1.
Mis padres y yo paseamos sobre la hierba que rodea la gran universidad en la que dentro de poco tendría que residir.
Mis nervios creciendo a media que la distancia disminuía.
Hay una parte en mí a la que le entusiasma el hecho de estar en universidad totalmente independiente.
Pero por supuesto; hay otra a la que le da miedo tener que arreglárselas por sí misma, sola.
Se suele decir que la época del estudiante era la mejor de todas, lo único que esperaba era que eso fuese real.
Estuvimos conversando mientras nuestros pies nos llevaban hacia mi nuevo destino.
Ellos como padres que son, me advierten sobre toda la gente impresentable y peligrosa que podría haber fuera.
Que tuviera cuidado de no dejar de vigilar mi posible bebida en cualquier fiesta.
–Ni que fuera una irresponsable –gruño yo.
–Cielo, hemos sido jóvenes. Y por supuesto que hemos estado en la universidad. No lo decimos por eso. Te queremos advertir –mi madre intenta simplemente hacerme ver sobre el lado malo de la diversión, de lo que supuse que le pasó a ella o alguna amiga suya. O simplemente una conocida.
Sé que no lo hace con el fin de controlarme, es simplemente que me avergüenza el tener que hablar con mis padres de este tema en concreto. Y como si fuera una maldita broma, mi padre añade:
–Y sobre todo, si vas a tener relaciones, por favor, usa protección.
–Papá, por Dios.
–Te quiero, cariño. Sólo eso –las palabras de mi padre conmocionan a mi madre, las lágrimas se hacen visibles en sus mejillas, humedeciéndolas conforme iban resbalando hasta crear pequeños charcos en la camiseta básica turquesa que llevaba puesta.
–Yo también os quiero –la sinceridad se hizo bastante evidente en mi tono. O al menos ésa fue la intención.
Los tres nos unimos en lo que se podría llamar un abrazo.
–Sé que estarás bien –mi padre produce calma y tranquilidad a lo largo de mi columna, relajándola.
–Vosotros también, también lo sé –mis dedos acarician distraídamente la piel expuesta de mi madre, y la misma acción se produce con mi padre segundos después.
Después del efusivo contacto, retomamos el camino.
Intento secarme el resto de humedad en mis ojos, pasando por ellos la tela rasposa de mi chaqueta.
Pero el picor de mis ojos me deja evidente, que aunque los limpiara lo suficientemente para no dejar ni un rastro o evidencia del llanto, seguirán rojos.
Una sonrisa se plasma en mi rostro por compensar lo que demuestran mis ojos.
–¿Estás bien? –La preocupación de mi padre me pilla por sorpresa.
–Oh, sí. Ya sabes. La alergia –engrandezco mi sonrisa.
–Esto…, ya compraremos pastillas –lucha por las palabras, y contra su nerviosismo.
Cuando dirijo mi punto de visión hacia el frente, me encuentro a mi madre entusiasmada, corriendo a medida que a Papá y a mí nos deja bastante atrás.
Es increíble, ella está entusiasmada. Mi padre triste.
Y si los juntas a los dos, me encuentro yo.
Los sentimientos teniendo una pequeña batalla en mi estómago, produciendo el nerviosismo.
Un hombre algo mayor nos espera en lo que parece ser la puerta principal.