algunos gustos que podrían mandarte a la bancarrota. Cuando observe con mayor detenimiento el interior del lugar y no me encontré con aquellos hermosos ojos miel de la ultima vez, pude apreciar un poco mas esas delicias.

Recuerdo que estaba por irme cuando la puerta de la cafetería se estaba abriendo del interior, me disponía a marcharme ya que no podía darme el lujo de compra una dona y mirarlas solo me hacia ansiar las más, pero mi caminar fue detenido por una mano que me toco el hombro. Estaba un tanto impresionada y avergonzada cuando me tope con esos ojos del color de la miel al girarme. Es que, ¿Como iba a saber yo que al voltear iba a encontrarme con aquel chico de la ultima vez?, ¿Acaso era yo adivina para saber eso? Por supuesto que no. Y precisamente no era la persona de las millones que hay en el planeta, con la que me esperaba encontrar al voltear.