La audición

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La lluvia no cesaba, llego un punto en el cual ya ni siquiera las personas se inmutaban de que afuera las calles estuvieran mojadas y las suelas de sus zapatos estuvieran llenas de lodo o húmedas.

Lucas paseaba por la calle que si tenía la banqueta ciertamente más completa que la del otro lado, pero eso no era tan relevante para él ahora, no dejaba de pensar, sentía un nudo al fondo del estómago que no dejaba de recordar todas las cosas que tenia por delante, fuera de sus tareas escolares y domésticas, su mente estaba ocupada en el negocio que le había propuesto su tío, le seguía dando vueltas en su mente mientras las gotas de agua resbalaban por su cabello platinado, ni siquiera ponía mucha atención en el playlist que se reproducía en su celular –que por cierto era muy bueno– solo pasaba de una canción a otra en lo que avanzaba hacia su casa; caminaba lento aplazando su llegada, saludaba a cada perro que se encontraba y pateaba los charcos de agua, pero sin alegría alguna. Se detuvo frente a una casa de dos pisos, pintada de azul por detrás de la reja negra de barrotes, se paro frente a la puerta, saco las llaves haciéndolas dar vueltas en su mano, miraba de una dirección a otra, esperando que algo pasara como que un carro saliera de control, o un gato despistado cruzara la calle intentando protegerse del agua "lo que sea" pensaba aunque más como una plegaria a que una idea.
De pronto, paso algo... no fue una nave alienígena que venia a secuestrarlo, ni un viajero en el tiempo que le advertía de un peligro inminente, era más bien un paraguas, un gran y pesado paraguas negro que cayo sobre la cabeza de Lucas.
—Chamaco ¿por qué no avisas a donde demonios te sales?— era el padre de Luchas quien le había asestado el golpe con la sombrilla —A tu madre casi le da un infarto, hasta me envió a buscarte— el pobre muchacho se agarraba la cabeza <<perdón>> dijo entre jadeos —Nada de perdón, nos tienes con la angustia y tu aquí a media calle mojándote feliz de la vida, anda entra antes de que cambie de opinión— con la cabeza gacha y el dolor en el cráneo entro tropezando con la vieja alfombra que su madre insistía en conservar, desde el patio al interior de su casa, para ser recibido por una mamá sumamente aliviada y molesta a la vez, unos cuantos besos y golpes con el trapo de la cocina lo dejó ir a cambiarse ya que venia empapado.

Seco y con el estomago lleno, agarro su celular y le envió un mensaje a Dylan.

#Hey prepara las cosas para mañana esta bien

#mañana?

# si mañana, todo debe estar impecable

*****

—Tranquilízate hermano— Fabián apenas y quería tranquilizarlo, mas bien ya estaba desesperado.

—Es que tu no entiendes— Lucas  le lanzaba miradas suplicantes a Dylan —Mi tío es muy exigente, no aceptara cualquier cosa— cerraba los ojos como si quisiera memorizar o recordar algo importante, pero no lo conseguía y se azotaba contra la pared, como si ese movimiento de algún modo le hiciera recordar lo que se le había olvidado.

Ensayaron por horas, comenzaban a sentirse fatigados y hasta hartos, de tanto tocar y practicar las mismas canciones sin un descanso de mas de cinco minutos.

—Pronto llegara mi tío y debemos demostrarle que si valemos la pena— se decía mas para si mismo que para sus amigos.

Ambos muchachos se miraron extrañados, claro que le habían oído pero no entendían a lo que se refería exactamente, mucho menos de la conversación que transcurrió durante la cena hacia unos días en casa de Lucas pero era algo que no les quería comentar, pero era algo que le ponía los nervios de punta; tenía razones de sobra para que quisiera que todo saliera impecable.

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