Son las siete de la tarde, aún quedan dos horas para mi cita a ciegas con Tom McKenan. Me tomo una copa de vino y me siento a leer un libro. No le presto mucha atención, estoy bastante nerviosa. Es como si volviera a tener quince años.
Dejo que el tiempo pase. Tan solo quiero que sea el momento en el que vuelva a casa para meterme en mi blandita cama.
Mis pensamientos empiezan a tomar forma en mi mente. Estoy nerviosa pero también asustada. Es la primera vez que quedo con un desconocido. Si mi madre me viera, me echaría la bronca por todas esas veces cuando era pequeña que me advertía de que no hablara ni cogiera nada de desconocidos.
Me río al recordar aquellos tiempos.
Llego al restaurante en el que hemos quedado. La reserva está hecha por él por lo que le pregunto a una camarera cuál es mi mesa. La camarera, muy amablemente, me la indica y me echa un poco de vino en una de las copas que hay sobre la mesa. Tom aún no ha llegado y eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy.
Diez minutos más tarde, un hombre se me acerca. Me mira de arriba a abajo y yo hago lo mismo. Me sonríe. Al parecer le gusta lo que ve.
-¿Eres mi cita a ciegas? –me pregunta. Su voz es realmente embriagadora y consigue que se me erice la piel.
-Eso creo, soy Lana Jones –digo cuando consigo recuperar el aliento. Me levanto de la silla y me acerco a él para estrecharle la mano.
-Encantado, soy Tom McKenan aunque bueno, eso ya lo sabes –dice soltando una tímida carcajada-. ¿Por qué decidiste meterte en este tipo de webs? –me pregunta mientras me ayuda a sentarme.
-En realidad, me metieron en esto mis amigas. Soy casi la única soltera del grupo y quieren buscarme a alguien. ¿Y tú?
Justo cuando va a responder, viene el camarero para darnos las cartas del menú y aconsejarnos sobre la especialidad de la casa. Observo a Tom, que mira la carta con interés. Miro la que yo tengo entre las manos. Al cabo de unos minutos, me decido por pedir una ensalada de quinoa con tomate, aguacate y atún, y de segundo plato, revuelto de setas. En las fotografías todo tiene una pinta increíble.
Cuando el camarero vuelve a venir, toma nota y se vuelve a ir con paso ligero.
Hablamos mientras esperamos a que nos traigan lo que hemos pedido, pero no responde a mi pregunta y eso hace que me preocupe. Tal vez se le haya olvidado o tal vez, intente evitarla.
-¿A qué te dedicas? –le pregunto intentando sacar tema de conversación.
-Soy periodista. Siempre me han interesado los deportes pero mi empresa me tiene cubriendo desfiles de moda. Lo bueno es que viajo por todo el mundo.
-Y lo malo es que no tienes vida social –añado sabiendo que es eso lo siguiente que va a decir.
-Exacto –me dice mientras me mira a los ojos-. Pero gracias a ese trabajo, sé qué prendas le favorecen a uno.
-¿Lo que yo llevo me favorece? –pregunto sonriente mientras me sonrojo por lo atrevida que he sido para mi habitual actitud.
-Eres bastante guapa y tu figura encaja a la perfección con el vestido pero la tela no es la adecuada.
-¿Por qué no?
-Porque se notan las marcas del sudor por lo nerviosa que estás.
Nada más oír eso, le miro sin saber qué decir y noto cómo mis mejillas arden. Está claro que este hombre no tiene tacto alguno aunque tonta yo por pedir su opinión. Justo en ese momento, el camarero trae lo que hemos pedido y comenzamos a comer.
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El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...