–Venga, no seas miedica –grita el niño de la gorra azul.
–No lo soy –contesta una niña a sus espaldas.
Es una calurosa mañana de Agosto. Dani y Sara juegan solos en el parque del pueblo. Los demás niños prefieren darse un chapuzón en la piscina antes de la hora de comer. Pero ellos dos no. Le gusta más pasar el rato juntos en ese parque.
–Pues si no lo eres tírate por ese tobogán.
– ¿Por cuál de todos?
–Por ese, por el verde –dice Dani señalando un tobogán al fondo del parque.
–Pero es que... es muy grande.
–Lo ves, ¡Miedica!– se burla el niño
–Oye, pero no vale. ¡Tú eres más mayor que yo!
–Vamos, Sara, ¿cuánto son tres años? Venga, tírate. Mientras yo esté aquí, no te pasará nada.
– ¿Me lo prometes?
–Te lo prometo –dice su amigo cruzando y besándose los dedos.
La chica duda unos segundos. El tobogán verde es el más grande de todo el parque. Y ella solo tiene cinco años. La verdad es que sí que le da un poco de miedo, aunque nunca lo admitiría delante de su amigo.
–Está bien. Allá voy. –dice Sara sin mucha convicción.
La pequeña camina con paso decidido hasta las escaleras del tobogán y las sube una a una. Once escalones. Muchos para una niña de su edad. O eso piensa ella. Se sienta en lo alto del tobogán. La vista desde allí arriba es peor de lo que imaginaba, pero tiene que tirarse, no le quiere dar a Dani la satisfacción de llamarle miedica.
La chica cierra los ojos, respira hondo y... ¡AAAAH! Está sana y salva, pero... Sara se gira y ve a Dani en lo alto del tobogán.
– ¿Qué? Me aburría de esperar –dice con una sonrisa en la cara.
A pesar del susto, Sara se da cuenta de que también está sonriendo. Pero la cosa no va a quedar así.
Dani baja por el tobogán y sin decir nada se acerca a la fuente a beber un poco de agua. La larga caída por el tobogán le ha dejado exhausto.
Sara se acerca sigilosamente y cuando el chico ha terminado, aprieta el botón de la fuente y empieza a salpicar a su amigo. Dani no se lo esperaba pero no tarda en reaccionar. La temible historia del tobogán ha terminado en una divertida guerra de agua entre los dos.
La gente que pasa les mira divertidos. A eso si se le puede llamar disfrutar del verano.
De repente una voz le llama. Sara se gira, pero no encuentra a Dani por ningún lado. Gira sobre sus talones y sin comprender observa como el parque parece cada vez más lejano. La voz insiste. Es muy familiar. De pronto el cielo se vuelve negro, la chica levanta la cabeza y enormes gotas de agua le caen sobre la cara. Sigue oyendo su nombre sin saber de dónde viene ni quien tiene tanto interés por ella. Un zarandeó le hace despertar.
–Ya era hora guapa –dice Laura –Llevo como diez minutos intentado que abrieras los ojos. Lo tuyo sí que es sueño profundo, y no las tonterías que se oyen por ahí.
Sara tarda un poco en reaccionar, y cuando lo hace se da cuenta de que su cara está empapada. Se seca un poco con las manos y mira a su amiga sin entender.
–Vale, ha sido un poco cruel pero es que no te despertabas y tenemos que llegar a clase.
–Pero, ¿a ti quién te ha dejado entrar?– se queja molesta.
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Dos amores de verano
RomanceSara va a pasar las vacaciones de verano al pueblo que iba de pequeña, pero esta vez, no va por gusto propio. La última vez se fue sin despedirse de nadie ni avisar de que no volvería, lo que pasó fue demasiado para ella. Ahora cuatro largos años d...