Quise que fuéramos,
Tú siempre supiste que yo quise que fuéramos.
Quise que me miraras y sonrieras, y yo preguntara por qué y tú solo dijeras "nada, solo que eres hermosa", sí, porque sabrías la diferencia entre el "eres" y el "estás".
Me habría encantado que fueras ese chico al que yo presumiría mucho y delante de muchos, porque eres de esos pocos que estudian y tienen metas a futuro, y saben que para lograr el éxito no solo tienes que desearlo, sino construirlo de a poco.
Quise que me besaras y no te quedaran ganas de probar los labios de alguien más, y no solo porque yo besase bien (aunque no hay que negar que me habría encantado que me dijeras eso), sino porque lo que le hacía a tu corazón con solo el roce de mis labios no era algo que querías buscar, porque simplemente ya lo habías encontrado.
No puedo dejar de pensar en lo mucho que quería ser amiga de tus amigos, y que tú fueras amigo de los míos,
Y conocer a tu familia, que me presentases con ellos como tu novia y ellos reaccionasen como "ah, ella es la que te tiene así...", y yo sonrojarme y verte a ti también sonrojado, y sonreírnos mutuamente como dos tontos enamorados.
Amor, yo realmente quise enamorarme de ti.
Y seguir haciéndolo un poco más día tras día, porque día tras día iría conociendo nuevas cosas sobre ti que, bien buenas o malas, me harían saber que eres una persona real, con errores y virtudes, y me harían dar cuenta que eso es precisamente lo que me enamora de ti.
También quise que conocieras a las personas que conforman mi familia, que asistieras a las reuniones familiares en las que yo estaría muy avergonzada por las tonterías que ellos hacen, pero te vería a ti compartiendo y riendo con ellos, no riéndote de ellos, y eso me haría feliz en proporciones que ni te imaginas.
¿Sabes?
Uno de mis más grandes deseos era que conversaras conmigo, o que me escucharas hablar de cosas de las que tú no tenías ni puta idea y que quizá te parecieran hasta aburridas, pero escucharías atento solo por el placer de ver mis ojos brillar al hablar y hablar de aquello que me apasiona.
También quise, deseé ser aquella que estuviera contigo cuando estudiases aquella asignatura que tanto detestas, porque verte frustrado debía ser muy gracioso, pero que me dijeras que me fuera porque te estaba distrayendo me habría hinchado el corazón, porque sin duda alguna yo habría entendido que aquello no lo dirías de mala manera, sino todo lo contrario.
Y te habría ignorado, o quizá te habría dado un pequeño beso de pico y la promesa de que cuando terminaras la tarea habría más de aquellos.
Anhelaba, amor, que saliéramos a donde fuera, solo a caminar tomados de la mano y hablar y quizá comer un helado, y que las chicas te vieran y te quisieran para ellas. Pero no porque fueras el chico más guapo que hayan visto (porque en definitiva no eres guapo), sino porque querían ser tratadas de la manera en que te veían tratarme. Y no, no habría estado celosa de ello, más bien habría sonreído con orgullo.
Además, me hubiese gustado mucho que me celaras. Pero, no como un psicópata-machista, sino de esa manera tierna en la que rodeabas mi cintura u hombros con tu brazo para hacerle saber a esos chicos que me deseaban, que eras tú el único dueño de mis miradas.
Quise que fuéramos al cine y no me dejaras concentrarme en la película, porque estarías todo el rato produciéndome escalofríos por tu respiración en el hueco entre mi hombro y mi cuello, y quizá siendo un poco más atrevido, con tu boca jugueteando con mi oreja, y quizá aún más atrevido, con tu mano haciéndose paso entre mis piernas. Y yo te habría ignorado, habría seguido mirando la pantalla delante de mí como si lo que estabas haciendo no me estuviese sacudiendo por dentro, y tú habrías reído, porque sabrías que después de ese momento de tortura para mí, te tocaría a ti y no eras tan bueno como yo manteniendo el control.
Me habría gustado sin duda alguna tener sexo contigo y descubrir por qué los románticos empedernidos y cursis a los que siempre he criticado, le llaman hacer el amor.
Me hubiese gustado que me hicieras el amor.
Quise que te enamoraras de mí, de a poquito o de a mucho, que te descubrieras amándome de repente, o que te dieras cuenta que cada día me querías un tantito más que el anterior, por alguna razón de la que yo no sería consciente, y quizá tú tampoco.
Y también quise que nos diéramos regalos raros que nadie entendería, solo nosotros. Como nuestro pequeño secreto. Pequeños regalos tontos con un significado más profundo de lo que cualquiera nunca podría llegar a imaginar, porque solo nosotros seríamos conocedores de la historia detrás de ellos.
No quería, amor, contabilizar nuestro tiempo juntos. Nunca me han gustado los "cumple-mes", lo siento como aquel extraño lector que, sin saber, apura el final del libro que lee por estar tan pendiente de por qué página va y cuántas le hacen falta para acabar. Sí, sé que es extraño, pero qué te puedo decir, si soy una persona un poco extraña.
Me hubiese gustado estar contigo en momentos que recordarías toda la vida, hacerte pasteles de cumpleaños, bailar sin música, besarnos lentamente hasta quedarnos dormidos, que el entrelazar nuestros dedos se convirtiera en un hábito que adoráramos.
Ir a fiestas, verte tomar unos tragos con esos amigos que adoras. Me habría encantado verte borracho, ciertamente; quizá me hubieses hecho tomar un poco de esa maldita cosa que no me gusta, quizá lo hubiese hecho solo para complacerte a ti, y habría arrugado la nariz y apretado fuerte los ojos por el escozor en la garganta, pero habría valido la pena solo por oírte decir "esa es mi chica" y luego sentir tus labios con sabor a alcohol sobre los míos, y escuchar de fondo las risas y silbidos de tus amigos y los incómodamente divertidos "consíganse una habitación".
Quizá te habría hecho dejar el cigarrillo, o quizá habrían ocasiones en las que fumaría contigo.
Quise que dejáramos de ser solo "tú" y "yo", quise que juntos formáramos el pronombre más bonito, quise que fuéramos un "nosotros".
Pero solo en eso quedó todo, deseos, anhelos que nunca haría realidad. Y no por mí, quizá tampoco por ti; pero eso no cambia el hecho de continuamos siendo "tú" y "yo", sin nada (ni siquiera una "y") que nos una.