Parte 1.

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1.

En las afueras de la ciudad, hay una granja cultivadora de maíz. El señor Oh -dueño de aquella granja y sembradora-, un día, se cansó de que los malditos pájaros arruinen su arduo trabajo. Y por eso compró un espantapájaros. Aquel maniquí vestido con ropas holgadas y viejas, y con forma mundana, era bastante exclusivo, bastante diferente a los que alguna vez haya visto el hombre mayor. Pero le restó total importancia cuando su pequeño hijo único saltó de la alegría al ver el nuevo dispositivo anti-pájaros que su padre había comprado.

—No es un juego, pequeño —le advirtió su padre, mostrándose serio—. Es un método para ahuyentar a los pájaros así no se comen los cultivos, ¿está bien?

El joven asintió con notoria decepción, prometiéndole que no iba a jugar con aquel espantapájaros y que tampoco pensaba interferir en su trabajo.

El señor Oh sonrió y revolvió el cabello oscuro del pequeño, para luego terminar de atar al espantapájaros a aquella madera.

Pero el joven y revoltoso Sehun, tenía otros planes para aquel espantapájaros, mientras se dirigía a su habitación y planeaba un plan siniestro para destruir a aquel saco de paja que su padre había comprado, en lugar de comprarle la bicicleta que tanto deseaba.



2.

El clima era hermoso; un dulce y tierno celeste en las nubes, un alegre y brillante amarillo en el sol, un cálido y cómodo viento del norte. Y, para completar, los bellos maíces del señor Oh creciendo en su respectivo lugar.

El espantapájaros de la granja se encontraba allí, sostenido de una madera vieja. Vestía ropas igual de viejas que las maderas y un sombrero de paja cubriéndole parte del rostro, el cuál consistía en telas un tanto descosidas.

Kai.

Él sonreía con alegría, admiraba con asombro y anhelaba con desesperación. No era más de dos horas que había sido instalado en aquel sitio y ya quería salir, explorar, caminar, sentir y hacer miles de cosas que nunca pudo hacer.

Con paciencia y delicadeza, comenzó a moverse. Pero no pudo.

¿Qué ocurre? se preguntó en su mente el espantapájaros, agregándole frenesí a sus movimientos, entrando poco a poco en la desesperación por no poder desplazarse con libertad. Intentó tranquilizarse, quedándose completamente inmóvil y observó su alrededor, sus manos, sus pies, su pecho, su estómago, sus rodillas y sus codos. Entonces, fue ahí cuándo comprendió que se encontraba clavado a aquella madera desgastada, más bien, se encontraba atado allí con sogas que le impedían ser libre.

No es tan malo, se intentó convencer a sí mismo, sonriendo sin ganas. Pero, siendo realistas, Kai se sentía solo en aquel extenso campo. ¿Tenía, acaso, algún amigo allí? ¿Tenía alguien con quien hablar, reír, llorar? ¿Alguien que lo abrace? ¿Tenía, acaso, algo? Claro que no, Kai no tenía nada y, por eso mismo, se sentía muy solo.

Levantó la vista y observó el cielo, observó las nubes, el radiante sol que se ocultaba poco a poco. Y, también, observó a los cuervos que allí volaban. Él quería volar también, pero sabía que ilusionarse de aquella manera, desear algo que no podía, sería en vano.

—¡Hola! —saludó el espantapájaros, haciendo sonar su suave voz—. ¡¿Alguien quiere ser mi amigo?! —preguntó con cierta esperanza, llamando por completo la atención de los cuervos, que no dudaron en reírse de aquel maniquí atado a aquella madera—. ¡¿Por qué se ríen?!—volvió a preguntar, confundido.

Pero no recibió respuesta alguna y, los cuervos, se fueron volando, lejos, con su risa burlona aún en sintonía, dejando solo nuevamente al espantapájaros.

Take my heart and flies away. [KaiSoo/HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora