Fuera de control

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La rabia que sintió al ver la cara del asesino de Sungjong le devolvió parcialmente las fuerzas, tenía que vengar a su pareja, su león insistía en ello, en ver como la sangre de ese salvaje abandonaba su cuerpo de la misma forma violenta en la cual le arrebato al omega.


Miraba a su alrededor, no parecía una trampa, el león salvaje estaba solo, profundamente dormido por ende totalmente expuesto, era su oportunidad pero ¿Cómo lo haría? Él no era una persona violenta, es verdad que se había trasformado y atacado, lo cual solo fue la adrenalina del momento, porque en ese momento no sentía esa rabia asesina. Sus sentimientos se asemejaban al de un pequeño cachorro de gato que fue atropellado y abandonado a su suerte, sin ninguna posibilidad de sobrevivir, que no le quedaba de otra que lloriquear y aguantar todo el dolor hasta que alguien lo auxiliara o muriera por la infección o pérdida de sangre y aunque se viera ileso, en su interior estaba sangrando, la pena lo estaba matando.


"Patético" Con el corazón a mil pulsaciones por minuto y sus ojos a punto de salirse de sus cuencas por la sorpresa y el miedo, se volteo en dirección al omega, pero este estaba igual de profundo que hace un momento. Tratando de llenar de nuevo su sistema con oxígeno se formó una mueca de burla en su rostro, en verdad era patético, estaba sufriendo alguna clase de estrés postraumático o brote psicótico y la voz o la palabra era el efecto gatillo que desencadenaba una reacción patológica. Ni que el supiera, no había estudiado psicología y dudaba que tener algún conocimiento sobre el nombre de su aflicción, fuera a ser de ayuda.


Al final estaba vivo, tenía que hacer algo con eso, dejarse morir significaría manchar la memoria de su gatito. Es verdad estaba en territorio hostil, el pequeño ser que dormitaba a su lado era una gran fiera capaz de matar a sangre fría sin dudar, que lo despedazaría si se enfrentaba directamente y él era una persona de civilización en todos los sentidos, no tenía el sentido de la supervivencia ni por asomo pero tenía mucho sentido común, era un profesional, podía con esta prueba, usaría su cerebro y habilidad, compensaría su falta de fuerza y experiencia en campo abierto.


Primero comprobó las salidas, no era un fuerte que pudiera contener a alguien, solo una tienda de pieles y trofeos de caza pero fue fácil solo asomarse afuera y ver el colosal felino que se paseaba tranquilo por toda la zona, este le dedico un gruñido de advertencia y Jungkook obedientemente volvió a sentarse en su sitio.


Jungkook estaba oficialmente bloqueado, se odiaba por no saber cómo actuar pero su mente estaba en blanco, donde debería estar su voz de la conciencia y la razón, estaba una vocecilla, parecida a la del salvaje dormitando a su lado, desmoralizándolo, con insultos que herían su orgullo. De repente se miró a sí mismo cayendo en cuenta de su deplorable estado. Se encontraba desnudo, no le gusto sentirse tan expuesto, seguramente su transformación desgarro su ropa y no veía nada para taparse, también la piel expuesta estaba sucia, llena de tierra y manchas de pasto, adornada con suaves líneas rosadas que se extendían por sus brazos y piernas, pequeños rasguños que se habían curado con anterioridad. Sí que estaba maltrecho.


Se fijó de nuevo en el asesino, en las adorables facciones que la noche le había ocultado, como sus mejillas redondeadas y sus labios abultados que dejaban escapar suaves murmullos, aquellos hinchados parpados que lo resguardaban de la temible mirada del omega, que le trasmitía tal sentimiento de desagrado a su existencia que llegaba a corroer su interior, como veneno, sintiéndose menos, arrebatando toda la seguridad de la que se jactaba hace solo unas horas atrás.


Acurrucadito como un pequeño gatito, se veía tan tierno y de la misma manera bastante caliente, con toda su suave pero bronceada piel al aire, podía observar que tampoco llevaba prenda de ropa. No podía concebir como su instinto jalaba su mirada a la parte inferior del omega, no podía, era el asesino, de ninguna jodida forma podía verlo con deseo o si quiera pensar que era hermoso o tierno, era solo el sádico león que lo tenía prisionero, nada más.


Le dio la espalda a la tentación, definitivamente toda la situación lo tenía fuera de su piel, él jamás desearía mirar a otros omegas, le era fiel a su amor, aunque ya no volvieran a estar juntos, todo por su culpa. Era de verdad patético por querer comportarse salvaje, porque de león solo tenía la forma, ahora estaba entre verdaderas bestias y seguramente era la cena, estaba claro que no encajaba en las tierras de sus ancestros, pertenecía a la civilización. Debería haber ido a ese restaurante elegante pero campestre que le recomendó su tío Yoongi, así para ese momento no estaría temiendo por su vida y lamentándose, estaría abrazando a su compañero de vida entre las suaves sabanas de seda de su residencia.


-Ya despierta- Sintió un golpe cerca de su cabeza, aun con los ojos cerrados pudo ver varios colores, posteriormente y ya más consiente se hizo presente el lacerante dolor que atravesaba su cien -¿Así que trataste de huir?- Jimin gruñía, su pelo estaba alborotado otra vez, haciéndole ver grande e imponente, poniendo aún más nervioso a Jungkook, ¿Qué rayos había pasado?, en verdad fue tan idiota de quedarse dormido –No puedo creerlo, estaba dormido, pudiste acabar con mi vida, pudiste enfrentarte al Leonel, pero te quedaste como una rata asustada, aceptaste tan rápido tu muerte, eres un cobarde...aagggg, ¡te odio!- El omega libero un fuerte rugido mientras abandonaba la tienda, dejando al Alfa con los nervios en punta, la mirada que cayó sobre él solo prometía una horrible, dolorosa y muy lenta muerte.


Pero Jimin no lo iba a matar, no podía hacerlo aunque quisiera y solo los grandes guardianes de la sabana eran testigos de lo mucho que deseaba hacerlo. El león despotrico de todo mientras daba grandes zarpazos a un pobre árbol que no pudo huir de su furia, haciendo una autentica rabieta -¿Por qué me siento así? Me duele, me enoja, ¡para, deja de hacerme sentir así!- Le grito a su propio animal interno, le grito a cualquiera que pudiera ayudarlo, estaba teniendo una lucha consigo mismo, una pequeña pero poderosa parte de él, odiaba hacer sentir mal a su pareja, quería cuidarlo, disculparse, recibir cariño y mimos pero la mayor parte de él, la dominante, se resistía, aunque lo lastimara profundamente, aunque sintiera que se estaba muriendo por la mirada de auténtico miedo que le dedicaba el Alfa.


Se pasó varios minutos en el mismo procedimiento, hasta que se hizo daño en las manos, el dolor por fin lo distrajo, disipando su rabia, miró con lágrimas en los ojos como el tronco cedía y caía con todo el peso de las hojas. Él era puro y salvaje instinto, caprichoso, egoísta, simplemente no sabía cómo controlarse, cuando algo no salía como él quería, estallaba de esa forma, violento y destructivo contra cualquiera que tuviera enfrente, luego todo era irritante y cansador. Le pasaba factura ser un omega solitario así no funcionaba la naturaleza de los leones, como macho debía empezar a descargar su energía en los placeres de la carne, en pocas palabras debía empezar a suplir sus necesidades básicas o se volvería una bestia completamente y ahora que encontró a su compañero solo podía hacerlo con ese...ese estúpido león doméstico.


Continuara

El Rugido Salvaje[1] /Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora