La hermana de Shiryu

Capítulo 37.‒Visita inesperada y el nacimiento de Hiroshi

Después de haber vencido al dios del inframundo Hades, habían pasado cinco meses, durante ese tiempo sucedieron muchas cosas. Sango podía volver a tener su apariencia si así lo quería y esos fue lo que hizo, volviendo a ser la misma peli castaña que todos conocían. También se había dado el nacimiento del pequeño Takeshi hace una semana, alegrando con su llegada a sus padres seiya y Liz, y claro a los tíos del pequeño. Ikki y Shiryu se habían casado con Esmeralda y Shunrei, siendo bendecidos por la diosa afrodita y athena en su unión. Cuando se dio a conocer las bodas de estas dos parejas Sango era la más emocionada, pues tanto ella como Cassandra, Liz y Saori sabían lo mucho que Ikki había sufrido al perder a Esmeralda en la isla de la muerte aunque el caballero de Fénix nunca reconocería cierto lo que las chicas pensaban. En cuanto a Shiryu y Shunrei, la peli castaña ya se esperaba la unión de esos dos puesto que tenía el conocimiento de cuales eran los sentimientos de Shunrei por su hermano mayor, y Shiryu no le era muy indiferente, él tenía los mismos sentimientos hacia la chica y esos todos lo sabían. Hyoga y Cassandra serían padres dentro de cinco meses más, se les veía muy ansiosos a ambos por la llegada del niño al que llamarían Kenji, mientras que Shunrei se encontraba de tres meses al igual que Esmeralda. Por último Sango quien se encontraba de ocho meses de embarazo y esperaba a un pequeño que llamaría Hiroshi.

Como ya era costumbre solían reunirse en la mansión Kido y este día no era la excepción, todos se encontraban en el interior de la mansión Kido, todos menos Sango quien sin que nadie se diera cuenta se escabulló y ahora se encontraba observando los arboles y flores danzar provenientes del jardín de la mansión, la peli castaña se encontraba apoyando sus manos en el balcón regocijándose al ver tan hermoso lugar, cerrando los ojos disfrutando de la tranquilidad de la noche mientras el viento soplaba; quien anunciaba el inició del otoño, abrió los ojos nuevamente; la sensación que le transmitía el aire teniendo contacto con su piel comenzaba a hacerle temblar de frío, acercando sus manos abrazándose así misma mientras el viento hacia de las suyas jugando con sus cabellos castaños. La chica estaba dispuesta a darse la vuelta e ingresar al interior de la cálida mansión, sin embargo detuvo su acción al sentir una cálida prenda entre sus hombros cubriéndola del frío que comenzaba a hacer, el aroma que la suave tela del suéter desprendía le encantaba, no era necesario girarse para saber quien era la persona que se encontraba a sus espaldas.

Sango: no te escuche llegar...- pronuncia mientras acerca sus manos a las de su esposo las cuales se encontraban en su vientre de ocho meses formando así un abrazo, acto seguido el peli verde coloco su mentón en el hombro de la chica

Shun:...no hice mucho ruido realmente, no te vi allá abajo junto a los demás así que decidí buscarte y te encontré aquí...- dice mientras observa el jardín de la mansión que Sango tanto aprecia, comenzaron a sentir los movimiento que hacia el pequeño en el interior de su madre

Sango: ¿lo haz sentido cierto?...dios...- dice mientras llora de felicidad algo que hace desde que el bebé comenzó a moverse por primera vez- mami y papi están aquí...ya queremos conocerte pequeño Hiroshi...-

Shun: no solo nosotros también tus tíos esperan tú nacimiento Hiroshi, muy pronto estarás con noso...- se interrumpe así mismo, al igual que la sonrisa que Sango tenia en sus labios desaparece, ambos podían sentir un cosmos aproximarse no le pertenecía a ninguno de los muchachos eso era seguro, conocían perfectamente el cosmos que cada uno emanaba y no les pertenecía a ninguno de ellos, pero tenían que admitir que ese cosmos les era muy familiar y no representaba amenaza alguna

Sango: ¿a quién pertenece este cosmos?...- se preguntaba mientras observaba el jardín, alejándose del balcón en compañía de Shun dirigiéndose a la sala encontrándose con Seiya y los demás, quienes al igual que ellos habían sentido ese cosmos que les era familiar a todos los presentes