Siempre tuve problemas para expresarme. Ya sea sobre algo que me interese demasiado y quiera compartir mis gustos con otros, o con algo regular como explicar temas para una materia en particular. Sin embargo, a la hora de desenvolverme me cuesta menos de forma escrita que oral. De forma escrita, generalmente cuando estoy en casa, si hay un punto en que no se como explayarme tengo aceso a internet para aclarar mis dudas y buscar palabras que no conozco; incluso si estoy fuera de casa, el cecular es como una computadora portatil en miniatura hoy en día, con facil acceso an internet. Cuando tengo que expresarme de forma oral, sin ningún material al que recurrir para ayudarme a recordar o pensar mejor mis palabras, me trabo y me vuelvo patata. Por algo nunca me gustaron las lecciones orales en la escuela primaria y secundaria... aún las tengo en la universidad y lo sigo odiando.
Pero, si hay algo en lo que me cuesta sobretodo contar como me siento en verdad... es cuando se trata de despedirme de seres queridos.
En mis vente años de vida tuve la suerte de no perder a mucha gente a quien amo, pero si pasé por esas etapas. Dos de mis tres abuelos ya pasaron a mejor vida, ambos del lado materno; hace un año falleció un buen amigo mío a quien nunca pude darle un buen 'Adios', y a quien siempre llevaré en mis recuerdos. Y, por supuesto, están las mascotas.
Tengo mascotas desde que tengo uso de razón. Desde los tres años, que empecé a ser consciente del mundo, ya había animales en la casa que eran más mascotas de mi madre que otra cosa: dos gatos y un canario. Del pajarito no recuerdo mucho (excepto que mi mamá lo había nombrado Piolín) y los dos gatos vivieron por muchos años, sobretodo la siamesa que, si mal no recuerdo, murió cuando recién empezaba la secundaria.
Ahora, cuando se trata de mis propias mascotas, animales que fueron más míos personalmente, el primero de todos fue una perrita dálmata. Todo porque de chiquita miraba sin falta '101 Dalmatas' y tenía una obsesión con esa raza de perro. Y, con el nombre más original del mundo que una niña de 5 años podía pensar, la nombre Dalma. Desafortunadamente, Dalma murió a corta edad, durando solo un par de años; en ese entonces, como era todavía muy pequeña, lloré y lloré como no se lo imaginan. Mis siguientes mascotas fueron otro dalmata y un hamster (todo gracias a un anime sobre hamsters, jaja) que tampoco duraron mucho, y estoy convencida de que al hamster lo maté yo por accidente. Mi primer gato tampoco tuvo mucha durabilidad en mi vida, apenas y recuerdo que lo nombre Tato.
Como verán, tengo un partón de mala suerte con los animales. Durante mis primeros años de niñes ningún animal me duró mucho, y el único que aguantó hasta mis 13 años de esa época fue la gata siamesa de mi mamá. Los demás, pues, o duraban meses o un par de años. Y con todos lloré y lamenté sus muertes, no lo duden por un segundo. Pero acá entra una diferencia crucial entre esa época de mi vida y la actual. No, no es solo respecto a mi madurez respecto a como lidiar con la muerte de un ser querido, de un miembro de la familia, ya sea humano o animal.
Hace trece años, en 2004, tuve mis primeras dos mascotas que vivieron por más de diez años: un perro Pointer al que nombre Stich (ha...) y un gato cruza de un siamés con un callejero al que nombré Pach. Tenía siete años, en ese entonces solo estaba feliz de tener compañía animal. No voy a entrar en muchos detalles, pero ese período de la primaria (tenía 7 años en 2004) viví las discusiones de mis padres que terminaron en divorcio. Por suerte ellos nunca llegaron a nada super grave, y actualmente se siguen viendo y tratando con respeto, sobretodo por mi. Pero durante ese tiempo, que no sabía que iba a pasar, recibir cariño de otro miembro de la familia me vino bien.
Cuando mi mamá consiguió una casa para ella y para mi (vivo con mis dos padres, es complicado de explicar y eso ahora no viene al caso) también se mudaron Stich y Pach. No se siente como mucho tiempo después, quizás fueron un par de años, pero recibimos a otro miembro felino a la familia, un gato siamés que se escapó de su antigua casa. Nunca supmos quienes son sus dueños y ya pasaron más de diez años desde ese entonces; además, no creo que planee irse sabiendo cuanto lo mimamos y consentimos. Ellos tres, Stich, Pach y Siam (el segundo gato) fueron las primeras mascotas, los primeros miembros de la familia animales que duraron más que solo dos años. Pasamos una década de momentos juntos, aún si ahora son 4 con la suma de un nuevo gato hace un par de años.
Esta es la gran diferencia. Mi vínculo con ellos es otro. Es como comparar el tipo de relación que tengo con mis compañeros de la escuela con los de la universidad: tengo buen trato con ellos y nos llevamos bien, pero tengo una historia con mis antiguos compañeros de colegio, sobretodo porque a la mitad los conozco desde los tres años. Una cosa así es como veo mi relación con las mascotas que tuve. A todos los amo, a los que pasaron a mejor vida aún los extraño, pero con mi trío de oro es distinto... hay más historia, más emociones, más unión.
Yo creía haber estado lista para cuando su momento llegue. Desde hace unos años me lo vengo planteando para mi misma, sin hablarlo con nadie realmente, y creía haberlo logrado. Pensé que estaba preparada mentalemnte para ser capaz de dejarlos ir con una sonrisa, derramando lágrimas pero contenta porque vivieron una buena vida. Pero, la vida siempre sorprende, para bien o para mal. Y por unos días lo único que pude pensar fue que mi vida es una mierda.
Esto que estoy explayando no es tanto una obra de ficción, es algo personal. ¿Por qué lo hago público? Pues... no lo se, supongo que una parte de mi espera que con este relato alguien que quizás esté pasando por lo mismo le de fuerzas para seguir, a ver si evita entrar en pánico y en desesperación como me pasó a mi. Esta historia no empieza con el hecho que causó mi frustración y tristeza; sin embargo, si tengo suerte, seré capaz de ponerle un cierre a esto con un 'Adios', como siempre debió ser.
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Un camino largo para decir 'Adios'
Non-FictionSiempre tuve dificultades para expresar como me siento de forma coherete, o siquiera con palabras. Creía estar preparada para este día, pero un acontesimiento inesperado me hizo ver que no era el caso. Nunca estuve lista, nunca lo asimilé... y me t...