Luego de varios días, sucedió lo inesperado. "La conquistadora" no esperaba recibir el disparo de su propia flecha por la espalda. Así que disparé... sin intenciones de matarla. Disparé, sin intenciones de verla morir, pero disparé.
Ahora ella estaba en el suelo, sangrando por la flecha de su error, aquella que lance con precisión directamente a sus sentimientos.
Me levante, ya no estaba de rodillas ante ella. Le había demostrado que no era débil, que era más fuerte que aquellos muros a través de los cuales me ocultaba. Que no cometería el mismo error del pasado. Que nadie volvería a engañarme.
Pero disparé, y la vi sangrar. La vi tirada en el suelo. Mirándome asustada. Y es que, disparé aquella flecha, sin intenciones de verla sangrar, sin intenciones de verla verter sus emociones. Lo juro por Dios.
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Una carta abierta
RomanceY dime, ¿Le temes al amor o al dolor que causa cuando se termina?