Capítulo II

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El ruido de las puertas del ascensor al abrirse llamó la atención de Sonia, quién inmediatamente, como un acto reflejo, tomó el teléfono para comunicarse con su jefe, e informarle que su cita de las 3 había llegado. Nerviosa, marcó la extensión en el conmutador, esperó que su jefe contestara, y con una voz suave que escondía su nerviosismo le informó a su superior.

Del ascensor bajaron 10 hombres de entre 40 y 50 años, 3 abogados, 2 consultores mas los miembros de mas alto rango del corporativo de la compañía. Caminaron rumbo a la única oficina que había en el último piso de la Torre Slim, sin consultar a la hermosa recepcionista, abrieron la puerta e ingresaron, azotando la puerta; dejando perpleja a Sonia, quien, sorprendida, sacó un vaso con popote y tomó presurosa el contenido para bajar el susto.

- No está a discusión. - Comentó Francisco Burgoa, el abogado en jefe del Carbonell - Burgoa y Asociados, asignado al caso más importante de la firma. - Si no consigue un beneficiario, no podrá ser asegurado, y si no está asegurado perderá la compañía. El futuro de Slim Enterprises está en juego. ¿Está seguro que no tiene un familiar? Sabemos que ambos padres se encuentran fallecidos, y que usted es hijo único, pero debe haber alguien, un primo tal vez, quizá una indiscreción en su juventud...

- ¿Perdón? - Interrumpió el mexicano más rico del mundo.

- Escuche, no quise ofenderlo, pero de seguro en su juventud... ¿Existe la posibilidad de que tenga un hijo del que nadie sepa? Mi firma tiene un ejército de investigadores, que sin duda dará con el paradero del pequeño bastardo, sólo tiene que darnos un indicio para comenzar a buscar, un nombre, lo que sea...

- Lo siento señores, pero no existe nadie.

La conmoción reino en la oficina, múltiples voces al unisono comenzaron a externar su opinión.

- ¡Orden! ¡Orden! - Exclamó Jerónimo Arango, el más viejo miembro del corporativo. - No perdamos la compostura, discutiendo no llegaremos a nada, necesitamos soluciones. Tomemos un pequeño descanso, todos tomen un refrigerio, tenemos café y galletas, sirvanse, piensen en como podemos impedir que Sr. Slim pierda su compañía, y retomemos este asunto en 10 minutos.

Sin estar de muy de acuerdo, todos se dirigieron a la barra de refrigerios. Mientras en tanto, Jerónimo llevó a Slim al termo del café para hablar más en privado.

- No me gusta el café instantáneo, siempre he preferido un buen jugo de naranja en la mañana. Mi madre siempre decía que tomar un buen vaso de jugo de naranja en las mañanas ayudaba a la salud y a mejorar las defensas. Pero a mi edad, no es posible estar despierto sin tomar una buena taza de café. - Tras terminar de servir dos tazas, dio un sorbo a la suya. - Excelente café, excelente, dale mis felicitaciones a tu secretaría, está es una excelente taza de café.

Slim tomó su taza, apenas alcanzó a dar un sorbo, cuando Jerónimo lo llevó a la ventana. Sin inmutarse, ambos continuaron disfrutando de tacita de café. Hasta que Jerónimo rompió el silencio.

- Maravillosa, ¿No lo creés? La ciudad... Es increíble que ahí afuera, entre sus calles, se encuentre el ganador de la lotería genética, una persona, que sin saberlo carga en sus hombros el futuro se está compañía.

- Jerónimo, lamento decirte, no hay nadie allá afuera...

- Lo sé... Te conozco desde que eras un joven visionario en busca de hacer realidad un sueño, ¿Quién diría que ese sueño se convertiría en una de las empresas más sólidas del mundo?...

- Señor Slim... - Dijo una voz interrumpiendo. - Creo que tengo la solución, Sr. ¿Ha pensado en adoptar?

- Esa es una gran idea. - Dijo Burgoa. - Normalmente, el estado no permitiría que un hombre soltero adopté a un niño, pero estoy seguro que la firma podría encontrar la manera legal de hacerlo posible. Por supuesto, tendrá que nombrar a un albacea hasta que el infante sea mayor de edad... Es la mejor solución posible dada su condición... Esto le permitiría mantener su compañía, hasta que el cáncer vuelva a entrar en remisión.

Slim asintió.

La mención del cáncer le trajo recuerdos. Le habían detectado la enfermedad hacía años, pasó los primeros en quimioterapia, hasta que escuchó hablar de un tratamiento experimental desarrollado por Howard Stark, quien también había sufrido el padecimiento. Afortunadamente para Stark el cáncer pudo ser curado, al ser detectado a tiempo, para mala suerte de Slim, habían pasado años, y Howard había fallecido sospechosamente en un accidente antes de revelar la fórmula. De ahí en adelante, Slim había pasado el resto de su vida tratando de descifrar el código Stark. Milagrosamente, el cáncer entró en remisión, y olvido por completo continuar con la búsqueda, pero la vida es caprichosa, y el cáncer regresó con mayor afectación, sobre su salud y las acciones de la compañía. Decidido a dar batalla, se aferraba a la vida, y a continuar al frente de su empresa.

Chapulín Colorado: El InicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora