Self esteem - The Offspring

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Sabía lo que quería hacer, pero no estaba seguro si eso era lo que realmente quería. Pero ya estaba harto de esa mierda, cansado de estar enamorado y loco por una chica que no daba un carajo por mí. Sin embargo debía ser sincero conmigo mismo también, pues sí dejaba a Lisa, ¿Quién se fijaría en mí? Es decir, ella era bellísima, adorada por todos, con una personalidad que atraía a cualquier persona que se cruzara en su camino y yo... Bueno, sólo era un don nadie, un tipo sin nada en especial, gris, antipático e inseguro.

Desde la primera vez que la vi quedé prendado de ella como un total idiota, fascinado por lo hermosa que era, por su bella sonrisa, parecía un ángel, pero nada más lejos de la realidad, pues esos angelicales ojos azules ocultaban a una persona vacía, una chica que necesitaba la atención de todos sobre ella. Qué lástima que yo no supiera que aquella vez en aquella fiesta, cuando ella se dirigió hacia mí y me robó el aliento al querer sacarme conversación, lo único que ella quería era tener a otro imbécil a su merced, y por supuesto que lo logró, pues no había que intentar demasiadas cosas conmigo. Ella me gustaba desde hacía tiempo y el hecho de que sólo mirara en mi dirección lograba hacerme feliz por unos breves instantes.

Fui feliz más que unos pocos segundos cuando ella, la chica de mis sueños, susurró en mi oído una propuesta a la que ni un torpe como yo podría negarse. Nos encerramos en una de las habitaciones, nos deshicimos de la ropa que nos vestía y nuestros labios se unieron dando paso a gemidos y jadeos.

Nunca me hubiera imaginado que yo, el tipo más aburrido e insignificante, tendría la dicha de hacer suya a una chica como Lisa, de tocar su cuerpo, de sentirla temblar y escucharla gemir de placer. Pero tardé más de lo esperado en darme cuenta de que casi cualquiera podría darse ese lujo, de que yo no era un caso especial sino que era más bien uno de tantos.

Después de la mágica noche que pasé con ella no pude evitar enamorarme más de su persona. Quería conocerla a fondo, deseaba tenerla otra vez de esa forma y más; la quería sólo para mí. Entonces empecé a buscarla, la invitaba a salir, pero ella siempre tenía algo que hacer. Intentaba tener una gran conversación con ella, aún cuando ella me ponía enteramente nervioso, pero siempre tenía prisa.

Estaba desesperado, la veía salir con otros chicos y yo no lograba nada desde la fiesta, por eso me rendí esa primera vez, me desprendí de esa estúpida fantasía de que ella sentiría lo mismo por mí. Pero justo cuando la había dado por perdida, ella, después de dos semanas sin habernos dirigido la palabra, se sentó conmigo en uno de los banquillos del campus, me sonrió como la primera vez que nos hablamos y empezó a contarme que me extrañaba, que la disculpara por haber estado ocupada.

Más sorprendido no podía estar ¿En serio Lisa me había dicho que me extrañaba?

Entonces su mano sostuvo la mía y me invitó a salir. Claro que le dije que sí, lo que sea haría con tal de pasar más tiempo con ella.

Y empezamos a salir, al cine, a parques, a cualquier lugar que ella quisiera ir, especialmente si este era un montón de tiendas, pues Lisa adoraba comprar y yo no podía negarme a complacer sus caprichos, que empezaron siendo simples tonterías como una cinta para el pelo o un lápiz labial, pero después de casi dos meses se convirtieron en zapatos de tacón alto y vestidos ajustados y costosos que no podía comprar con sólo deslizar mi tarjeta, pues no era exactamente alguien adinerado, trabajaba y ahorraba para mudarme de casa de mis padres y a duras penas me daba uno que otro capricho a mí mismo. Pero cuando ella me dirigió su mirada de desilusión por no obtener lo que quería, cuando al día siguiente no tuvo tiempo para mí, me asusté mucho, me aterró la idea de que ella, la chica de mis sueños, se alejaría de mí y salí corriendo a la tienda a comprarle el vestido que tanto le había gustado el día anterior.

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