Miraba sus ojos y ya no era lo mismo.
Ya no veía en el ese brillo especial que había cuando nos casamos.
Ya no había detalles, ya no pronunciaba ninguna palabra sincera de amor hacia mi. Cuando las había eran de arrepentimiento y lastima.
Todo había acabado desde que nuestra primera hija murió en mi vientre hace dos años.
Trate de convencerme a mi, y convencerlo a él, que esta no había sido culpa mia.
La esperábamos con tanta emoción, y lejos de unirnos mas, fue el fin de nuestro amor.
¿Qué paso con eso? ¿Qué paso con nuestras promesas? ¿Qué paso con el chico dulce que conocí, del que me enamore?
Ya no había absolutamente una pizca de amor, al menos no de su parte.
Me encuentro tirada en el piso de la sala, llena de moretones por todo mi cuerpo, el que alguna vez llenaba de besos y delicadas caricias. Que ahora seguramente le da a alguien mas.
Quisiera tener el valor de irme de aquí de una buena vez, recuperarme a mi misma, pero soy una estúpida que sigue amándolo y se conforma con las migajas de amor que me da.
....
Se escuchó un portazo de la puerta principal, seguramente él no volvería hasta mañana por la noche, justo como lo hacia casi siempre, por lo que me levante del suelo, después de un par de cachetadas y jalones de mi esposo y me dirigí a ''nuestra'' habitación. Con los pies arrastrando, tenia heridas internas y externas y no podía curarlas, no por ahora...
Despues de llorar un rato como todas las noches, cai en un profundo sueño, mi parte favorita de la vida para ser sincera.
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Sentí como me jalaban fuertemente del brazo mientras gritaban mi nombre haciendo que despertara asustada.
-SELENA DESPIERTA MALDITA SEA.- siguió jalando mis brazos... Era él...
-Me lastimas.- dije casi en un susurro, mis brazos estaban cansados de ser lastimados
-Me importa una mierda, porque no haz hecho el desayuno?-dijo soltándome de golpe
-Yo... lo siento, creí que no volverías hasta en la tarde.-dije mirándolo con miedo
-Eres una estúpida, no sirves para nada.-dijo mientras me daba una bofetada y salia de la habitación.
Empece a llorar de nuevo, me dolía, no solo la bofetada, los golpes y los insultos, sino el monstruo en el que se había convertido mi esposo.