Reto #10. De emociones y pensamientos.

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Era Reiste, un pequeño pueblo que no parecía ser tocado por el tiempo, el lugar más feliz del planeta por séptimo año consecutivo. No había asesinatos, suicidios, ni violencia de ningún tipo; todos sus habitantes tenían pensamientos agradables y vivían acorde a eso.

Todos, excepto Sarina, y eso no era casualidad.

Nadie nunca supo que la posición del pueblo era gracias a ella y a su poder, la empatía. Sarina era capaz de percibir y controlar las emociones y sentimientos de los demás, manipulándolos a su antojo. En la oscuridad del anonimato se encargaba de mejorar la vida de todos entretanto ella se sentaba cómodamente en el abismo de la desesperanza, porque ¿a dónde van los sentimientos si no hay nadie que los sienta? 

Se había asignado esa misión cuando descubrió su poder, sin importarle ser desdichada por el resto de sus días a cambio de ser la heroína silenciosa de los infelices.

Ella conocía los sentimientos más oscuros de todos y los mantenía encerrados en una jaula mental en donde se entrelazaban tanto que a veces no sabía si eran sus emociones o las de alguien más, mientras una voz en su cabeza le decía que no era su lucha, que no era su responsabilidad.

Que abriera la jaula.

Esa voz, un tanto masculina, le decía cada día que lo dejara ir. Era su mensaje de buenos días y su canción de cuna en las noches. Era lo que escuchaba en las madrugadas de insomnio y en las tardes de ocio; una grabación que su subconsciente reproducía cansinamente y que ella no estaba dispuesta a obedecer, pues no quería que eso volviera a suceder.

El detonante de su poder, lo que la hizo empezar a preocuparse por los demás más que por sí misma; el asesinato de su mejor amiga a manos de su padrastro. Desde ese día se juró mantener a todos felices para proteger a las personas más vulnerables, y lo había hecho hasta ese momento, cuando descubrió algo importante.

—Hola, Sarina.

La chica se detuvo en seco y giró sobre sus talones para encarar al propietario de esa voz. Era la misma voz que la acompañaba día tras día, que ella había asumido como su consciencia. Sonrió enorme, imitando al chico, y un clic resonó en su cabeza desatando caos en forma de emociones, pero no le importó.

No estaba sola, había alguien como ella.

RR LyraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora