Me sentía incómoda y muy observada en ese “sector VIP”. Los amigos del tal Rixon me miraban con ansias lo que provocaba que un sentimiento de cohibimiento se apoderara de mí. ¿Acaso no les daba vergüenza ser tan descarados?
La música resonaba en cada rincón de la habitación y provocaba que mi cabeza retumbara ante el fuerte volumen de esta. Después de considerarlo varias veces decidí salir de aquel lugar e ir por una bebida para saciar mi sed.
Me puse de pie y me dirigí hacia la barra. Tenía la garganta seca como consecuencia del humo y el calor que se expandía por el bar. Una vez que me encontré frente a un barman le pedí una cerveza y esperé con ansias a que él me la entregara.
Me senté en un banco en cuanto el chico me entregó mi pedido sin antes darme esa mirada hambrienta que, al parecer, todos los hombres del lugar habían practicado una y otra vez frente a un espejo para poder dedicársela a todas las mujeres que pasaran a escasos metros de ellos.
Tomé la botella con una de mis manos y la llevé inmediatamente a mis labios. El líquido helado recorrió mi garganta dejando una grata sensación en esta. Me terminé mi bebida antes de lo previsto y me quedé sentada por unos minutos con la vista perdida en la nada.
XX: Hola preciosa –un hombre de aspecto roído se acercó a mí. Una de sus manos estaba colocada en la parte baja de mi espalda lo que me ponía muy nerviosa, debo admitirlo-. Déjame invitarte un trago.
Lo observé detenidamente, sus ojos estaban rojos y un asqueroso olor a alcohol se desprendía de todo su cuerpo. Negué con la cabeza deseando que se alejara rápidamente de mí.
TN: No, gracias –tuve que elevar mi voz un poco, o debo decir, bastante debido al volumen de la música.
XX: Vamos, linda –insistió el hombre-. Estás sola y quiero acompañarte, prometo no morderte –rió ante su comentario dejando a la vista sus amarillos dientes que provocaron nauseas en mi interior.
TN: No, enserio. No quiero nada –desvié mi mirada de su rostro procurando que se cansara y se alejara de mí.
El hombre soltó una risa y acercó su rostro al mío. Cerré los ojos con fuerza para impedir que una arcada escapara de mis labios.
XX: Nadie me rechaza, mocosa –su aliento a cerveza chocó contra mi rostro y sentí como las nauseas aumentaban en mi interior.
Me quedé en silencio, sopesando todas las formas que tenía de escapar de ese asqueroso bar antes de ser violada por ese hombre o por cualquier otro. Mis posibilidades eran casi nulas, vestía tacones altos y ropa ajustada aunque pudiera escaparme de él, antes de que pudiera salir de la habitación estaría nuevamente acorralada por otro horroroso hombre.
XX: Acéptalo, Javier –otra voz masculina llegó a mis oídos. Abrí inmediatamente los ojos y miré en el espejo frente a mí la figura de otro hombre acercándose. El vidrio estaba manchado por lo cual no podía distinguir claramente quién era el otro muchacho-. Ella no quiere nada de ti, déjala en paz.
XX: ¿Por qué debería, Maslow? –inquirió el extraño a mi lado soltándome para acercarse al otro sujeto.
Giré en mi silla para ver quién era el que estaba salvándome de tan incómoda situación. Me quedé helada, como piedra al ver que se trataba del castaño que, si no me equivocaba, se llamaba James. El mismo tipo que había estado persiguiéndome por días.
XX: Porque está conmigo, tan simple como eso –sus ojos estaban posados sobre el otro hombre, sus ojos tenían un brillo peligroso que provocó que el vello de mis brazos se erizara. Sus palabras salían de sus labios con dureza, advirtiendo que no estaba bromeando.
El hombre lo miró con furia y luego caminó hacia James. Me quedé atónita. ¿Cómo era posible que el castaño no se asustara teniendo a ese hombre delante de él?
Javier: La próxima vez no dejes a tus zorras sueltas, Maslow –comentó antes de irse sin antes chocar contra su hombro.
Lo miré asombrada, no podía creer que no se le moviera ni un pelo ante la amenaza del otro hombre que era, sin duda, el doble de grande que él. Sin duda, James Maslow estaba loco.