Xilonen

Capítulo 1. La princesa

Esteban se levantó temprano por la mañana, no le quedaba de otra, ser el mayor de 6 hermanos implica estar despierto antes de oír cantar el gallo, los demás son muy pequeños para subir al monte a recoger la leña y sin ella Marina, su hermana mayor, sería incapaz de hacer las tortillas para el desayuno; lo bueno que las vacas son como regordetas estufas en blanco y negro, al menos no se tenía que preocupar por calentar la leche, bueno, siempre y cuando Ramón no se distraiga mientras regresa del establo. ¿Quién es Ramón?, bueno para evitar confusiones a lo largo de mi historia les haré una lista, de todos los miembros de la familia y de sus labores.

En primer lugar esta Lorenzo el patriarca, amo y señor de la milpa, bueno así se hace llamar cuando llega del pueblo en compañía de su compadre con unas copas de más, el señor Lorenzo, que no tiene el suficiente dinero para ser llamado Don, es esposo de Carmelita, una mujer más dulce que la miel, con ojos negros como la noche y con el cabello siempre recogido en una trenza, sus labores consisten en ir todas las mañana antes del amanecer al molino, ahí lleva el maíz que su esposo recogió el día anterior y lo vende al precio más bajo, pero claro, dentro de la ley.

Cuando la cosecha termina y es tiempo de sembrar los campos de nuevo, Carmelita gana algo de dinero ayudando a sus vecinas a lavar, planchar y toda clase de menesteres, mientras que su marido consigue uno que otro trabajo de albañil en la ciudad y les envía, completita la raya, pero la verdad no llega ni la mitad, ya que a Lorenzo cada ocho días le pega una sed... pero bueno, ya no quiero andar en chismes; mejor les presento a los hijos.

Esteban, tiene unos escasos 10 añitos y ya les conté que va por la leña, luego le sigue Marina de 9 años quien se encarga de la comida, sigue el despistado de Ramón, aunque para ser justos, que tan bueno va a ser un niño de 6 años para cargar una cantara de leche, sus hermanos creen que se distrae jugando por ahí y por eso la leche llega fría, pero la verdad es que la cantara pesa más que el pobre niño, que hace lo posible por no tirar ni una gota y obviamente idear como lograrlo toma su tiempo.

Dormiditos plácidamente, y sin enterarse de las tribulaciones por las que pasan los mayores, descansan en un colchón, los tres más pequeños del hogar; Martín de 4 años, junto con Óscar de 3 años y la pequeña Susi, de apenas 9 meses, la princesa de la milpa, como la llama papá. Para alivio de Carmelita que se sentía a morir en el último parto, los doctores le dijeron que no necesitaba el consentimiento de su marido y que si ella quería le podían hacer esa milagrosa cirugía que impide embarazos, un consuelo para una mujer de 25 años y con 6 hijos, así que sin dudarlo firmo el papel que le acercaron, ella a los 15 no quería casarse, pero sin saber leer o escribir no hay mucha vida para una mujer en su rancho.

Creo que ya fue suficiente introducción, y podemos volver con Esteban al que dejamos en el cerro recogiendo leña, por si tenían el pendiente, los mayores van a la primaria, o bueno a ese cuarto de lámina donde les enseñan y donde la nueva moda de los baños ecológicos les permite ahorrar agua, no sé qué tenga de moderno una letrina, pero quizás soy yo la falta de imaginación.

Antes de seguir, creo que es obvio que yo soy la distraída y no el pobre de Ramón, deben ustedes de saber mis queridos lectores, les digo así por pura cortesía ya que bien saben que no los conozco, que este relato no es un cuento de hadas o de ciencia ficción, es solo el cuadro de la vida diaria ahí en un pueblito olvidado por los mexicanos de ciudad, puede estar en Oaxaca, Guerrero o en donde sea, lo importante no es que quede lejos de las grandes urbes, lo importante es que te acuerdes que existe todavía, aquí no llega el 4G ni hay internet para Netflix o para mandar un mensaje a tus amigos, pero fíjate que las inundaciones si llegan y la violencia de las ciudades también corre entre los cerros, solo que aquí no llegan los de las noticias, es más ni han oído de estas comunidades.