Parte 1

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—¿Qué te parece, Young saeng? Está muy bien, ¿verdad? Es regalo de mi tía Seo jung. Quiere ser la madrina, pero mamá dice que le pertenece a ella. Seo jung es tan romántica... ¿Me oyes, Young saeng?

El aludido se agitó. Era un hombre de 1,78 cm , delgado, de pelo castaño  oscuro y ojos miel de expresión indefinible. Frío y áspero, y a la vez, allí, en el fondo de las pupilas, se apreciaba a veces una lucecita de humanidad, pero... muy pocas veces. Tenía treinta años y estaba prometido a la joven que le hablaba desde que dejó Oxford, y de ello ya hacía muchos años. Pertenecía a la mejor familia de Seúl , en Corea del sur. Las más prestigiosas industrias, mineras y pesqueras, eran de su ilustre padre, mister Heo young jae, y su novia, Kim min so, era hija del socio de su padre, el honorable mister Kim sam shik; pensaban casarse aquel invierno. Estaban contemplando el coquetón inmueble que la tía de Min so, pensaba darles como regalo de boda.

Heo young saeng  la oía, por supuesto, pero, como siempre, estaba distraído y parecía estar a miles de leguas de distancia. Min so, que se hallaba habituada al carácter particular de su prometido, no pareció molestarse. Asió con sus dos manos el brazo de Saeng, y juntos traspasaron la reja.

Min so era una mujer y fina, de aristocrático porte. Ya no era una colegiala. Tendría por lo menos veintisiete años, y hacía diez que lucía en el dedo una sortija de brillantes, símbolo de su compromiso con Heo young saeng. Era rubia y tenía ojos azules de altivo mirar.

—¿Qué te parece el parque?—Y sin esperar respuesta, añadió—: Cambié el cenador y estas macetas. No me agrada la estructura de la terraza central. Diré a papá que lo cambie todo. ¿No te parece que hemos de realizar aquí grandes obras para que esto se convierta en un hogar moderno y cómodo?

Saeng alzóse de hombros. Estaba pensando que se hacía tarde, que el sol declinaba y él tenía una cita. No obstante, se abstuvo de decirlo. Correcto, pero distante, era cortés a su prometida.

—Jully dice que si fuera ella la dueña de esta casa dejaba los parterres tal como están. Jully es una maniática, ¿verdad?

¡Las ocho! Empezaba a oscurecer. Hyun joong lo estaría esperando.

—Saenggie, cariño...

—¿Sí?

—Pareces tan lejos de todo esto...

—Estoy a tu lado —indicó Saeng, con su habitual indiferencia.

Min so pensó, aunque fugazmente, que Saeng antes no era tan seco y tan distante. Pero, bueno, tal vez ello se debiera a los años. Había cumplido treinta, estaba madurado. Ya nunca sería aquel joven dicharachero y feliz que durante las vacaciones era el compañero ideal. ¡Qué veranos más felices había pasado allí! Bueno, había que pensar en serio. Ella no era una niña romántica.

—¿Entramos? —propuso ella.

—¡Oh, no! —Y consultó el reloj—. Ya es tarde. Otro día.

—Acaban de dar las ocho.

— Por eso mismo.

—¿Y te parece tarde?

—Lo es. Volvamos al auto.

Este se hallaba aparcado en la carretera. Era un «Jaguar» propiedad de Heo, de línea estilizada, de color azul pastel.

—Me gustaría ver su interior.

Saeng se impacientó. Y era lo bastante flemático para no impacientarse con facilidad. No obstante, aquel día estaba de mal humor.

—Lo sabes de memoria, Min so —dijo—. Yo también lo sé. Si quieres hacer alguna reforma, que te acompañe tu madre o mi hermana.

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