-"Riiiiiiiiing riiiing riiiiiiiiiiiiiiing"-. Otra vez sonaba ese maldito aparatejo burlándose de mí y de mi miserable existencia. 7:20 de una mañana del 03 de abril de 1998. El clima era algo caluroso, se sentía como cualquier tarde de un día de verano, aún estando a penas en primavera. -"Maldito calentamiento global"- dije reprochándole al mundo, aún sabiendo que desde la comodidad de mi pequeño departamento nadie podría escucharme.
Sueño, tenía demasiado sueño. El cansancio se apoderaba de mi cuerpo. A mis 43 años ya no puedo desvelarme tal como un chicuelo que se encuentra en plena pubertad, sin tener repercusiones en mi cuerpo. - "Café, ¡eso es lo que necesito!"-expresé con un tono de amargura. Era momento de empezar con la rutina aburrida de todos los días. Despertar, café, trabajo, volver a casa y dormir. Sólo en ocasiones especiales podía darme el lujo de salir a tomar unas copas con mis compañeros de trabajo, no sin sufrir las consecuencias de esto al día siguiente.
-"Odio venir a la oficina, odio éste maldito cubículo, odio a mis compañeros... "-. Comencé de vuelta con mi discurso de odio que se repetía todos los días en la espera de la hora de almuerzo. Después de trabajar 15 años para la misma empresa, la monotonía se vuelve algo común. -"Tic toc,tic toc, tic toc"-. Ese era el único sonido que atravesaba por la oficina, sólo opacado por el ruido de las secretarias tecleando en sus computadoras. Observar a mis compañeros y mi entorno se había convertido en mi aburrido pasatiempo.
En un abrir y cerrar de ojos, el reloj ya marcaba las 11:00. -"¡Por fin!, es hora de almorzar"-. dije para mis adentros con alivio.
Recorrí todo el trayecto hacía el comedor, en búsqueda del almuerzo que había traído de casa. Enorme fue mi sorpresa al descubrir el contenedor de mi comida completamente vacío. -"¡Genial! ahora tendré ir a comprar algo de comida, ya que un maldito irrespetuoso se comió mi almuerzo"-. exclamé con un tremendo enojo. Arruinaron uno de los momentos "felices" de mi día. Ahora con tanto rencor, tuve que salir de la oficina para buscar algo de alimento. Tenía años que no salía a la calle a esa hora.
El cielo estaba despejado, el clima era más agradable que el que hacía sólo unas horas antes. El aire se sentía fresco, contaminado, pero fresco. Las aves cantaban, pero nadie parecía prestarles atención. En realidad yo tampoco lo hacía. Sólo pude notar este detalle unos momentos después.
Me dirigía hacía una pequeña cafetería que se encontraba a unas cuantas cuadras de mi oficina, mi única compañía eran mis pensamientos. "¿Qué es lo que estoy haciendo con mi vida?, no le encuentro nada importante a existir. Comparado con el tamaño del universo, no soy más que un diminuto conjunto de partículas, y en comparación con el tamaño del mundo, soy como una hormiga. Bueno, démosle un punto a favor a las hormigas.... ellas al menos tienen un propósito en la vida"- Entonces mis pensamientos se vieron interrumpidos abruptamente. No lo vi venir...
Azul, el cielo tenía un bello color azul. - "¡¿Cómo es que nunca antes me había detenido a verlo?!"- balbuceé mientras estaba ahí tirado en el piso. Sólo sentía como algo espeso y cálido brotaba de mi cabeza y de mi cuerpo.
-"Señor, ¡respóndame por favor!. Señor ¡quédese conmigo por favor!"-. Una mujer gritaba esto desesperadamente mientras sostenía mi cabeza, bloqueando la vista del cielo. -"¡Señor!"-. Continuaba gritando la mujer con insistencia, pero de mi boca no salía una respuesta. "Cállese, estoy bien"-. Eso me hubiese gustado responderle, pero de mi boca no emanaban las palabras, sólo sangre. La mujer seguía gritando, pero pronto los gritos se dispersaron y lo único que podía escuchar era el dulce cántico de las aves.
Mi mirada se quedo fija al cielo, pero de un momento para otro fue que todo se volvió oscuro. Aquello parecía un túnel -"je je, como en las películas"-. Dije para mis adentros. Sólo en el fondo se lograba divisar una luz, una bella y radiante luz. Corrí hacía ella, pero sin importar cuán rápido corriese, parecía que mi cuerpo seguía inmóvil. Necesitaba llegar a esa luz. -"Tengo que llegar a ella"-. Me repetía esto contantemente sin parar de correr.
Corrí sin descanso por mucho tiempo, lo sentí como una eternidad pero cuando por fin pude llegar a ella, quede cegado por la luz. Cerré mis ojos, todo era confuso. Mi cuerpo goteaba sudor, no sé si por correr o por la angustia que me generaba el no saber qué era lo que me esperaba al llegar a esa luz.
Abrí los ojos para observar mi nueva realidad. Todo era borroso; poco a poco comencé a vislumbrar varios objetos, eran figuras familiares, algo conocido... extrañamente conocido. De un momento para otro fue que pude ver todo con claridad. -"¡Mi habitación!"-. Grité mientras una súbita confusión llenaba mi ser. Volteé a ver el reloj que se encontraba sobre la mesita de noche a un costado de mi cama. Eras las 8:25 a.m. del 03 de abril de 1998. Sólo habían transcurrido 2 horas.
¿Fue entonces sólo un sueño? ¿o es que de verdad morí y reencarné en un mundo paralelo al mío? Probablemente nunca lo sabré. Sólo tengo una cosa segura, y es que desde ese día decidí dejar atrás a ese ser infeliz, monótono y amargado que pasaba sus días en un ciclo sin fin, donde su única alegría era esperar a la hora de almorzar dentro de una gris y fea oficina. Escogí cambiar de vida, para darle un sentido a todo lo que hago y tratar de obtener una satisfacción de ello; Intentar de cambiar el mundo, mi mundo, porque siento que sólo así, lograré trascender.
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El despertador
Short StoryCuento corto que hice unos meses atrás para una clase de humanidades, bajo el tópico de el existencialismo . No estoy muy satisfecha con el final "apresurado", así que probablemente lo llegue a editar en un futuro. Gracias por leer.