Fin

646 57 21
                                    




El enfrentamiento contra los orcos había cambiado por completo la vida de Midoriya y los demás aldeanos de su mismo reino. Resulta que, en aquella lucha, absolutamente todos habían puesto su fe ciega en el pequeño pecoso; cargaron el peso de la victoria sobre sus pequeños hombros por ser el heredero de la legitima espada de All Might -guerrero cuyo poder transcendió por siglos- se decía que esta espada poseía y acumulaba el poder de sus antecesores.

Sin embargo, esta reliquia se quebró a mitad del enfrentamiento. Trayendo muertes y dolor a quienes combatían.

La victoria tardía a manos de Bakugou, trajo a sus corazones gran admiración y consuelo a quienes sufrían por los caídos.

Midoriya ya no podía caminar tranquilo por los toldos del mercado. Las miradas despectivas no tenían descanso, provocando que incluso sus amigos mas allegados tomaran distancia. Pero él, con el alma dolida, comprendía esa lastimera reacción.

Pudiendo encontrar un poco de consuelo en quien menos lo esperaba. Bakugou le extendió la mano una vez que lo sorprendió llorando en aquel estanque desolado muy dentro del bosque.

Desde aquel día sus miradas se cerraron en un acuerdo silencioso, ambos se encontraban a diario cuando el sol llegaba a la mitad del cielo. Se recostaban sobre la hierba verde, gracias al caluroso clima de fin de primavera, y compartían alimentos mientras conversaban de situaciones cotidianas o de las grandes aventuras que Bakugou tenía. Incluso, existían días en lo que se quedaban en total silencio admirando las hojas moverse lentamente, descubriendo y tapando los rayos del sol.

Para Midoriya, tener cerca a su mejor amigo... Era más que suficiente.

A pesar de que nadie sabía de sus inocentes encuentros, su madre tampoco peguntó en ninguna ocasión en donde se dirigía por las tardes, pues comprendía muy bien el sufrimiento por el que estaba pasando en esos últimos tiempos.

Pero, por otra parte, Bakugou escondía un oscuro sentimiento que rejursitaba en lo mas profundo de sus entrañas. Su mirada se volvía oscura al pasar de los días, y empeoraba por cada momento en los que observaba los cabellos verdes desparramados sobre la fresca hierba. Esa piel palida salpicada por la naturaleza lo tentaban de una menera difícil de explicar para su salvaje lenguaje, pero sabía que podría definirlo con simple hechos. Y era lo que iba a hacer.

—Kacchan...- los ojos grandes comenzaron a brillar al ver que aquel hombre de aspecto rudo se había tomado la molestia de llegar antes; generalmente él era el primero y único frente al estanque durante un largo rato. Siempre volteaba al notar la capa roja típica de su amigo, pero ahora la pudo divisar desde mucho antes de llegar al sector y sus labios temblaban más que de costumbre.

"Él realmente lo hacía feliz"

Sus pomposas mejillas se tornaron de un tono rojizo ante el repentino acercamiento; por primera vez pudo sentir su aliento. La calidez invadió su mente a la unión de los labios.

El rubio abrazó el cálido cuerpo de Midoriya, y este correspondiendo al gesto, deslizó las manos por sobre los hombros del rubio, cerrando sus brazos alrededor del cuello.

Cada vez que se separaban en busca de aire, el pecoso repitió un par de veces un casi imperceptible "te amo" no obteniendo respuesta alguna. Sin embargo, tampoco llegaba a su cabeza la idea de algún rechazo, ya que acallaba sus tiernas palabras con besos.

Su piel se erizó cuando Bakugou lo aprisionó contra el tronco de un árbol, aumentando el nerviosismo por su inexperiencia. Pero aquellos movimientos inocentes solo excitaban a Bakugou. Se separó del rostro de Midoriya, ocultando sus verdaderas intenciones con una sonrisa forzada que apenas permitía soltar sus respiraciones irregulares.

EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora