Restlessness in a celestial being

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Gracias por su apoyo, espero que les guste esté capítulo.

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JiMin aleteaba sus alas en el aire, volando lo más alto que les era permitido a los ángeles de su nivel. Desde las alturas contemplaba todo el lugar: los altos edificios de un color blanco brillante., la torre cristalina, que se alzaba con maestría y pureza, en donde residen los Denominadores, aquellos seres que trasmiten las órdenes directas de Dios. El Paraíso, que no estaba muy lejos de allí, es el lugar que alberga las almas de los hijos de Dios, los elegidos para el descanso eterno.

El ángel alcanzo a ver mucho más allá la fortaleza de las legiones de ángeles: los guerreros del cielo, que con sus doradas espadas y relucientes armaduras combaten el mal que deambula en el mundo de los humanos. Un grupo al que temía pertenecer algún día, pero para eso faltaba mucho. Aunque no es que fuera muy bueno con el uso de la espada. Sus compañeros siempre intentaban ayudarlo, sin conseguir buenos resultados. Otro problema en las enseñanzas para el inexperto ángel eran las demás disciplinas; principalmente porque se quedaba dormido en la mayoría de las clases, especialmente las que le parecían muy aburridas.

Muchos de sus compañeros ya habían subido de nivel, incluso algunos habían sido asignados a diferentes labores, pero JiMin permanecía estancado en el mismo lugar, como si le faltase alguna motivación para conseguir algunas de las metas que tenía metidas en la cabeza. Pero si de algo estaba seguro, era que un día tendría que bajar al mundo de los mortales, y para ello tenía que estar preparado.

Un ángel no podía abandonar el reino de los cielos, no hasta aprender todo lo relacionado con los humanos y la tierra, como el arte de saber cómo relacionarse con ellos sin ser visto, al igual que, cómo cuidarlos y defenderlos, también como identificar el mal en la oscuridad, pero sobretodo, a como pasar desapercibido entre los hijos de Dios.

JiMin levantó la vista, aún en el aire, aleteando sus alas con suavidad, y observó la brillante luz a una altura inalcanzable. Brillaba con su habitual intensidad, y de ella unas voces hermosas salían y llenaban todo el lugar de amor, un amor puro e infinito. Unas llameantes voces que arrasaban todo el reino de los cielos, llenado con ellas a cada ser allí existente, de fuerza y de paz. Eran las voces de los Serafines, los espíritus bienaventurados. Nunca cesaban. Sus cánticos eran inagotables, el sustento de cada ser en el reino de los cielos. Sin ellas JiMin no sabía que sería de todos los ángeles y seres que habitaban aquel hermoso lugar.

El ángel sentía como aquellas voces le llegaban a lo más profundo de su ser. Sentía como lo alimentaban, como lo llenaban de fuerzas. Muchas veces se dejaba embriagar por ellas, de tal manera, que se olvidaba de aletear sus alas en el aire y caía en picado. Por suerte siempre reaccionaba en el último segundo, evitando así darse de bruces contra el blanco suelo del reino de los cielos. Sin embargo, en esa ocasión no ocurrió, los cánticos de los Serafines no lo hundieron en esa paz y gloria que siempre emanaba sus voces alimentando su esencia. No lo hicieron porque JiMin hacía mucho que sentía algo extraño bajo su pecho.

Últimamente le costaba concentrarse en la poca atención que ponía en sus clases. Como si una sombra le bloqueara la visión. Ese día se había quedado con la vista fija en la nada, mientras el ángel MinHyuk hablaba sobre el sacrificio que un ángel podía hacer para salvar a otro, mediante su esencia angelical.

Tampoco presto atención más tarde cuando el ángel SungMin explicaba el color del aura de cada ser en el mundo de los mortales y como identificar un ser de otro. Ni mucho menos en cómo adoptar una forma humana entre ellos, cosas que ya debería saber, pero seguía sin entrar en su testarudo enjambre de conocimiento. Algo inexplicable tenía al ángel fundido en un mar de confusión, que se volvió de pronto en preocupación. Por ello abandonó los salones en donde impartían las clases, y volaba tratando de despejar su angustia.

Volvió a mirar hacia la fortaleza, hacia el inmenso llano que no tenía fin. Poco tiempo atrás JiMin había visto aquel llano casi cubierto por las blancas alas de los ángeles guerreros, pero ahora contemplaba un lugar casi vacío, signo que le resultó extraño.

Algo no va bien, se dijo. Y es que ¿Cómo podía eso ser cierto? Se preguntó, y ¿Por qué sentía una angustia bajo su pecho? El ángel descendió y posó sus delicados pies sobre el suelo del reino de los cielos. Las voces de los Serafines bailaban en el aire con dulzura, pero eran incapaces de alcanzarlo.

Camino hacia las puertas que permitían la conexión del reino de los cielos con el de los mortales con la cabeza gacha. Necesitaba entender qué le ocurría, encontrar una explicación para aquello que se había alojado bajo su pecho. Ya le había comentado al ángel DaeHyun lo que sentía, pero este solo le dijo que, los ángeles de su nivel solían pasar por una situación similar cuando estaban al punto de dar el gran paso, cuando estaban listos para cumplir sus tareas en la tierra. Sin embargo, JiMin sentía que aún no estaba listo para ese paso, tenía muchas cosas que aprender. Y no solo eso, no quería abandonar el reino de los cielos.

El ángel SungMin le aseguro que estaba destinado a ser un ángel de la guarda, uno que acompaña al más necesitado y lo guía por el buen camino. Eso quería decir que estaría lejos de su hogar., de las voces de los Serafines. Lejos de las risas alegres de las almas en el paraíso. De lo hermoso y puro que era el reino de los cielos. No deseaba salir de allí jamás.

JiMin levantó la mirada cuando se acercaba a las puertas del reino de los cielos, en donde el guardián les daba la bienvenida a las nuevas almas, y las conducía hacia el purgatorio. El lugar en donde todos sus pecados serían lavados, para luego poder entrar como almas puras al paraíso.

No era la primera vez que se asomaba por allí, pero si era la primera ocasión que veía tantas almas ante las puertas, a la espera de ser llamadas. El ángel vio muchas cosas en los ojos de aquellos que una vez habían sido humanos: confusión, miedo, turbación. Porque ninguno tenía la seguridad de que iba a ocurrirle, algunos incluso parecían no estar consciente de que estaban muertos. JiMin miró al anciano que llamaba a las almas con una voz llena de amor y esperanza. Tenía una larga y blanca barba, que destacaba sobre su piel oscura, tan oscura como el ébano. Llevaba encima una túnica blanca con un cinturón dorado, y su sonrisa era algo que siempre alegraba al ángel.

-Mi pequeño ángel, que alegría verte – dijo con su dulce voz.

-A mí también me alegra verte, Pedro, pero dime ¿Qué ocurre?

-¿A qué te refieres?

-Hay más almas de lo habitual.

-Mi pequeño ángel, siempre hay almas esperando su momento de ser llamadas. Es de buen saber que la vida tiene un comienzo y un final – JiMin miró hacia las almas con rostro triste – No te preocupes, ellos estarán bien.

-La verdad es que me preocupa otra cosa.

-Y me gustaría saber de qué se trata, pero tengo mucho que hacer ¿Por qué no regresas más tarde y hablamos de ello? – el ángel asintió, se marchó luego de dedicarle una sonrisa al viejo.

Camino durante mucho rato sin rumbo fijo. Una que otra vez intentó dejarse envolver por los cánticos de los Serafines, sin embargo, no le llegaban a lo más profundo de su ser. Aquella sensación bajo su pecho se hacía cada vez más grande, era como si tuviera un peso que tiraba de él hacia abajo. Sus pies lo llevaron, sin ser consciente, al paraíso. Se sentó junto al río que bordeaba el lugar y miró los grandes árboles, las flores con sus diversos colores. Vio también animales jugueteando entre los niños, y a las almas que se dejan envolver por las voces celestiales del cielo. A todos se les veía felices. Llenos de paz y amor.

JiMin rodeo sus rodillas con sus brazos y luego se cubrió con sus blancas alas. Adoptando la forma de un capullo grande. Uno hermoso, pero lleno de confusión. Cerró los ojos y busco la paz en su interior.

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Continuará...

Ángel-Demonio [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora