Mírate.

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Iwaizumi miró a Oikawa, su compañero estaba sentado enfrente del escritorio mientras terminaba las tareas.

—¿Te falta mucho? — Le preguntó mientras se recostaba en la pared.

—No,  Iwa-chan. Solo unos ejercicios. — El castaño se giró y cruzó miradas con su amigo.

Iwaizumi asintió, dejando que Oikawa siguiese haciendo los ejercicios; el agua caía en la calle y él se entretenía viéndolo, como cuando Oikawa le miraba directamente a los ojos, eran los ojos marrones más bonitos que había visto... Al pensarlo soltó un suspiro, sabía que no era porque los ojos fuesen inusualmente bonitos, sino por su mejor amigo.

Mírate, enamorado de tu mejor amigo.

¿Pero qué podía hacer?  Con los años se formaba el cariño y con cada experiencia  se le hacía más imposible evitarlo.

Iwa-chan, ¿eres mi madre?

En ese momento le habría encantado decirle más de una cosa, no, no era su madre y tampoco quería ser su mejor amigo. Ni preocuparse tanto por él, ni pensar lo bien que se veía ahora con ese gesto serio y pensativo que tenía... O con esos pantalones marrones claros y el jersey azul.

—Iwa-chan, puedes sentarte en la cama, no tienes que estar de pie. — Tooru  se rió viendo a su amigo de pie, recostado sobre la pared y mirando por la ventana.

—Ah, ya. —Iwaizumi rió también y  un cosquilleo recorrió su espalda, se sentó en la cama y sencillamente esperó.

¿Cuánto llevaba ahí esperando? Quedaron para estudiar pero él terminó antes; pero para ser sincero no le molestaba esperar por él. Podría haber estado más.

—¡Listo! — El castaño cerró el libro y giró la silla hacía el moreno, que le hizo el signo de OK con la mano. —Iwa-chan, dime un número.

—¿Para qué? Sabes que debo irme ya.  — Arqueó una ceja.

—Solo es un juego, venga, del  uno al diez.

Tooru había sacado su teléfono y miraba a Iwaizumi expectante.

—Uhm... Pues,  ¿el diez? — Dijo con un tono dubitativo.

—¿Seguro? ¡No puedes cambiarlo!

—¿Es algo malo?

—No lo sé, no lo he mirado.

—Pues el diez.

Oikawa se quedó en silencio mientras miraba el móvil, tragó saliva.

—Bésame.

—¿Qué dices, idiota?

—Eso es el número diez, Iwa-chan...

Ahora tenía un nudo de corbata en la garganta, tan asustado... No podía decirle que le quería, pero aquel era el momento idóneo, crucial y muy posiblemente la unica oportunidad que tendría.

Así que sencillamente se levantó de la cama, se acercó al castaño que le miró con los ojos repletos de dudas pero no cruzó miradas, tenía miedo y no quería que lo viese. Tomó el rostro de su mejor amigo entra sus manos y agachandose un poco hacía él, que seguía sentado, juntó sus labios.

Cerró los ojos y juraría que Oikawa también, tenía los labios suaves y sentía el aire que expulsaba por la nariz, sostenía la más dulce de las respiraciones.

Cuando se separó, Oikawa le miraba. ¿Estaría enfadado, o tal vez simplemente impresionado? Había muchas posibilidades de que hubiese roto la amistad que tenían.

—Mírate. —Dijo Iwaizumi mirando hacía el suelo. —Pareces un tomate.

—Hajime...

Pero antes de que pudiese decie nada, cogió la mochila y se puso enfrente de la puerta, dándole la espalda a Oikawa.

—Nos vemos mañana, vete a dormir pronto. No pienso volver a jugar contigo.

《Antes de irme le besé con toda mi calma, fue en defensa propia.》

Kairos. |Iwaoi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora