𝘗é𝘳𝘥𝘪𝘥𝘢. →𝙔𝙪𝙞 𝙆𝙤𝙢𝙤𝙧𝙞←

Pérdida

He perdido mi cordura.
He perdido mis lazos.
He perdido mis orígenes.
Pero hoy perdimos lo más valioso; No tu sangre.

A tí.

One-Shot. (Cortísimo)
［Disclaimer: Diabolik Lovers.］
Protagonista: Komori Yui.

Pérdida.

El brebaje amarillo pasaba por entre sus venas, apenas tener fuerzas para estar sintiéndose muy vulnerable. ¿La razón de aquel estado tan crítico? El abuso, la anemia. Y no solo eso, bastó un segundo de descuido para que la sangre “buena” que quedaba se envenenara por completo.

Poca sangre, y esa poca era nociva. No era apta para ningún consumo.

Sentía como sus dedos se volvían más pálidos sin tener que apretar sus manos en un puño. Odiaba sentirse débil.

Daba vueltas, y por primera vez en su vida deseó la muerte.

“Tienes leucemia”

Tan fácil que sonó que él lo hubiera dicho. Quien hubiera pensado que el momento que más anheló en su corta vida (que la soltaran) iba a ser por aquel motivo.

“Ya no nos sirves”

A pesar de ser utilizada, le dolía más el hecho de como fue llevando su vida.

Una sangre singular, exquisita, pasó a ser una amarga e intragable. Ella misma no podía soportarla.

De aquellos días donde le preocupaba perder demasiada, ahora solo suplicaba por que se la sacaran toda. Ella de todas maneras ya se sentía vacía, ya sentía que le habían arrebatado todo de sí. Lo que más extrañaba era su alma.

¿Donde quedó aquella chica que luchaba por sobrevivir y defenderse? Ya no existía, solo un cascaron vacío... Y roto.

Su triste corazón ya no latía con la misma intensidad con la que lo hizo aquellos días de tortura, donde su pecho se extendía cuando tocaban sus mejillas, donde sus manos sudaban y la respiración se agitaba. No, ahora solo fallaba.

Una sonrisa asomó sus labios al sentir lo siguiente venirse. La máquina a la cual estaba conectada comenzó a emitir un pitido de lo más irritante, anunciando la llegada de otra vida. Una mejor que esa.

Igual no había mucho que hacer por ella. A nadie le importó nunca.

Apretó el conejito de peluche contra su pecho, emitió un chillido. Y lo acunó a su lado, lo cobijó con la sábana blanca. Y lloró en silencio.

Yui cerró los ojos, y no los volvió a abrir jamás.