¿Crees en las coincidencias?
Parece una pregunta extraña, ¿no? Yo tampoco lo he considerado mucho hasta ahora. Hay varias cosas que debo explicar.
Ayer se cumplió un año desde que mi hija desapareció. Nunca hubo ninguna nota para el rescate, no se descubrieron los restos y ni siquiera hubo una pizca de evidencia para respaldar las teorías estándares de secuestro u otro acto criminal. Aparte de su ausencia misma, toda la situación se veía impresionantemente limpia.
A solo catorce años de edad, había desaparecido sin dejar rastro.
Su nombre era Emily. Ahora puedo utilizar ese funesto «era» con seguridad. Es una bendición agria, una que acarrea un costo enorme para todos nosotros.
Cuando Emily desapareció, nos dejó a todos en un estado de ansiedad perpetua. El limbo monstruoso de la incertidumbre. Cada llamada telefónica era una aguja presionada contra nuestra piel, y cada reportaje que se transmitía sobre esa pobre chica que «permanecía desaparecida y se presumía muerta» se sentía como sofocar nuestras gargantas con agua hirviendo.
El no saber, esa es la tortura real. Hasta ayer, en verdad lo creía.
Hasta ayer, cuando recibí un correo de un remitente que no conocía. Un correo que declaraba contener la verdad de lo que le pasó a Emily aquel terrible día.
Lo siguiente es el contenido del correo:
…
De: losiento123@gmail.com
Asunto: Una disculpa por lo que he hecho
Hola, señora Stanfield.
No le diré mi nombre. Eso no es importante aún. Lo que importa es lo que he hecho, y lo mucho que me arrepiento por haberlo hecho.
Seré breve y honesto. Emily está muerta, yo la maté. Me encantaría decirle que fue rápido y piadoso, pero no fue ninguno. Murió lenta y terriblemente. Imagino que mi gozo inicial del suceso no servirá como ningún tipo de consuelo.
Amé a Emily por mucho tiempo de una manera a la que podríamos referirnos como inapropiada. La parte más difícil era saber que ella nunca podría corresponderme, al menos no de la misma forma en la que yo lo hacía, aunque no por falta de intentarlo. Había hecho insinuaciones antes. Muy sencillas, en verdad. Pero ella nunca fue muy receptiva ante mi afecto. Sentía asco hacia mí, y eso me hacía sentir pequeño y enojado. Aunque puedo estar agradecido por el hecho de que nunca le contó nada a usted. Supongo que habría sido poderosamente embarazoso para ella si ustedes lo sabían.
¿Sabe lo difícil que es lidiar con una fantasía, señora Stanfield? He tenido sueños tan desagradables sobre Emily, y sé que son desagradables, pero no puedo evitar encontrarlos excitantes. Me he preguntado muchas veces a lo largo del último año si fue la fealdad del asunto lo que lo hacía tan apasionante.
Cuando lo único que tienes es una fantasía, una fantasía que consideras como inalcanzable, pasas mucho tiempo afinándola, como un escultor tallando una estatua, esperando hallar la perfección escondida en el granito. No importa cuántas veces aflojes las válvulas secretamente con tus manos, eso solo apagará la fantasía, pero no la destruirá; no la puede destruir. Solo obtiene otro componente. Quizá son otros quince minutos de tortura, otro grito. Quizá es una herramienta diferente que se añade a la caja.
Para cuando la fantasía ha llegado a su punto de ebullición, es muy compleja como para ser satisfactoria si solo se mantiene en la forma de un juego de pensamientos. Tienes que convertirla en carne. Cálida y gratificante carne. Y lo hice, señora Stanfield, en verdad lo hice.