He visto como cada una de las personas que más aprecio en mi vida se van alejando, una a una se marcha sin piedad, sin dar una explicación. Aunque no es que las necesite, pero pienso que sería más fácil si lo hiciesen, así; aunque sea una vez dejaría de pensar que soy yo el problema. Ninguna despedida me dolió más que la de Andrea, la persona la cual me hizo comprender quién soy, recordarla me hace extrañarla cada vez más.
Decidí buscar mi abrigo y salí para despejar un poco mi mente. Salgo y paso por la habitación de mi madre; ella sedada por sus calmantes se ve cómoda en su cama, paso otras dos puertas y doy con las escaleras, bajo sin hacer tanto ruido y llego a la puerta; veo el reloj y este marca las dos menos quince. Las calles estaban vacías y el aire frío golpeaba con suavidad mis mejillas. Caminé varias manzanas y sin querer o quizás queriendo, llegué a la biblioteca donde la ví por primera vez.